octubre 3, 2023

Historia de las letras 2

Historia de las letras

A

La A es la primera letra del alfabeto español y la primera de sus vocales. Aparece en el 13% de las palabras; sin embargo, es la segunda que más palabras encabeza. De las 88.431 palabras registradas en el diccionario dela RAE (edición 22.ª, año 2001), 10.392 empiezan con esta letra, el 11’38%.

Es la letra más sonora, que se pronuncia emitiendo la voz con la boca regularmente abierta, sin esfuerzo, por lo que es la primera en ser proferida por los niños.

La A proviene de la letra fenicia áleph, que significaba ‘buey’ y que se escribía como la mayúscula nuestra, solo que al revés, con las patas arriba porque representaba los cuernos del buey, la raya que los atraviesa marcaba las orejas y el vértice formaba el hocico. Según los paleógrafos, los fenicios la tomaron de un antiguo jeroglífico egipcio que representaba la cabeza de un buey. Con el tiempo, los fenicios tumbaron este signo a la derecha, dejándolo muy parecido a una trompeta. De los fenicios la copiaron los griegos, para usarlo como letra A, ya puesta como nosotros la conocemos.

La a minúscula apareció en el siglo II, al redondearse los trazos angulosos de la mayúscula con la escritura rápida y uniendo las letras. Y la forma menos redondeada y que aparece ahora en todos los teclados de ordenador (a) nació para la imprenta.

Aunque la a ha desaparecido con el paso del tiempo de algunas palabras, como pócima (apócima todavía en 1513), sentar (Nebrija la registró a finales del s. XV aún como assentar) o tambor (atambor todavía en 1251), probablemente son muchas más las palabras que han evolucionado incorporándola a su inicio, comoacontecer (contecer en El poema del Mio Cid), aderezar (del antiguo derezar, s. XIII), arrepentirse(repentirse en el Cid), así ( a mediados del s. X, que procedía a su vez del latín sīc ‘así’), atribular (del antiguo tribular), ayer (yer escribía Berceo), azufre (sufre hasta principio del s. XVI), atestiguar (el desusado testiguar sigue en el diccionario académico) o zaguán (azaguán en 1535). Durante siglos, la letraa ha tenido que disputar con la e un puesto en algunas palabras, con desigual resultado. Esto fue lo que sucedió con añadir, que en los orígenes del español era eñadir o eñader; arrecife (arracife hacia 1280);esconder, escuchar y piedad, que en el Cid aparecen como asconder, ascuchar y piadad, más acordes con sus raíces latinas ABSCONDĔRE, AUSCULTARE y PIETAS. También en el Cid se lee emparar, pero hacia 1200 ya es común amparar, más fiel a su raíz latina ANTEPARĀRE ‘prevenir’. Legaña fue lagaña hasta bien entrado el siglo XVIII y aún ahora conviven en algunos países americanos, siendo en Costa Rica lagaña la única usada. En el caso de humareda y humarada (derivadas de humo y con idéntico significado: ‘abundancia de humo’) el resultado provisional es de empate, pues coexisten.

B

La B es la segunda letra del abecedario español y la primera de sus consonantes. Es la décima letra con más palabras (3.833) que empiezan por ella en el diccionario académico de 2001 (4’35%). Se pronuncia be, si bien en fonética este sonido se representa así: [b].Tiene un sonido suave, casi dulce, emitido con ayuda de los labios como si fuéramos a dar un beso.

Cuando, en una palabra, la b va seguida de s y de otra consonante, su pronunciación se relaja, hasta el punto de que, en algunos casos, el grupo bs se ha reducido a s: obscuro/oscuro, substancia/sustancia, substituir/sustituir…

El sonido de la B es compartido por la letra V y, en unos pocos casos, por la W. Al margen de esta última, de origen extranjero, la causa de esta coincidencia está en la historia ortográfica y fonética de nuestro idioma. O lo que es lo mismo: coexisten las letras B y V por respeto a la tradición. En el latín estas letras sí que representaban al principio sonidos distintos (la v se pronunciaba de forma muy parecida a nuestra u), aunque pronto empezaron a confundirse los sonidos de las letras b y v. Confusión que heredó hace mil años el romance castellano. Codicia (del bajo latín CUPIDITIA) y codo (del latín CUBITUS), por ejemplo, son dos vocablos con origen latino que pasaron al primitivo español como cobdicia y cobdo, respectivamente. Algo parecido ocurrió con el DUBITARE latino, que pasó al castellano como dubdar hasta el siglo XV.

En el dilatado tiempo que duró la transformación del latín tardío en castellano primitivo, muchas voces de origen latino que tenían v cambiaron esta por b (ADVOCATUS > abogado, AVIOLUS > abuelo, VULTUR> buitre, VERRERE > barrer, VULTUS > bulto), pero muchas otras pasaron al español conteniendo uves. Durante mucho tiempo la confusión entre ambas letras o grafías (b-v) quedó plasmada en los trabajos de nuestros mejores escritores (alvedrío, alvergue, algaravía, algarrova, aljava, almivar, arraval, arrova, bever, villar, villete, visagra, vizcocho, cavallo, carvón, chibo, covarde, cordován, dever, esvelto, escarvar, escrivir, gaván, gavardina, garvanço, governar, hava, aver, hevilla, yerva, imbierno, javalí, corcoba, lavor, móbil, olbidar, provar, vermejo, ruvio, baxilla, bívora, bolver… y hasta Miguel de Cervantes firmaba a veces con b.

Es posible que en el futuro se considere que esta razón no es lo suficientemente importante como para mantener vigentes ambas letras en nuestro abecedario, pero mientras tanto es necesario saber diferenciarlas al escribirlas, que no al pronunciarlas, por cuanto hay palabras de significado distinto cuya única diferencia reside en estas letras. Como por ejemplo acerbo ‘áspero’, ‘cruel’, y acervo ‘conjunto de bienes’; barón ‘título de dignidad’ y varón ‘hombre’; o basto ‘grosero’ y vasto ‘muy grande’.

El origen gráfico de la B se remonta a la letra fenicia bet, que quería decir ‘casa’. Los fenicios la tomaron de un jeroglífico egipcio que en cierto modo recuerda una tienda de campaña. Los griegos la copiaron de los fenicios, haciéndola ya muy parecida a como la escribieron los romanos, que es igual a la nuestra.

Hay tres palabras que contienen tres bes: bebible, sobrebeber y turbobomba, y cuatro que terminan en esta palabra y que han sido importadas de lenguas extranjeras: club y esnob (del inglés), ykebab y nabab (del árabe).

La b de la palabra ambos tienen origen latino (AMBO) que sobrevive en el español actual gracias al dialecto leonés. En el castellano antiguo lo común era amos y todavía a mediados del s. XV se empleabaamos a dos, pero, a partir de Nebrija prevaleció la versión leonesa, más acorde con sus raíces.

La b que parece estar condenada al olvido (pese a haberse resistido y ser fiel a su raíz latina), es la que aparece en la palabra lamber. Proviene del latín LAMBERE ‘lamer’ y durante mucho tiempo significó eso mismo en español. Actualmente, en el diccionario académico aparece como vocablo en desuso, aunque indicando que aún se utiliza en Canarias, Extremadura, León, Salamanca y América, y está plenamente vigente en México y Uruguay en su acepción ‘adular’, que tiene su origen en el dialecto leonés. (Letra del día 24-10-12).

C

La C es la letra por la que empiezan un mayor número de palabras recogidas en el diccionario académico (versión 22.ª, 2001) con un total de 12.577 entradas (incluidas las que empiezan porla Ch), lo que representa el 14’29% del total.

Tiene su origen en un jeroglífico egipcio con forma de bastón, que los fenicios adoptaron para su alfabeto con el nombre de gimel. Este signo fue copiado a su vez por los griegos, con el nombre degamma, que tenía varias formas, entre ellasla C. De ahí pasó al alfabeto latino, que en un principio empleaba la misma letra tanto para el sonido C como el sonido G, hasta que Espurio Camilio inventó esta última letra. Y así, ya diferenciadas, llegaron ambas, C y G, al español.

Es una letra polivalente puesto que representa varios sonidos. Cuando va precedida por las vocalesa, o, u (cama, cosa, cuna) o está al final de la palabra (bloc, cinc), representa el sonido [k], también representado por las letras k y q. Cuando precede a las vocales e,i (cena, cima) representa el sonido [z], aunque también, tal como veremos cuando hablemos del seseo, representa en muchos sitios el sonido [s]. Y con la h forma un fonema singular (chapa). Hay palabras con dos ces seguidas, las cuales se pronuncian con un sonido diferente: calefacción, occipucio. Como esta última, muchas palabras españolas han heredado las dos ces juntas del latín, aunque con el tiempo no pocas de ellas han perdido una por el camino, como por ejemplo: accelerar y accento, ambas con dos ces en el Diccionario de Autoridades(1726).

Cuando la c va seguida de la letra t, la tentación que han tenido de siempre los hispanohablantes ha sido la de suprimirla. Así, hubo un tiempo en que la c de dictar estuvo en trance de desaparecer (en la Edad Media y el Siglo de Oro se vacilaba entre dictar y ditar), a pesar de que provenía del latín DICTARE, pero al final prevaleció con la c. Algo parecido le ocurrió a la c de doctor, doctrina y eructar (del latínDOCTOR, -ORIS, DOCTRĪNA y ERUCTARE, respectivamente), que se pronunciaron y escribieron hasta el s. XVII sin esta letra. Y esto mismo le sucedió al grupo formado por factor, factoría y factura, que en el Diccionario de Autoridades (1732) aparecen sin la c. No tuvo tanta suerte, por el contrario, la c del vocablo latino DELICTUM, que pasó al español como delicto (en la Celestina aparece con y sin c), pero que ha acabado perdiéndola: delito.

Hasta 1726 coincidía en su forma con otra letra, la ç, conocida como «ce cedilla», hija como veremos de la z y que podía representar un sonido sonoro (esparçir se escribía en tiempos de Berceo el actual esparcir) o un sonido sordo (alcaçaba escribía Nebrija en vez de alcazaba, pero con idéntica pronunciación).

CH

La Ch (che) es un dígrafo: Signo ortográfico compuesto de dos letras para representar un fonema.

Entre 1803 y 1993 la Ch fue considerada letra independiente, pero en 1994 perdió esta condición al ser devuelta al apartado dela C, en el orden alfabético que le correspondía (entre las palabras que empiezan por Ce~ y las que empiezan por Ci~). Y así es como debe buscarse las palabras que empiezan por Ch en los diccionarios modernos.

