octubre 4, 2023

Anisado Galiana

Anisado Galiana. Cuando el botijo dejó escapar el primer chorro de agua traída de las afueras del “Sigle”, aquel preciado líquido enturbió el destilado del vaso, vistiéndolo súbitamente de blanco y exhalando un profundo perfume a anís que imprimió densas emociones en los allí presentes. Don Vicente y sus colaboradores acababan de entresacar del cuerpo de la destilación lo mejor de la matalahúga traída de España.

Había nacido el “Anisado Galiana”.

Comenzaba apenas el siglo XX en aquel pueblo agrícola de Saint-Denis du Sig, otrora la Tasacurra romana, el Sig bereber o simplemente El Sigle en español, aldea argelina que, siglo tras siglo, fueron castigando rapiñas de tribus, epidemias y plagas diversas además de soles implacables y súbitas crecidas del río del mismo nombre. Allí moraban entonces unas diez mil almas, españolas en su mayoría y venidas con lo puesto del Levante peninsular. Trabajos extenuantes de sol a sol, braceros valientes de habla valenciana y castellana codeándose con indígenas musulmanes, obrando con modestos colonos franceses y colaborando con la administración local.

El anís seco de Vicente Galiana vino a dulcificar los momentos de asueto del personal cristiano, además de un agua de tenaz salobridad, lo que pronto le valió al destilado una medalla de oro en un certamen al uso en la ciudad francesa de Brest. Así pasaron unos cuantos años de comerciar y competir duro con otras marcas de procedencia alicantina, hasta que el destilador, entre hastiado de malos pagadores y nostálgico de su Santa Pola natal, decidiera regresar a la península y probar nueva fortuna por la Marina Alta. En Denia plantó su fábrica de juguetes, una amplia carpintería que le aportó buena fama y mejores rentas. El turbulento año 1929 se encargó malamente de prender la mecha a tanta madera y paja, esfumándose de golpe un radiante porvenir.

Las inquietantes convulsiones de España quizá le llevaran a franquear de nuevo el Mediterráneo. Esta vez se fijaría en 1936, en Orán, segundo puerto y ciudad de la Argelia francesa, animada urbe de pujantes comercios e industrias ligeras y donde vivía el resto de su amplia familia. Mejorando lo pasado, llamó a su anís seco “Super Anis”, con etiqueta ideada por el pintor Gastón Castelló y teniendo de socio a Carlos Ramos, un comerciante en vinos alicantino recientemente afincado en la ciudad.

Desde entonces, se fue abriendo camino seguro el “Super Anis Galiana” en todo el oranesado, fundiéndose en las soleadas costumbres de la sociedad franco-española de reconocida laboriosidad. Finalizado el Segundo conflicto mundial sin que Don Vicente pudiera vivirlo, prosiguió la industria ampliando su oferta de productos tales como el vermut, los digestivos, los jarabes afrutados y las gaseosas.

Tras siete años de sangriento conflicto independentista, la pujanza económica y social de las provincias francesas de Argelia quedó definitivamente truncada y sentenciada con el éxodo, en 1962, de la población europea, desprotegida ante el advenimiento de la Independencia argelina. Blas y Vicente, continuadores del negocio paterno, convinieron a su vez abandonarlo todo, replegándose hacia una Francia incierta para emprendedores ya maduros. Allí comenzó el desgaste económico y el de la salud, optando finalmente los dos hermanos por afincarse en Alicante.

En San Vicente se fundó otra destilería, brotando entonces una nueva esperanza, basada en parte por las crecientes ventas del “Super Anis” en la zona fronteriza hispano-francesa. Aquella clientela que se expatrió a Francia en su día se citaba los fines de semana en el norte de la península para llevarse su mejor recuerdo oranés. Ya en los años setenta, la pequeña fábrica entregó el testigo a los socios destiladores Salas, Candela y Sirvent. Respetando al máximo la calidad y la presentación del anís Galiana de antaño, las “Destilerías de Monforte del Cid” han ido ampliando, desde entonces, el buen renombre de la marca en un mercado más extendido y exigente.

La degustación moderada de este anís paloma invita no solamente al placer del reencuentro entre familiares y amigos, sino que evidencia un interés por conservar la tradición del gusto y, en el caso propio del “Super Anis”, la permanencia de los mejores recuerdos grabados en otra época y vinculados a inolvidables lugares.

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