Cuando toda la palabra que empieza o contiene la Chestá en mayúsculas, esta se escribe con la C y la Hmayúsculas (CHAVAL). Pero cuando empieza una palabra que va detrás de un punto o que comienza un párrafo, solo se escribe mayúscula la C (Chaval).

Tanto cuando era considerada una letra independiente como ahora, la Ch siempre ha tenido el mismo sonido, peculiar y distinto de los demás sonidos representativos de letras; excepto en palabras que, por tradición, se escribían en español como en latín hasta hace dos siglos, tales como Christo, chrónica o chimera, que fueron sustituidas por la c o la q, con las que eran pronunciadas. Tambiénbachanal, chaos, choro, épocha, eunucho, melancholía, monachal y patriarcha recordaban con la h su origen latino.

Al pasar del latín tardío al romance castellano, muchas palabras sufrieron cambios fonéticos, tal como veremos más adelante. Pues bien, las causas de estos cambios las encontramos en grupos latinos tales como –lt-, que pasó al español como ch (ejemplos: MULTUS > mucho y AUSCULTĀRE -latín clásico- >ASCULTĀRE -latín vulgar- > escuchar), o como el formado por -ct-, que, a través del -yt- común a muchas lenguas románicas antiguas, pasó también al español como ch (ejemplo: LACTE > leyte > leche). (Dígrafo del día 9-10-12).

D

La D (de) es la quinta letra con más palabras recogidas en el diccionario académico que empiezan por ella: 5.793, un 6’58%.

Procede de un ideograma egipcio que representa una puerta con una forma triangular que en efecto recordaba el trozo de piel que cerraba la puerta de las tiendas de campaña. Los fenicios la adaptaron simplificándola y le dieron el nombre de dalet (también los hebreos), que quiere decir ‘puerta’. Los griegos la tomaron llamándola delta, redondeándola en una de sus variedades. Así la adoptó el alfabeto latino, creando además una minúscula (d) por acomodación de la mayúscula a la escritura práctica. Y así llegaron la mayúscula y la minúscula al español.

Su sonido es muy parecido al de la t, pero más suave (al pronunciar la t no vibran las cuerdas bucales, que sí lo hacen al pronunciar la d). Esta diferencia tan sutil explica que algunas palabras latinas cambiaran sus tes por des al ser adoptadas por el romance castellano: PATER > padre, MATER > madre,ACŪTUS > agudo, PRATUM > prado… No ocurrió así con el latín TRITĬCUM, cuya evolución fonética en el español fue trídigo > tridgo (hacia 1100) > trigo. En nuestro idioma, el sonido de esta letra se relaja unas veces hasta desaparecer y otras veces sufre transformaciones que la disimulan. La d en las palabras que acaban en ~ado y la que aparece al final de una palabra (ardid, merced, ataúd) se pronuncian muy poco o nada.

Una d que acabó desapareciendo fue la de odir (procedente del latín AUDĪRE), plasmada con frecuencia en el Cid y los textos de Berceo; pero pervive en todos sus derivados cultos: audible, audición, audiencia… Lo mismo sucedió con la d de paradiso (voz de origen iránico que nos llegó a través del avéstico, el griego y el latín), perdida entre el Cid y Berceo; pero que se mantiene en su derivadoparadisíaco. Y también con la palabra radiz (Berceo la escribe con y sin d), procedente del latín RADIX, ~ĬCIS, que ha quedado reducida a raíz, aunque no así su derivado radical.

E

La E es, después de la a, la vocal más frecuente en el español, con un 11’75% de ocurrencia. Y en el diccionario académico hay recogidas 7.174 entradas con palabras que empiezan con esta letra (la tercera), con un 8’15%.

Era representada por los egipcios por la figura de una persona con los brazos extendidos hacia el cielo, adorando a una divinidad celestial. Los fenicios esquematizaron esta figura al adoptarla a su alfabeto con una línea vertical cortada por tres horizontales que apuntan a la izquierda. Los griegos la adoptaron dándole la forma que ha llegado hasta nosotros como la E mayúscula. La minúscula nació siglos más tarde, como consecuencia de la comodidad y rapidez al escribir.

La e era la conjunción copulativa del español en el siglo XIII, un homenaje a la antigua conjunción latina ET, solo que sin la t. Todavía en el siglo XVII, valía tanto como la y en esta función, según Covarrubias. Más modernamente y en la actualidadsustituye a la y como conjunción copulativa para evitar el hiato (‘encuentro de dos vocales que se pronuncian en sílabas distintas’) antes de palabras que empiezan por i (Juan e Ismael) o hi (padre e hijo). Pero no la reemplaza cuando la y está en principio de interrogación o admiración, ni cuando la palabra siguiente empieza por y o por la sílaba hie.

Muchas es del español aparecieron durante el dilatado tránsito del latín y al romance, ya fuera para encabezar palabras, como escala (latín SCALA), escaño (del lat. SCAMNUM > scanno > escanno) y escuela(SCHOLA > escola), o para sustituir a otras letras o grupos de ellas: la i latina de LINGUA o de SICCUS se convierte en e en lengua y seco, el diptongo ai de LAĬCUM se vuelve e en lego, y el ae de CAESAR se transforma en césar. Por el contrario, hay palabras españolas que han perdido la e latina con el transcurrir del tiempo: césped (latín CAESPES) pasó a ser céspede, vulgarismo que sobrevive en el diccionario. Y palabras en las que la e fue desplazada por otra vocal, como en amatista (lat. AMETHYSTUS): ametisto > ametista > amatista.

Con posterioridad, la e ha servido para adaptar al español muchas voces provenientes de lenguas extranjeras que empezaban por consonante. Varios ejemplos: svelto (esvelto > esbelto), sbirro (esbirro) yspaghetti (espagueti) del italiano; slalom (eslalon) del noruego; slogan (eslogan), smog (esmog), smoking (esmoquin), sniff (esnifar), snob (esnob) y stress (estrés) del inglés; sloerie (esloria > eslora) del neerlandés; sternon (esternón) y store (estor) del francés.

Hay palabras que se escriben con dos es seguidas: reemplazar, creer, leer, poseer…, aunque algunas veces se les intercala una h: dehesa, rehén, vehemente. Fe tenía dos es (fee) en los orígenes del español y aparece aún en textos del siglo XVI.

Por e empieza la palabra más larga que se encuentra en el diccionario académico:electroencefalografista ‘persona especializada en electroencefalografía (sistema para registrar las descargas eléctricas de la corteza cerebral’.

Elucubración también puede escribirse sin e: lucubración. Ello es debido a que ambas palabras existían ya en latín (ELUCUBRATĬO, -ŌNIS y LUCUBRATĬO, -ŌNIS). Ahora significan ‘acción y efecto de elucubrar (elaborar una divagación complicada y con apariencia de profundidad / imaginar sin mucho fundamento)’, pero antes elucubrar significaba ‘trabajar velando’ (en desuso, según el diccionario), mucho más relacionado con el significado latino: ‘trabajar a la luz del candil’.

F

La letra F (efe) es la 13.ª que encabeza más palabras en el diccionario, con 2.860, el 3’25% del total.

La F mayúscula procede del signo fenicio para el vau, del que también han derivado otras tres letras: U, V, Y. Los griegos importaron la letra fenicia sin cambios apreciables y lo mismo hicieron los etruscos, que le dieron una forma más reconocida para nosotros; el alfabeto latino invirtió sus trazos y la dejó tal cual la conocemos hoy. Los rasgos rectilíneos de la F mayúscula fueron suavizándose, redondeándose, para formar la f minúscula.

Los griegos tenían una letra, phi, que sonaba parecido a la actual f. Los romanos la adoptaron comoph, respetándola en la escritura para aquellas palabras que procedían del griego o del hebreo. Así pasó al español primitivamente este dígrafo, ph, con el mismo sonido que la f, en multitud de palabras de origen griego: alphabeto, asphalto, diáphano, diaphragma, elephante, emphasis, epitaphio, esphera, esphinge, esóphago, estropha, geographía, geroglyphico, grypho, hermaphrodita, huérphano, lympha, nympha, orphandad, orthographía, metáphora, metamorphosis, pámphilo, párrapho, peripheria, phalange, phantasma, phase, phenómeno, philosophía, pharmacia, phantasía, phrase, physico, phoca, phósphoro, propheta, sarcóphago, symphonía, triumpho tropheo, zaphiro, zéphiro… y mucha gente firmaba comoAlphonso o Joseph. Hasta que en 1803 terminó desapareciendo por completo el dígrafo ph, a favor de la f. Sin embargo, muchas de las palabras latinas con f perdieron esta al pasar al español, a favor de la h (FILIUM, por ejemplo, pasó al español como hijo, y FOLIA como hoja, aunque ambas con el fijo y la foja medievales de por medio). Hasta el FIDES latino se trocó en he entre el vulgo, si bien la f culta acabó imponiéndose, primero como fee y luego como fe; lo mismo ocurrió con febrero, nombre de mes que venía del latínFEBRUARĬUS, y que antiguamente se llamaba popularmente hebréro; y con feo (lat. FOEDUS), hedo en el habla vulgar durante mucho tiempo; y con fiebre (lat. FEBRIS), que a finales del s. XV todavía sobrevivía como hiebre; y con fuego (lat. FOCUS), que hacia 1500 prefería escribirse con h aspirada: huego (esta haspirada tiene su reflejo en la pronunciación juego, predominante hoy en el habla vulgar de varios países americanos). Durante años, esta fobia contra la f llevó incluso a intentar sustituirla por h en palabras que no tenían etimología latina, como alfombra (de origen árabe), que durante el siglo XV se escribióalhombra, o andrajo (también de origen árabe), que se pronunció con h aspirada durante un tiempo, ohalago y halagar (del árabe hispano aláq ‘palomo ladrón’), que Berceo escribía falago y falagar, o fieltro(del germánico filt), que Nebrija escribe hieltro. Pero con la aparición de la imprenta surgió la tendencia contraria, recuperando las efes cuando se podía; por ejemplo: allá donde los notarios acostumbraban a escribir al pie de los documentos «hecha esta carta» pasó a escribirse «fecha esta carta», de donde apareció nuestra fecha ‘data’; y lo mismo sucedió con algunos nombres: Alonso y Alfonso, Hernando (oHernán) y Fernando, y apellidos: Hernández y Fernández.

Sobrevivieron a esta enconada y larga pelea habida entre las letras f y h las siguientes parejas de palabras: fundir y hundir (ambas derivan del latín FUNDĔRE ‘derramar’, ‘desparramar’, ‘derretir, fundir’, y ambas siguen vivas pero con significados distintos); faba y haba (con un mismo origen, el latín FABA); hallary fallar, con idéntica raíz(lat. AFFLĀRE), pero con significados diferentes (‘decidir, determinar un litigio’ el de fallar); filo e hilo, también con distintos significados pero hermanas al tener el mismo origen: el latínFILUM; fincar ‘adquirir fincas’ y su derivada hincar.

La letras f y b también sostuvieron una dura disputa hasta el s. XVII por las palabras estufa, estufar, estofar, pero al final prevaleció la etimología latina de la f.

El diccionario recoge cinco palabras terminadas en f, aunque, salvo la interjección onomatopéyicauf, las demás tienen una procedencia extranjera muy reciente: golf y rosbif (inglesa), naif y puf(francesa).

G

La G es la decimotercera letra con la que comienzan más palabras: 2.934, el 3’33%.. El latín heredó de los griegos, a través de los etruscos, la letra C con la que representar dos sonidos: el [k] que aparece en cama y [g]. De manera que, como no existía la G, se escribía VIRCO aunque se pronunciara virgo. Esto era así porque los etruscos no conocían el sonido [g]; pero lo romanos sí, por tanto les resultaba un problema no tener una letra específica para este sonido y diferenciarlo así del [k] de la C. Podrían haber adoptado la gamma griega ( Γ ), que sí representaba el sonido [g], pero los romanos creían erróneamente que también tenía el sonido [k]. Así que no resolvieron este problema hasta que Espurio Carvilio inventó la G, en el siglo III a. C., añadiendo una rayita a la C.

La G tiene dos pronunciaciones distintas:

Una de ellas es blanda y suave, cuando hiere a las vocales a, o, u y también cuando entre ellas y las vocales e, i se interpone una u muda, como en guerra, si la u conserva el sonido debe llevar diéresis, como en vergüenza, argüir, antigüedad. Cuando entre la g y alguna de las vocales se interpone la l o la r es asimismo suave su pronunciación, como en gloria.

La otra pronunciación de la g es fuerte, cuando hiere a las vocales e, i sonando entonces como j:gente, género. Es aquí donde persiste un conflicto entre ambas letras (g, j) que aún no ha sido debidamente resuelto. Se ha ido admitiendo que se escriban con j voces que empezaron escribiéndose con g (como hospedaje, forajido, jinete, mujer o traje), oprocedentes de una clarísima g: las terminaciones más usuales en ~aje, como equipaje, maridaje, menaje, paje, peaje, potaje, masaje, utillaje (de la que se exceptúa, por cierto, ambages) proceden en su mayoría de voces francesas con ~age; pero también extranjero, granja y verja, igualmente procedente del francés, o hereje, follaje, homenaje, jerigonza, lenguaje, linaje, mensaje y monje, de origen provenzal, o viaje, tomado del catalán. Asimismo se han ido admitiendo alternancias como gibraltareño / jibraltareño, hégira / héjira, gineta / jineta y otras. Pero las reglas no están claras.

Con el paso del tiempo se ha ido suprimiendo la g en algunos casos: el más notable es el de las palabras que empezaban por gn~, para las que desde 1959 se admite la escritura con n: gnomo o nomo, gnóstico o nóstico. También la palabra aumento perdió su g (augmento) entre los siglos XV y XVI, que tenía su origen en el latín AUGMENTUM; y flema (del lat. PHLEGMA), que se escribía phlegma hasta bien entrado el s. XVIII; y maestro (del lat. MAGISTER), que sin embargo mantiene la g en sus derivados cultos:magisterio, magistral; y ruido (del lat. RUGITUS), que la mantuvo no obstante en el verbo rugir y, posteriormente, en su derivado culto rugido; y vaina (lat. VAGINA), que se mantiene en su derivado vagina. Todo lo contrario ha ocurrido con la palabra benigno (del latín BENIGNUS), que perdió su g muy pronto, pero que la recuperó no hace mucho, pues todavía en el Siglo de Oro se escribía benino. Y magdalena es un vocablo que se resiste a desprenderse de su g, pese a admitirse académicamente madalena.

La g mantiene o ha mantenido duras luchas con otras letras a causa de varias palabras sinónimas. Ejemplos:

Con la b sostuvo una lucha por agujero / abujero que se resolvió muy pronto a favor de la g, seguramente porque el vocablo en cuestión era claramente un derivado de aguja. Sin embargo, su lucha con la b por buhardilla / guardilla, en su significado ‘ventana que se levanta por encima del tejado de una casa’, ha estado más reñida; hasta ahora, aunque ambas palabras se mantienen vivas, existe una clara ventaja para la b.

Lo mismo le sucede con la c en garrucha / carrucha ‘polea’: si bien con la g procede de carrucha(derivado de carro), parece que aquí la g tiene bastante ventaja. También le ha ganado la batalla a la c en la lucha que han mantenido durante siglos por gangrena (más fiel a su raíz latina) y cangrena (ya en desuso); por grieta y crieta, a pesar de que aquí es esta última la que, hasta los siglos XIV-XV, era la que preservaba un mayor vínculo con su origen latino; y por lágrima y lácrima (más fiel a su raíz, razón por la cual sus derivados cultos preservan la c: lacrimal, lacrimoso). Hace mucho más tiempo que le ganó la batalla a la c por lago (del latín LACUS), sagrado (del lat. SACRATUS) y sencillo (lat. SINGULUS), si bien se han vengado con sus respectivos derivados cultos lacustre, sacramento, sacristán, sacrificar, singular. Y también hace mucho que la g le ganó a c la batalla por gato, siendo esta una historia que merece la pena conocer: Los romanos antiguos conocían al gato montés como FELiS (de ahí los derivados cultos felino, félido…), pero no tenían un nombre para el gato doméstico. Ya en el s. IV, de procedencia incierta, aparecieron en el latín tardío las palabras cattus y catta, teniéndose por seguro que ya hacia el año 600 se usaba cattus para referirse al gato doméstico. Pero en su adaptación a los romances de las penínsulas ibérica e itálica, cattus se convirtió en gattus, estando documentado ya un gatu en los orígenes del español (año 967).

De las tres letras de la palabra gag dos son ges. También acaban en esta letra iceberg, tuareg yzigzag.

H

La H es la letra decimoquinta que más palabras encabeza en el diccionario: 2.189, el 2’48%. Su hombre es hache, del francés hache, y este del bajo latino hacca, modificación de ach, pronunciación vulgar en lugar de ah (con h aspirada), que fue el antiguo nombre latino de esta letra. Paradójicamente, empezó su andadura en el español escribiéndose sin h: ache en un texto de 1433.

En el alfabeto fenicio había una letra conocida con el nombre de het que es la antepasada de nuestra H y que se representaba con una figura de dos rectángulos superpuestos, algo inclinados. No está muy claro de donde procedía esta het fenicia. Se pronunciaba como una j suavemente aspirada. Los griegos la adoptaron de los fenicios dándole la forma mayúscula que hoy conocemos por eliminación de los trazos superior e inferior, y manteniendo la suave aspiración. Pasó al latín, donde fue perdiendo el sonido hasta quedar muda. Y así llegó al español: se escribe pero no se pronuncia.

Como ya hemos visto en el apartado de la letra f, muchos de los vocablos latinos que empezaban por esa letra pasaron al romance castellano cambiándola por una h aspirada: harina (farina escribe Berceo;farinato es un tipo de embutido salmantino), hacer (facer y fazer en el castellano arcaico), hambre(fanbre en el Cid), hablar (fablar en el Cid), harto (farto en el Cid), hastío (fastío todavía en el s. XVI, de donde vendría luego fastidio), hebilla, heder (feder en Berceo), helecho (felecho en la Edad Media),hender (fender en Berceo), herir (ferir en la Edad Media), hermoso (fermoso en los orígenes del idioma),hervir (fervir en Berceo), hez (fez en Berceo y con f en sus derivados cultos: fecal, fécula), hígado(fígado y fégado medievales), higo (figo en el Cid), hinojo (finojos se lee en el Quijote), horadar (foradar, Cid), horca (forca, Berceo), hormiga (formiga aún en el s. XIV y con f sus derivado fórmico), horno, hostigar (fostigar en Berceo, con un derivado culto, fustigar, ya en el latín tardío del s. IV), huen (efe) es la 13.ª que encabeza más palabras en el diccionario, con 2.860, elsloerie /i/iQuijote(e/iflema islori/i/ia /i 3’25% del total./iu ir (fuir, 1054, y también huída, pero no sus otros derivados: fuga, fugar, fugaz, fugitivo…), humo (fumo, 1088, así como humear, pero no sus otros derivados: fumigar, fumar, esfumar, perfumar…), hurto (furto, 1076, y también su derivado hurtar, furtar en el Cid)… Mención especial merece hierro (fierro en 1065,ferramienta en 1251), ya que la forma fierro permanece hoy en una buena parte de la América rural, así como en Chile, donde forma parte del vocabulario general. También sufrieron esta transformación, por supuesto, palabras que contenían esta letra, aunque no empezaran por ella, como búho (del latín vulgar BUFO) que Alfonso X aún escribió en sus glosas bufo, aunque ya aparece comúnmente con h en el s. XIII. En consecuencia, el español llegó al siglo XV con un vocabulario parvo en palabras con efes, pero con muchas que las recordaban con esas haches que la gente culta (que no la rústica) diferenciaba de las mudas con una ligera aspiración. Pero a finales del siglo XV la tendencia cambió por completo. Con la aparición de la imprenta, la expulsión completa de los musulmanes de la Península ibérica, el descubrimiento de América y el Renacimiento, los españoles cultos observaron las haches aspiradas con desprecio, demasiado rudas y arabizadas para su gusto. Así que empezaron a recuperarse las efes en numerosas palabras, aunque no fueron pocas las que mantuvieron las haches. La aspiración de estas haches se conserva aún en algunos lugares (Andalucía, Extremadura, Canarias y ciertas zonas de América). A veces, esta aspiración llega a convertirse en el sonido [j], pronunciación que en algún caso tiene su reflejo en la escritura: el cante jondo (de hondo); jalar, variante de halar usada en varios países americanos; jolgorio, grafía hoy mayoritaria frente a la etimológica holgorio; juerga, variante andaluza dehuelga (del lat. FOLGARE ‘descansar’). Jaca procede de la desusada haca (con h aspirada), que anteriormente se escribía faca. Y hasta el malsonante joder (del lat. FUTUĔRE ‘practicar el coito’), que empezó siendo foder en el español primitivo (fodido sea es una maldición que se lee en una inscripción cristiana de Granada de 1332-34), pasó a ser luego hoder, con la característica h aspirada que propició la posterior aparición de la j. En el caso de huracán, vocablo de origen taíno que se escribió furacán al principio en español, el carácter aspirado de la h se conserva en la pronunciación juracán de los dominicanos. También algunas palabras procedentes de idiomas extranjeros la h se pronuncia aspirada o con sonido cercano al de la [j]: hámster, holding, hachís, hall, hockey, Hawai… Y el grupo -hi- en posición inicial de palabra seguido de una e tónica se pronuncia normalmente como [y], salvo detrás de pausa o de palabra que termina en vocal, en que la pronunciación oscila entre [ié] y [yé]; así, es normal que palabras como hierro, hielo, hierba, hiedra se pronuncien [yérro, yélo, yérba, yédra], llegándose a fijar incluso esta pronunciación en la escritura, como ha ocurrido en hierba y hiedra, que pueden escribirse también yerbay yedra. Por cierto que, en los orígenes del español, lo más común era escribir ierba y elar.

Pero la norma actual es que la h sea muda, razón por la cual ha habido muchos intentos por suprimirla. Pese a ello, la h se ha conservado hasta hoy por tradición y porque ayuda a diferenciar palabras homófonas (que suenan igual) como huno y uno, hojear y ojear, hola y ola, hala y ala. Por el momento, hay varias palabras que se pueden escribir con o sin h: harmonía o armonía, harpa o arpa, harpía o arpía, harpillera o arpillera, harrear o arrear, harriero o arriero, hujier o ujier, hurraca o urraca. De otras palabras, sin embargo, la h desapareció hace tiempo, como por ejemplo ardilla, diminutivo de arda (perro ardero ‘el que caza ardillas’), procedente a su vez de harda, de origen incierto pero documentado en el español del s. XIII; o arrumaco, escrito harrumaco en la Loçana Andaluza(1528). Desapareció también en los orígenes del español la h de haber (lat. HABĒRE), pues aparece escrita aver en el Cid, pero los renacentistas la recuperaron, si bien tardó todavía cierto tiempo en asentarse. La misma experiencia sufrieron hombre, hombro, honor, honrar, hora, huerto, hueste (ombre, ombro, onor, onrar, ora, uerta, ueste en la literatura medieval) y hoy (oy todavía en el Diccionario de Autoridades, 1737). Algo parecido le pasó a historia, pues hasta finales del medievo era muy frecuente la forma sin h estoria. Hasta es otro vocablo (de origen árabe) que empezó en español sin h (asta) e incluso con f (fasta), pero en Nebrija ya aparece con esta letra.

Hueco, hueso y huevo empiezan con h pese a proceder de étimos (étimo: raíz o vocablo de que procede otro) latinos que carecían de ella. Esto se debe a la antigua costumbre, tal como veremos más adelante, de utilizar indistintamente la u o la v ya como consonantes ya como vocales, provocando una confusión con la que se pretendió acabar colocando una h delante de vocal. En el caso de hueco (OCCĀRE) resultó que las formas primitivas ocar y aocar derivaron en hueco; pero no así otro derivado: oquedad.Hueso (OSSUM) aparece ya así en el español primitivo, con h, así como algunos de sus derivados: huesoso uososo, huesudo u osudo, osamenta (antes osambre), osario, óseo. Y el medieval uevo (OVUM) pasó a escribirse huevo, quedando no obstante sus derivados liberados de la h: aovar, ovar, oval, óvulo, ovario.

Si ya de por sí parece una letra inútil, mucho más se antoja cuando aparece intercalada, como enadhesivo, ahí, alcohol, anhelar, bahía, cohorte, parihuela, tahona, tahúr, zaherir, zanahoria… En cadalsonos libramos de ella (cadahalso) hacia el s. XVI; en traer hacia el s. XVIII (traher y contraher todavía en el Diccionario de Autoridades,, de acuerdo con su étimo latino TRAHERE); y ahora (del latín HAC HORA ‘en esta hora’) llegó al castellano primitivo sin h (aora escribía el Arcipreste de Hita, siendo aún más antiguo unagora que todavía se oye en el habla rústica de muchos lugares). Por lo general, estas haches intercaladas permanecen en el español actual, aunque no así, por fortuna, las que formaban los dígrafos etimológicosph, rh, th, y varias de las del ch. Como sabemos, en 1803 el dígrafo ph se transformó en f. Pues bien, previamente, en 1779, se acabaron los dígrafos rh (diarrhéa, myrrha, rhetórica, rheuma, rhythmo, rhinoceronte, rhombo) y th (arithmética, éther, ethéreo, góthico, hypotheca, hipothesis, orthographía, pantheon, panthera, parenthesis, pathético, phythonissa, sympathía, systhema, thé, theatro, theología, theoría, thesis, thesóro). En cuanto al dígrafo ch (con h muda, a diferencia de la che), con el que se escribía, por ejemplo, mechánica, fue suprimido en 1754, aunque subsistieron algunas palabras hasta 1803, como Christo, tal como vimos en el apartado de la Ch.

Se escribe con esta letra el término gramático hipocorístico ‘dicho de un nombre: que, en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Lola Charo’. Seguramente los hipocorísticos más extendidos son Pepe/Pepa y Paco/Paca. Pues bien, Pepe proviene de PATER PUTATIVUS (que se tiene por padre, no siéndolo), ya que en los libros religiosos se añadía tal aclaración al nombre del padre de Jesucristo, abreviado: San José, p.p.; y de tales pes salió, al parecer por ocurrencia de los monaguillos, el Pepe en sustitución de José. Algo similar sucedió con el fundador de la comunidad franciscana: San Francisco, PATER COMUNITATIS (pa.co.).

I

La vocal i es la undécima letra que más palabras encabeza en el diccionario, con 3.105, el 3’52% del total. La i es, junto con la u, la vocal más cerrada para cuya emisión basta separar las mandíbulas unos cuatro milímetros. Es la vocal más aguda, o sea, la que se produce con el máximo de vibraciones por segundo.

La antepasada más remota de la i de la que se tiene seguridad es la yod fenicia. Los griegos la empezaron a escribir tal como nosotros conocemos la I mayúscula. El alfabeto latino la copió, pero poniéndole al principio dos circulitos en cada extremo. Durante mucho tiempo, en español se escribió en minúsculas sin el actual puntito, lo que ocasionó muchos trastornos para su lectura correcta, pues se confundía a menudo con otras letras; para diferenciarla, a veces se escribía prolongándola por arriba (como una I mayúscula) o por abajo (de donde salió la j), y hasta con algún circulito en algún extremo, casi como los romanos. En la Edad Media se decidió acentuarla, y así quedó el puntito actual tras inventarse la imprenta.

La i comparte sonido con la y, a quien cedió en 1726 el uso como conjunción copulativa. En 1815 se decidió que i es vocal en todos los casos, excepto cuando es final de palabras que acaban en ai, ei, oi y frecuentemente en ui (Uruguay, ley, doy, muy).

Hay palabras con dos ies seguidas, como antiinflamatorio.

La i rivalizó con la letra e por las siguientes palabras, logrando por fin imponerse ya en el español:amarillo (del bajo latín AMARĔLLUS): amarielo > amarialo > amariello > amarillo; ciruela, en la primera vocal,(del lat. CERĔOLA ‘que tiene color de cera’): cirula > ceruela > ciruela; dibujar (del francés antiguodeboissier): debuxar > dibuxar > dibujar; en la segunda vocal de experiencia (lat. EXPERIENTĬA): espiriencia> esperiencia > experientia > experiencia; en la segunda vocal también de gemir (lat. GEMĔRE): gemere > gemer > gemir; en la primera de ingenio (lat. INGENĬUM): engeño > engenio > ingenio; en hinojo ‘rodilla’ (del lat. vulg. genucŭlum, con i resultante de yenojo): enojo > inojo > hinojo; en la primera de historia(lat. HISTORIA): estoria > historia; también en la primera de iglesia (lat. ECCLESĬA): eglesia > iglesia; en igual(lat. AEQUĀLIS): equal > egual > igual; en la primera de jeringa (lat. SIRINGA): siringa > xeringa > jeringa; enplañir (lat. PLANGĒRE): plañer > plañir; en maestro (lat. MAGISTER): maistro > maestro; en disparar (lat.DISPARĀRE): desparar > disparar; en la segunda de regir (lat. REGĔRE): reger > regir; en la primera de rincón(del ár. hisp. rukán, y este del ár. clás. rukn): rencón > rincón; en ninguno (lat. NEC UNUS ‘ni uno’):nenguno > ninguno; riñón (lat. RENIS): reñón > riñón; en sanguijuela (de sanguja, y esta del lat.sanguisūga; de sanguis ‘sangre’, y sugĕre ‘chupar’): sanguisuela > sanguesuela > sangrusuela > sangujuela> sanguijuela. Pero en otras el resultado fue adverso para la i, como en campeón (del italiano campione):campion > campeón. En otras quedaron ambas letras en tablas, como en fiesta (del latín tardío FESTA), ensien (del antiguo sen, y estedel germánico sĭnn) y en siervo (lat. SERVUS), donde conviven pacíficamente; o en selva y silva (del lat. SILVA), gracias a que esta última varió su significado, como en témpano y su derivado tímpano (lat. TIMPANUM); o, por la segunda vocal, en cerner y cernir (lat. CERNĔRE), siendo sinónimas (que tienen una misma o muy parecida significación); y también por la segunda vocal en las sinónimas hender y hendir, y sus derivados hendedura y hendidura. También son sinónimas las palabrasinfernillo e infiernillo, ambas derivadas de infierno (lat. INFERNUM), donde la i se colocó muy al principio del español; al igual que mierda (lat. MERDA), pie (lat. PES), piedra (PETRA), piel (PELLIS), pierna (PERNA),tiempo (TEMPUS), tierra (TERRA), tiesto (TESTUM) y viento (VENTUS), ya en los albores del idioma.

Por su parte, compañía recuperó su i etimológica muy pronto, pese a que el latín COMPANĬA (de CUMy PANIS) pasó al español primero como compaña, pero no ocurrió lo mismo con su derivado compañero.

J

La consonante J es la decimonovena letra que encabeza más palabras del diccionario: 961, el 1’09%. La j es hija de la i. No existía en los alfabetos fenicio, griego ni latino. El sonido consonántico peculiar de la j se produjo en el paso del latín al romance castellano por múltiples procedimientos: la propia i (IOCUM > juego); una l seguida de e o i (MULIER > mujer, PALEA > paja); un grupo -cul- (AURICŬLA >oreja, OCULUS > ojo); un grupo -sc- (FACSIA > faja); e incluso por adaptación de sonidos árabes (šáy> jeque, aššuwár> ajuar, šuríl> jurel). Para este sonido también servía la i (causa de no pocas confusiones, pues la palabra viejo, por ejemplo, podía verse escrita vieio o vjeio), hasta que, entre los siglos XVI y XVII, se separaron, quedando la primera como vocal y la segunda como consonante y con sonido propio. El humanista francés Pierre de la Ramée fue el inventor del signo de la J mayúscula y la j minúscula, para su adaptación a la imprenta en el siglo XVI. Tiene un punto arriba por herencia de la i, que así se distinguía de la u. Su propio nombre, jota, procede del nombre de la i en griego: iota. Pero cuando la j se desligó de iempezó su competencia con otras dos consonantes, la g y la x. Tal como veremos en el apartado correspondiente, la x representó en español antiguo un sonido similar a la actual sh del inglés (xabon, viexo, dixo, floxo, México, Texas, Ximénez) que desapareció del español a mediados del s. XVI, pasando a escribirse definitivamente en 1815 estas palabras con j (jabón, viejo, dijo, flojo, Méjico, Tejas, Jiménez), si bien se conservan por tradición algunas con x, aunque se pronuncian como j (México, Texas). Esto resolvió las confusiones que había entre aquella x y la j, pero no entre esta y la g cuando va seguida de e, i. Esta coincidencia de sonido de la j con la ge, gi, todavía persiste, y sus posibles confusiones también.

En el apartado de la letra g expusimos muchos ejemplos de palabras con origen extranjero (la mayoría francés) y final ~age donde esta letra acabó siendo sustituida por la j. Todavía hay alguna que se resiste, como collage, si bien ya existe una propuesta oficial para adaptarla gráficamente al español comocolaje.

El sonido de la j es tan recio que a menudo resulta demasiado fuerte, sobre todo cuando se juntan dos de estas letras en una misma palabra (ajonjolí, cejijunto.cojijoso, jambaje, mejunje, jauja, tejemaneje) o tres (jajajear) o va unido su sonido al de la doble ere (jarra, jarrete). Por el contrario, su sonido se ensordece cuando finaliza el vocablo (boj, carcaj, reloj, troj).

K

La K (ka) es la vigésimo cuarta letra que más palabras empieza en el diccionario: 101, el 0’11%. Se la ha considerado desde siempre como una letra inútil y extranjera, pues ya los romanos contaban solo con diez palabras que empezaban con esta letra, aunque la tomaron del alfabeto griego que, a su vez, la copió de la kaf fenicia (pero dándole la vuelta) y los fenicios, en fin, la tomaron de la escritura jeroglífica egipcia, en donde representaba una mano o un puño. Entre 1815 y 1869 desapareció del diccionario académico.

Son muy pocas las palabras españolas que la contienen, pues en su mayoría tienen un claro origen extranjero. El sonido que representa también lo tienen la q, la c cuando va seguida de a, o, u y, a veces, lach.

Ha habido prestigiosos lingüistas (y todavía los hay) partidarios de cambiar la ortografía de algunas palabras a favor de la k; de modo que cama, como, cuna, queso, quiso, se escribieran kama, komo, kuna, keso, kiso, a la manera como se escribían ya muchos de estos vocablos antes del siglo XIII (kasa, cabestro, karrera, kauallo, kabalkata). Pero estas propuestas no han prosperado por ahora. Hoy en día, la k también es utilizada como signo de rebeldía por quienes viven a contracorriente, como los okupas. Pero tampoco esta costumbre ha sobrepasado la marginalidad para extenderse entre la mayoría de la gente; si bien es muy común utilizar esta letra en los mensajes electrónicos. Asimismo ha habido intentos contrarios a los anteriores, en los que se ha propuesto alternativas a palabras como kilómetro, kilo o kimono, autorizándose el uso de quilómetro, quilo y quimono, pero tampoco ha prosperado esta propuesta, ya que son muy pocos los que hacen uso de ella. De manera que la k se mantiene en esa situación de marginalidad dentro del alfabeto, en la que de momento ni pierde ni gana terreno.

Se escriben con dos kas: kamikaze, karaoke, katiuska, kayak.

L

La L (ele) es la decimocuarta letra que más palabras encabeza en el diccionario: 2.495 (incluidas las 134 de la LL), el 2’83%. Los fenicios tenían esta letra en su alfabeto con el nombre de lamed ‘cayado’, con forma en efecto de este utensilio que empleaban los pastores para azuzar a los bueyes. Los griegos la adaptaron con el nombre de lambda pero sustituyendo la curva de la letra en un ángulo agudo. Un ángulo que hicieron recto los romanos cuando la copiaron para el alfabeto latino. Y así llegó al español. Excepto por el tamaño, la L mayúscula y la l minúscula se escribían igual, pero al ligarla con otras letras en la escritura manual, a la minúscula le apareció la panza superior.

Representa el sonido consonántico más abierto y sonoro, por lo que se sirve para acompañar el tarareo de cualquier melodía. Se ha definido su sonido como cantarín y mojado o líquido, pues la lengua es verdad que se ensaliva más que al pronunciar otras letras. De ahí que la l suela aparecer en onomatopeyas del sonido del agua.

Umbral ‘parte inferior de la puerta de una casa’ era antes lumbral (todavía en el diccionario como ‘escalón de la puerta de entrada de una casa’), pero perdió su primera l para evitar confusión con el artículo (el umbral). Lo mismo ha sucedido con atril, antiguo latril. Y por el mismo motivo (evitar confusión con el artículo), hubo un cambio en la consonante inicial de lintel (del lat. LIMITELLUS, derivado de LIMEN ‘linde, límite’) en el siglo XVII, pasando a escribirse y pronunciarse dintel. También perdió con el tiempo una l la palabra apacible (de aplacible, ahora en desuso pero muy frecuente hasta fines del s. XVI).

La l tuvo su particular conflicto con la letra b a causa de las palabras bombarda y lombarda en su común significado ‘cañón antiguo de gran calibre’, quedando al final en empate. La más antigua de ambas palabras es lombarda (de lombardo ‘natural de Lombardía’), que pasó a bombarda por influencia debomba.

LL

La LL (elle) es, como la Ch, un dígrafo ‘signo ortográfico compuesto de dos letras para representar un fonema’, que durante mucho tiempo fue considerada una letra independiente, pero que, desde 1993, ha vuelto a incluirse en el apartado de la L. Hay 134 entradas en el diccionario académico que empiezan con este dígrafo.

La mayúscula se escribe LL cuando toda la palabra es en mayúsculas (LLAVE) o Ll cuando las demás letras de la palabra son minúsculas (Llave). La minúscula se escribe ll.

El sonido que representa la ll es peculiar del español, distinto al que pronunciaban los romanos en palabras con ll que pasaron a la lengua romance con ligeras variaciones, como VALLIS (leído val-lis) > valle yCAPILLUS (leído capil-lus) > cabello.

La ll rivalizó con su hermana l por mil (lat. MILLE) hace mil años, en los albores del español, pues entonces se escribía mill. También rivalizó con la muy española letra ñ por su dominio en el verbodomeñar (domellar en el s. XIII), pero al final perdió la batalla. E igual fin tuvo en su disputa con la letra jpor toalla, que antiguamente se escribía tobaja (más acorde con su origen germánico thwahljô), usada aún en Andalucía. Mejor parada salió de su pelea con la l por heredar el vocablo latino LEVĀRE en su significado de ‘llevar’, pues en la Edad Media se decía levar (de donde levante y levantar), hasta que en el s. XVI se hizo más común llevar, quedando levar limitada al vocabulario marinero. Algo parecido le pasó con la f enllama (lat. FLAMMA), que empezó siendo en español flama, hasta que, a partir de mediados del s. XIII, empezó a ser arrumbada por la ll, conservándose desde entonces como un sinónimo culto (como cultos son sus derivados: flamante, soflama, inflamar); y también con el grupo -cl- en llamar (lat. CLAMĀRE) cuyo significado fue heredado primero en español por clamar, hasta que este verbo hubo de variar sensiblemente de significado para sobrevivir como cultismo (clamor, aclamar, declamar, proclamar, reclamar son también derivados cultos del vocablo latino), y en llave (lat. CLAVIS), que en Berceo se lee también clave, si bien esta última quedó pospuesta primero y sobrevivió luego gracias a que se especializó en su significado como duplicado culto (de donde derivaron clavija, clavícula, cónclave).

M

La M (eme) es la sexta letra que más palabras empieza en el diccionario: 5.367, el 6’10%. La m es considerada onomatopeya del balbuceo, del intento de hablar, por lo que es la preferida para que los niños aprendan a llamar a su madre en muchos idiomas (mama en el español tradicional, que se acentuó, mamá, en el siglo XVIII por imitación francesa). Al igual que la b y la p, la m es una letra que los niños aprenden fácilmente a pronunciar porque se articula con los labios de manera visible.

El origen de esta letra está en el símbolo con que se representaba el agua en la antigua escritura jeroglífica egipcia. De este símbolo tomó el alfabeto fenicio su letra mem ‘agua’, pero transformando los trazos de manera que desaparecen sus evocadores aires acuáticos. Los griegos la copiaron para su letramy, en versiones muy parecidas ya a la M actual, como lo es ya la M latina.

Muy relacionada con el agua de la que procede esta letra es la palabra Madrid, nombre de la capital de España. Viene del árabe mairyt, palabra con que denominaban los canales subterráneos que construyeron hace siglos para el aprovisionamiento de agua de la ciudad. Y también el nombre del patriarca bíblico Moisés, Mouseh en copto, una de las lenguas habladas en Egipto y en la que significaba ‘salvado de las aguas’ (mo ‘agua’ y useh ‘salvar’). Con Moisés está relacionado el muy conocido Baño María ‘recipiente con agua puesto a la lumbre y en el cual se mete otra vasija para que su contenido reciba un calor suave y constante en ciertas operaciones químicas, farmacéuticas o culinarias’. Según Corominas, este baño se llama por la hermana de Moisés, probablemente por alusión a su hermanito, por quien ella velaba mientras anduvo a flote, dentro de su cuna, por las aguas del Nilo. El diccionario académico está de acuerdo con que proviene de la hermana de Moisés, pero porque fue considerada la primera alquimista.

Debe escribirse m delante de b y p (ambiguo, campo), mientras que se escribe n ante la letra v (inviable, invasión). No obstante, hay algún caso en que por respetarse las grafías etimológicas, puede aparecer n ante b: Canberra, Gutenberg. Antiguamente no existía esta regla ortográfica, por lo que es muy común leer en textos medievales palabras tales como enxanbre (enjambre), emvío (envío) o embiar (enviar).

A partir del griego mnéme ‘memoria’, existen en el español las voces mnemónico, mnemotecnia,mnemotécnico,en las que la m es muda. Ante la difícil articulación de este grupo consonántico inicial, estas voces pueden escribirse también sin m (nemónico, nemotecnia, nemotécnico).

Existen varias palabras que acaban con esta letra, casi todas con claras raíces latinas (álbum, factótum, médium, pandemónium, quórum, referéndum, réquiem, solárium, tándem, ultimátum, vademécum), pero también de procedencia árabe (Islam, imam, harem), amerindia (tótem), e inglés (film), y de creación mucho más moderna, como módem, acrónimo (unión parcial) de modulación ydemodulación. Algunas de estas voces se han adaptado gráficamente a nuestro idioma dando lugar a variantes con ~n, como ha sucedido con imán o harén.

Hay siete vocablos con tres emes: matemáticamente, momentáneamente, mormonismo, omnímodamente, tres de lo cuales acaban además en esta letra: memorándum, pimpampum y súmmum, esta última con dos emes seguidas.

Existen en español palabras que empiezan con m y que resultan muy sonoras al contar además con dos as, tales como maca y macá, mama y mamá, maga, maja, mala, malla y maya, mana y maná, maña, mapa, mara, masa, mata y maza. Sin embargo, no existen maba, mada, mafa ni mava, con lo fáciles y sonoras que serían.

En el vocablo calumnia a la m le costó recuperar su lugar etimológico (del latín CALUMNĬA), ya que en la Edad Media la forma más corriente era calunia. Y, en cambio, en comensal (del latín CUM ‘con’ y MENSA‘mesa’) su presencia fue doble, comemsal, hasta no hace mucho, pues así escrita figura en el Diccionario de Autoridades (1729). En este mismo diccionario aparecen commemorar y commover, pero la primera de estas emes etimológicas (lat. COMMEMORĀRE y COMMOVĒRE) acabó por ser sacrificada a favor de la n:conmemorar, conmover. Lo mismo se puede decir de lema (lat. LEMMA), que en Autoridades (1734) se escribe lemma. Así como muchas de las palabras que hoy en día empiezan por enm~ o inm~, que en dicho diccionario aparecen escritas con dos emes seguidas: emmaderar, emmarañar, emmascarar, emmohecerse, emmudecer, immaculado, immaduro, immediato, immenso, imminente, immortal. Y en este mismo diccionario (1732) se lee emphasis, así, de forma idéntica al término latín del que procede, pero que cambió muy pronto a énfasis, sustituyendo la m por la n, cuando se rompió con el concepto radicalmente etimológico que se tenía.

Con la letra b disputó la m a cuento del verbo desmoronar, no en balde es un derivado de borona‘pan de mijo o de maíz’; desboronar aún aparece en el diccionario académico como sinónimo en desuso. Según los fonólogos, este cambio de b en m es un fenómeno corriente a lo largo de la historia de nuestro idioma, debido a una dilación de la nasalidad en la pronunciación. También con la b tuvo la m su rivalidad por vagabundo (lat. VAGABUNDUS), pues hasta el s. XIX fue también muy corriente la variante vagamundo, hoy considerada vulgar.

N

La N (ene) es la decimoctava letra que encabeza más palabras en el diccionario: 1.287, el 1’46%. En los jeroglíficos egipcios aparece representada como una serpiente. Esquematizada y con un rasgo más quebrado pasó primero al alfabeto fenicio con el nombre de nun y luego al griego con la misma forma y el nombre de ny. Así llegó al latín, con una mayúscula, N, idéntica a la nuestra. La minúscula nació con el redondeo del trazo al escribir letras juntas.

Fonéticamente, la n es en español una consonante que, con la m y la ñ, completa el trío de nasales. Su sonido se forma con una resonancia en el interior de las fosas nasales, al aplicar sobre ellas la punta de la lengua. Es una consonante muy maleable. Al pronunciarse, se adapta su sonido al de otras consonantes, suavizándose hasta el punto de casi desaparecer. En el grupo -nm- (inminente, inmóvil, conmigo), aunque se esboza la articulación de la n, lo que suena en la conversación corriente es la m; de ahí las vacilaciones que ha habido entre los ortógrafos a la hora de considerar el hecho de si escribir -imm-(ej.: immóvil, talcomo prefería Nebrija), norma aprobada por la Academia en 1726, que corrigió no obstante cuarenta años más tarde, para imponer el modo –inm- (inmóvil), todavía vigente. Pero donde mejor se comprueba la costumbre de asimilar la n a las consonantes que la siguen es el caso de las sílabascons, ins y trans. En esta última (transporte, transpirar, transformar), se pronuncia tan relajada que a veces desaparece; de ahí que, en 1970, se terminara oficialmente por aceptar la posibilidad de quitarla en algunos de estos casos (trasporte, traspirar, trasformar). En el caso de consciencia fue la pérdida de la s y no de la n la que fijó en el uso la grafía simplificada conciencia.

Algunas palabras se escriben con dos enes seguidas: connotación, ennegrecer, ennoblecer, perenne, connivencia, innato. Durante mucho tiempo también se escribían con dos enes seguidas annexo, annexar, connexión (aún en el Diccionario de Autoridades, 1726); innocencia (Aut. 1734); e innocuo(1843). Así como dinno (del lat. DIGNUS), que en la Edad Media ya era dino, pero que acabó recuperando no obstante su g etimológica convirtiéndose en el actual digno.

La primera n de renglón se introdujo injustificadamente por influjo de ringlera ‘fila o línea de cosas’ en la más antigua reglón (aumentativo de regla) y que sobrevive hoy en el diccionario con el significado de ‘regla grande que usan los albañiles y soladores para dejar planos los suelos y las paredes’.

De manera igualmente injustificada se produjeron las incjuegoson también derivados cultos del vocablo latino), y en ‘agua’, pero transformando los trazos de manera que desaparecen sus evocado/icuando va seguida de La res aires acuáticos. Los griegos la copiar/i/ichion para su letralusiones de las siguientes enes: la segunda en el verbo intrincar, procedente de intricar (lat. INTRICĀRE), todavía en vigor aunqi). Por el contrario, scontraher memorándum, pimpampjbum dinno p/iu sonido se ensordece cuando finaliza el vocablo (ue con mucho menor uso; y la primera n en invierno, que de), rivó de ivierno (lat. [TEMPUS] HIBERNUM), aún en el diccionario académico con idéntico significado. En el caso de la primera n de manzana, que carecía de ella hasta el s. XIV, cuando se escribía y pronunciaba mazana o maçana, los fonólogos explican esta inclusión a causa de una extensión de la nasalidad inicial, perteneciente a un tipo frecuentísimo (mancha, mancilla, manzana…), parecida a la que afectó también a la palabra mucho, que sobre todo en el s. XVI (pero todavía hoy en el habla vulgar) se pronunciaba y aún escribía muncho.

En el caso de alondra, la n es producto de un error. Del latín ALAUDŬLA, diminutivo de ALAUDA (voz de origen celta), el aloa y el alodra del español del siglo XIV se pasó a alondra por confusión con olondra, como se llamaba entonces a la golondrina.

El adjetivo pronto (lat. PROMPTUS) pasó al español primeramente como prompto, pero ya en el Siglo de Oro se simplificó con la introducción de la n en sustitución del grupo consonántico -mp-. Lo mismo sucedió con el adjetivo suntuoso (SUMPTUŌSUS), sumptuoso en el Diccionario de Autoridades (1739).

Por el contrario, en el tránsito del latín al español primitivo han perdido una n varias palabras, como mes (MENSIS), mesa (MENSA) o mostrar (MONSTRARE), que recuperaron no obstante sus derivados cultos (mensual, menstruación, comensal, monstruo).

Alimaña es sinónimo de animal y ambas palabras tienen un mismo origen, la voz latina ANIMAL, plural ANIMALĬA, de donde pasó al español animalia hasta los siglos XIV-XV, en que la n fue sustituida por lal.

Ñ

La Ñ (eñe) es la vigésimo quinta letra que más palabras encabeza en el diccionario: 80, el 0’09%. Es la letra patriótica, la aportación española al alfabeto latino.El sonido de la ñ no existía en latín, pero la evolución de grupos tales como gn, nn, ni o nh dio lugar a él durante la Edad Media entre las lenguas románicas. El italiano y el francés se quedaron con gn, el gallego-portugués con el nh y el catalán con el ny. El castellano prefirió nn, que se abrevió por medio de una n con una raya encima y que acabó convirtiéndose en una única letra en forma de n con tilde ondulada (ñ) y un sonido nasal muy peculiar, que se pronuncia juntando la lengua con el paladar de tal manera que impida la espiración por la boca, y separándola rápidamente para que el aire salga por la boca y las fosas nasales (ejemplos: PITINNUS >pequeño; DOMINUS > DOMNUS > donno > doño; SCAMNUM > scanno > escanno > escaño; TAM MAGNUS ‘tan grande’ > tan manno > tamaño). Pero también han pasado al español palabras con ñ cuyo origen está en otros grupos latinos, como puño (PUGNUS), aunque no ocurre lo mismo con sus derivados cultos: pugnar, impugnar; y como señor (SENIOR ‘más viejo’).

Del alfabeto castellano la ñ pasó a otros idiomas en los que existía una consonante nasal palatal en su sistema fonológico, como el euskera y el gallego en la Península Ibérica, el guaraní, el quechua, el aymara, el araucano, el mapuche y el zapoteco en América, el tagalo en Filipinas y el chamorro en las Islas Marianas. Y del mismo modo que el español incorporó la letra germánica w, más modernamente el inglés ha aceptado la ñ para poder escribir con exactitud, sin falsearlos, los préstamos hispánicos con esta letra que le han ido llegando, como cañada, cañón, jalapeño, niño, piñata, vicuña

Existen dos palabras que tienen dos eñes y que además empiezan por una: ñiquiñaque y ñoño.

Del árabe hispánico alkúnya tomó el español su alcuña ‘ascendencia, linaje, especialmente el noble’ (ny > ñ), que derivó poco después en alcurnia. El Diccionario de Autoridades encabeza su artículo con alcuña y dice que alcurnia «es voz baxa», pero en la actualidad aquella ha quedado como sinónimo en desuso de esta.

El latín CALUMNĬA pasó al español primitivo y popular como caloña y, algo más tardíamente y de forma culta, como calumnia, que ha sido la que ha terminado por imponerse, arrumbando a caloña como un vocablo anticuado, aún en el diccionario académico. Algo similar sucedió con ingenio: INGENĬUM > engeño > engenio > ingenio.

De origen incierto, quizá prerromano, hay constancia documental en el español del s. XIV de la palabra leganya, que derivó pronto (ny > ñ) en lagaña y después en legaña. El Diccionario de Autoridades(s. XVIII) prefiere todavía lagaña y en el actual diccionario académico figura como sinónimo de legaña, que «es la forma preferida hoy en el habla culta de casi todo el ámbito hispánico, aunque en algunos países de América convive en el nivel culto con la variante lagaña o, como en Costa Rica, es esta la única forma usada», aclara el Diccionario panhispánico de Dudas.

Como vimos en el apartado de la letra i, compañía es un derivado de compaña, de donde procede también compañero. Pero en la Edad Media el vocablo que más se empleó fue compaño y, con menos frecuencia, compañón, que más tardíamente solo se aplicó a los testículos, llamados así como eufemismo (forma suave de decir algo) por ser inseparables. La evolución de compañero fue la siguiente: companiero> compannero > compañero.

La etimología de nube y de nublar es muy clara: latín NUBES, NUBILĀRE. Pero como del latínINNUBILĀRE llegó también al español antiguo el vocablo (nn > ñ) añublar, durante mucho tiempo derivados de este (ñublo, ñublar, ñublado), ahora en desuso, han coexistido con derivados de aquel (nublo, nublado). Lo mismo ocurrió con nudo (NUDUS) y ñudo (derivado de añudar, que a su vez procedía del latínINNODĀRE, con evolución nn > ñ), y sus derivados: nudoso, nudillo y ñudo, ñudoso, ñudillo).

O

La vocal O es la decimoséptima letra que más palabras encabeza en el diccionario: 1.390, el 1’58%. Hasta hace poco, la o disyuntiva se acentuaba siempre; luego solía acentuarse cuando, yendo entre números, podía confundirse con un cero (40 ó 50); pero desde 2010 esta tilde se ha suprimido definitivamente.

La letra o aparece en la escritura jeroglífica egipcia con la forma de un ojo humano que miraba de frente. Los fenicios esquematizaron el símbolo dándole una sencilla forma circular y recordando su origen llamando la letra ayin ‘ojo’. Reducida la adoptaron los griegos, después los romanos y, por fin, nosotros.

Considerada históricamente, la o en las lenguas románicas procede de su antecedente latina; si bien hay palabras cuya evolución demuestra que hubo oes latinas que fueron transformadas en el diptongoue al pasar al español. Algunos ejemplos: Cuerno (lat. CORNU), aunque no así sus derivados cornada, córnea, corneta; cuero (CORIUM), pero no sus derivados coraza, coriáceo; cuerpo (CORPUS), pero nocorpóreo, corporación; cuesta (COSTA), pero no costilla ni costa ‘orilla del mar’. No sucedió lo mismo, pese a que se intentó, con conde (lat. COMES), que fue primero cuende, y con como, cuya evolución fue la siguiente: latín clásico QUOMODO ‘¿de qué manera?’, ‘de la manera que’ > latín vulgar QUOMO > quemo > cuemo > como.

Pero también han surgido oes por otro procedimiento. Por ejemplo, por reducción de algunos diptongos latinos: au > o (MAURUS ‘habitante de Mauritania’ > moro; AURICŬLA > oreja, pero no su derivado culto auricular; PAUPER > pobre, y su derivado pobreza, pero no el cultismo paupérrimo; TAURUS > toro, y sus derivados torear, torero, pero no los cultismos taurino y tauromaquia). Esta transformación ya existía en latín, aunque era considerada un rasgo de la lengua vulgar. Pero, a fin de cuentas, buena parte del vocabulario de las lenguas romances provienen del latín vulgar. Precisamente esta monoptongación (au > o) es la que dio lugar a la conjunción disyuntiva española o (este o aquel, blanco o negro), ya que esta función gramatical la realizaba en latín la partícula AUT. También la o española se ha nutrido de muchas ues latinas (FURCA > horca), sobre todo cuando iban seguidas de m (LUTUM > lodo, PLUMBUM > plomo) o de s(ANGUSTUS > angosto, ANNEXUS > anexo); si bien hay excepciones, como ángel (ANGĔLUS), pese a que Juan del Encina (1468-1529) escribiera ángelo, como apóstol (APOSTŎLUS), que fue primero apóstolo y aún figura así en el diccionario académico como sinónimo en desuso, o como risa (RISUS), que al principio fue riso, vocablo que ahora figura en el diccionario académico como poético ‘risa apacible’.

La o de estornudar (lat. STERNUTARE) usurpó el puesto que, desde los orígenes del idioma, había ocupado la segunda e de esternudar. Mucho antes sustituyó la primera o de obispo a la e que figuraba en su étimo (EPISCOPUS), puesto que este cambio se produjo en los albores del español de forma espontánea y, según los fonólogos, por el influjo de labialización de la b. Y la o de tortuga le robó su puesto a una aetimológica (del latín tardío TARTARŪCHUS) que sobrevivió no obstante durante los comienzos del vocablo en el español. En el caso de los verbos sinónimos entremeter y entrometer, aunque pueda parecerlo, la diferencia entre la e y la o no se debe a ninguna disputa entre ambas letras, sino al distinto origen de cada uno de ellos: entremeter procede del latín INTERMITTĔRE, en tanto entrometer viene del también latínINTROMITTĔRE.

Hay muchas palabras que se escriben con dos oes seguidas (cooperar, coordinar loor, microondas, protozoo, zoo) y con una h intercalada entre ellas (alcohol, cohombro, cohorte, moho). También son numerosas las palabras que cuentan con tres oes (cogollo, fósforo, mocoso); algo menos las que tienen cuatro (comodoro, horóscopo, oloroso); aún menos las que tienen cinco (fosforoscopio, odontólogo, todopoderoso); y solo hay una palabra que tenga seis: otorrinolaringólogo.

P

La P (pe) es la cuarta letra que más palabras encabeza en el diccionario: 7.478, el 8’50%. Desciende esta letra de un jeroglífico egipcio que representaba una boca abierta. Los fenicios le dieron el nombre de pe, que quería decir ‘boca’. Aunque olvidándose de lo que representaba, los griegos la llamaron pi y copiaron la forma fenicia, pero en varias versiones. Una de ellas fue la que eligieron los romanos para su alfabeto, que al final llegó al español.

De sonido explosivo, la única peculiaridad de esta letra es que puede confundirse con su homófono (que suena de igual modo pero con diferente significado) sonoro b. Esta igualación sonora es la responsable de que en árabe no exista la p; y también de que haya muchos vocablos latinos pasaran al primitivo español cambiando sus pes por bes: CAPILLUS > cabello, CAPRA > cabra, CAPITĬA > cabeza, RIPA >riba, LUPUS > lobo, SEPTEM > siete, POPULUS > pueblo, PROMPTUS > pronto, RAPUM > rabo, VIPĔRA > víbora. Ocurre lo contrario con columpiar, donde la b fue sustituida por la p, pero esto fue porque su origen no es latino, sino leonés (columbiar, como término marítimo que significaba ‘zambullirse’) con raíces griegas.

Q

En el diccionario hay tan solo 506 palabras encabezadas por la letra Q (cu). En este sentido, la qestá en el puesto vigésimo primero, con un bajísimo 0’57%. A la q siempre la acompaña una u muda.

Ya suponía esta letra un problema para los romanos, por tener un sonido coincidente con la c y la k. Esta diferencia ya existía en el alfabeto fenicio, con las letras kaf y qof, que las tomaron del jeroglífico egipcio, esquematizándolo, en el que se representaba la cabeza de un mono y que significaba esto mismo: ‘mono’. Los griegos hicieron suyas las letras fenicias pero llamándolas kappa y qoppa. Esta última la adoptó el latín, como Q, que pasó así al español.

El acuerdo definitivo es que se escribe c cuando le siguen las vocales a, o, u (casa, comer, cuchara), quedando para la q las e, i (queso, quiero). No obstante, todavía en el Siglo de Oro era muy común escribir quatro, quanta, quaresma (Teresa de Avila); qual, quantioso, cinquenta, quatrocientos, quenta, quento (Cervantes); qualquiera, quales, quando, quanto, eloquencia, quadrilla (Lope de Vega);quantidad, delinquente, pasquas, quidado (Tirso de Molina); quenten, quadre, requa (Góngora). En un intento por poner orden en este desbarajuste académico, en el siglo XVIII la primera Ortografía académica estableció el principio etimológico (por el que se respetaba la q en todas aquellas palabras que la tuvieran en latín), pero posteriormente este criterio fue corregido y, ya en 1815, la q solo se quedó para que, qui, con su correspondiente u de apoyo y considerándola, por ello, letra doble. En la última Ortografíaacadémica (2010) se estableció que las palabras quásar y quórum pasaran a escribirse con c: cuásar yquórum; del mismo modo que los nombres de los países Iraq y Qatar, pasarían a llamarse Irak y Catar.

Pero no solo con la c y la k ha debido competir la q para hacerse un lugar en según qué palabras, sino que también hubo de disputar con aquella ch que recordaba el origen latino del vocablo (Christo, chrónica): aniquilar (lat. ANNICHILARE), que era anichilar todavía al final del s. XV; arquitectura y arquitecto(ARCHITECTŪRA, ARCHITECTUS), con ch aún en el Diccionario de Autoridades (1726); bronchio figura en este mismo diccionario, antecedente del actual bronquio (BRONCHĬA); del latín CHIRURGĬA viene cirugía, pero también su derivado culto quirúrgico (lat. CHIRURGĬCUS); máquina (MACHĬNA), máchina en el s. XVIII; en este mismo siglo orchestra, igual que en latín (ORCHESTRA), antes de pasar a ser orquesta. Lo mismo le ocurrió incluso con voces que tenían otras procedencias distintas a la latina, como por ejemplo, alquería (del ár. hisp. alqaríyya, y este del ár. clás. qaryah), cuya evolución en el español fue alcaría > alchería > alquería; oesquela (de etimología discutida): eschela aún en el s. XVIII.

Tal como vimos en el apartado dedicado a la letra k, ha habido intentos académicos por sustituir esta por la q (quilogramo, quilómetro, quivi), pero no han prosperado por más que tales vocablos se mantengan en el diccionario. Más suerte han tenido, aunque no han acabado por desbancar a la k, las cus de quimono y quiosco.

Hay una palabra que se escribe con tres cus: quiquiriquí.

Nuestra lengua distingue bien estas letras (b, p), pero aún así las ha igualado en varios casos:butaca procede de la palabra amerindia putaca, y patata es el fruto de la confusión entre las voces americanas papa y batata. En la actualidad, su sonido se relaja cuando finaliza una sílaba (inepcia, eclipse) y prácticamente desaparece cuando va seguida de t (baptisterio, septiembre, séptimo), razón por la cual se permite escribir algunas de estas palabras sin ella (setiembre, sétimo).

Hay palabras que empiezan por una p, seguida por otra consonante,que no se pronuncia, comopsicología, psiquiatría, pteridofito y ptosis (muchas se pueden escribir sin ella: sicología, siquiatría, seudo, y otras incluso se han visto liberadas definitivamente de ella: (p)tisana, (p)tísico, (p)salmo, (p)neumático, (p)neumonía); otras que terminan con esta letra: clip, pop, top, vip, autoestop o autostop, handicap; y una que tiene tres pes: prosopopeya.

R

La R es la novena letra que más palabras encabeza en el diccionario: 4.458, el 5’06%. Su nombre general es el de erre, pero puede llamarse ere cuando nos referimos a la suave o vibrante simple. El dígrafo rr se denomina erre doble o doble erre.

Es una letra muy particular dentro del alfabeto español porque tiene la facultad de representar dos sonidos distintos que además pueden dar lugar a significados distintos (pero / perro; caro / carro). Para representar el sonido suave o vibrante simple se escribe una sola r (caro, pero). Para representar el sonido fuerte o vibrante múltiple se escribe rr (carro, perro). En este último caso, cuando empieza una palabra, se escribe también r aunque se pronuncie fuerte (rojo, rabo), y también tras b, l, n, s (subrogar, alrededor, Enrique, Israel), pudiendo aparecer también tras d y z (ciudadrealeño, lazrar).

La r suave o vibrante simple es de pronunciación instantánea y la lengua choca una sola vez contra los alvéolos, desplazándose de fuera a dentro; mientras que para pronunciar la rr fuerte o vibrante múltiple la lengua va de dentro a fuera, produciendo dos o más vibraciones (dos cuando va precedida de n, l, s -honrado-; de tres cuando es inicial de sílaba acentuada -roto-; y de cuatro cuando va precedida de vocal tónica -parra-).

Esta letra procede de un jeroglífico egipcio que representaba una cabeza humana vista de perfil. Los nombres que recibió esta letra en los alfabetos fenicio y hebreo recordaban dicho origen: res o resh, que quieren decir ‘cabeza’. Los fenicios simplificaron el dibujo egipcio reduciéndolo a una p al revés (q). La escritura griega varió el sentido de la letra dejándola en P (forma que actualmente tiene la r en los abecedarios griego y ruso). Los latinos copiaron la letra griega, pero como ya tenían la p, para evitar confusiones crearon entre los siglos IV-III a. C. la letra R (una P con una virgulilla inferior, para diferenciarla).

Dos palabras tienen cuatro de estas letras; una de ellas con una rr (recorrer), la otra con dos(ferrocarril).

Estrella (del latín STELLA) se decía estela en el español antiguo, antes de que la r se colara debido a la repercusión fonética de la otra consonante líquida, la l. También se coló la r, y por la misma razón, enbrújula (del italiano bussola y este del latín vulgar BUXIDA ‘cajita’). En el siglo XVIII, en plena fiebre etimológica, hubo un intento oficial de recuperar la r latina de CROCODĪLUS, introduciéndola en la palabracocodrilo, que había llegado a este estado después de una evolución en el español donde nunca tuvo cabida esta letra (cocodrillo > coquedriz > cocodrildo > cocodrilo); pero la forma culta crocodilo no duró mucho, pese a conservarse en el diccionario académico como sinónimo. En el caso de ostra, la introducción de la r tiene mucho que ver con el poder eclesiástico que había en nuestro país en el pasado: Procedente del latín OSTRĔA llegó al español primitivo la palabra ostia con el mismo significado que tenía para los romanos, ‘ostra’, de donde derivó ostión ‘ostra grande’; pero debido a los chistes que se hacían gracias al juego de palabras que propician ostia ‘ostra’ y hostia ‘eucaristía’, la jerarquía eclesiástica presionó para que ostia pasara a ser ostria o, mejor aún, fuera sustituida por la palabra portuguesa (muchos vocablos marítimos españoles provenían de esa lengua hermana) cuya raíz latina era tambiénOSTRĔA: ostra, cosa que ocurrió paulatinamente durante los siglos XVI-XVII, y al mismo tiempo que ostiónfue convirtiéndose en ostrón.

Una r se desprendió del vocablo oprobio, que del latín OPPROBRIUM pasó al español primitivo comooprobrio (así lo escribía Cervantes y aparece aún en el Diccionario de Autoridades), pero que ya en 1817 oficialmente se calificó de anticuada, permaneciendo aún en el diccionario académico como sinónimo en desuso. Lo mismo le sucedió el adjetivo propio, derivado de un proprio ahora en desuso pero que, procedente del latín PROPRIUS, era el único utilizado hasta el siglo XIII. Y, como vimos en el apartado de laq, otra r se perdió de orquestra (del lat. ORCHESTRA), aun cuando esta palabra se mantiene viva como sinónimo de orquesta y el significado propio relacionado con el antiguo teatro griego.

En secuestro la r ha cambiado de lugar con el paso del tiempo; procedente del latín SEQUESTRUM, llegó al español primitivo como secresto. Lo mismo le sucedió a la primera r del verbo secuestrar (lat.SEQUESTRĀRE), que empezó siendo secrestar. Ambas, secresto y secrestar, siguen en el diccionario académico en su condición de palabras anticuadas. Y lo mismo ocurrió con la r de bodrio, que del bajo latín BRODIO (y este del germánico brod ‘caldo’) pasó al español primero como brodio, ahora en desuso excepto en Cuba, donde sigue vivo todavía.

Entre la r y la d hubo una dura disputa por el adverbio alrededor o alderredor. Ambas palabras vienen de redor (del vulgar redol, este de redolar, y este del latín ROTULĀRE ‘rodar’), que aún está en vigor en el diccionario académico con varios significados. Con la preposición de formó el adverbioderredor (ya en el Cid), a la que se unió posteriormente la contracción al, formándose alderredor, muy frecuente hasta que poco a poco fue convirtiéndose en alrededor (ya frecuente en s. XVI), pero conservándose aún en el diccionario académico como sinónimo.

Lámpara también es una palabra por la que han disputado las letras d y r. Del latín LAMPĂDA, tomó el español primitivo la palabra lámpada (Berceo), que hacia 1280 ya había pasado a ser lámpara debido a su pronunciación semiculta (principalmente usada por los eclesiásticos).

Con la letra l la r ha librado varias batallas a lo largo de los siglos y por las siguientes palabras:

Albañal. Del árabe hispánico alballá’a (literalmente ‘tragona’), hasta los ss. XIV-XV se escribíaalbañar.

Almadía y armadía. Ambas son sinónimas en la actualidad ‘balsa’. La más antigua es almadía(del árabe hispánico alma’díyya), mientras que con r es una alteración secundaria debido al influjo dearmar.

Arancel (del árabe hispánico alinzál, y este del árabe clásico inzāl), que en el español antiguo eraalanzel o alenzel.

Árbol, del latín ARBOR, de donde pasó al español primero como árbor. Algunos derivados mantienen la l (arbolar, arbolado, arboleda), pero los cultos recuperaron la r etimológica (arbóreo, arborescencia, arboricida).

Almario y armario. Esta última, más antigua, procede claramente del latín ARMARĬUM y es la forma más conocida y usada; sin embargo, la variante disimilada almario fue igualmente común en los ss. XIII-XIV y en la actualidad se mantiene como sinónimo.

Arrabal. Por tener origen árabe (del ár. hisp. arrabá, y este del ár. clás. raba), en los albores de nuestro idioma solía escribirse indistintamente raval o alraval (por la costumbre de anteponer el artículo árabe al a los vocablos de este origen), hasta que, más adelante fue evolucionando hacia arraval y la actual arrabal.

Cárcel. El latín CARCER, -ERIS pasó al español primitivo como cárcere y luego como cárcer (2.ª mitad s. X), pero ya en el Cid se lee cárcel.

Cerebro. Aunque su étimo tiene una r (lat. CEREBRUM) esta palabra llegó ya al español con una l,celebro, y así se mantuvo hasta no hace mucho (era la forma más común todavía en el s. XVIII), figurando aún en el diccionario académico como un sinónimo en desuso.

Espuela. Durante su evolución en nuestro idioma, este vocablo ha ido alternando la l con la r: del gótico spaúra pasó en el español como espuola > spuera > espuera > espuela.

Esquilar también procede del gótico, esta vez tardío, skiran. Hacia el año 1300 está documentada la forma esquirar, hacia 1400 la forma desquilar, y la actual esquilar ya es frecuente en textos desde 1600.

Flecha. Debido a la impopularidad que había entre los castellanos antiguos al encabezamientofl~, ha habido palabras en las que se intentó cambiar esta l por una r, como en flecha (del francés flèche), pero la forma frecha (documentada en texto de 1397) no resistió el cambio. Lo mismo sucedió con flete, que, pese a tener una r en el francés (fret, de donde lo tomó el español), la forma frete (Nebrija) no prosperó.

Mármol. Del lat. MARMOR pasó al español mármol, que todavía se halla en el Diccionario de Autoridades (s. XVIII) y aún hoy aparece en el diccionario académico como sinónimo desusado. Mantiene la segunda r el cultismo marmóreo.

Palabra. Con este vocablo se hicieron un auténtico lío las letras l y r. Del latín PARABŎLA tomó el español al principio el término parabla, que muy pronto intercambió de posición las consonantes líquidas.

Roble y robre. La primera (con l) deriva de la segunda, que es la más antigua en nuestro idioma (del lat. ROBUR, ~ŎRIS). Aunque sinónimas, roble es hoy en día la más común.

Temblar. En este verbo ambas letras, l y r, provocaron a causa de su lucha un mareo impresionante, que duró siglos. Del latín TREMULĀRE tomó el español primitivo el verbo tembrar (aparece en el Cid), pero si bien pasó a temblar muy pronto (Berceo), antes de volver a este sufrió una larga y sucesiva transformación. Corominas nos lo cuenta así: «Hubo sin duda una época en que el vulgo de toda Castilla, como el de León, Portugal y Galicia, desacostumbrado de pronunciar grupos de consonante más l(que en la lengua común se habían cambiado en ll), alteraba toda l combinada sustituyéndola por r (claro que esto no ocurría en Aragón, donde se conservaban clamar, pluvia, flama); en esta época se consumó sin duda la disimilación de trembrar en tembrar, y cuando más tarde se reaccionó contra dicho vulgarismo (no sólo restableciendo plaza, blando, flaco, etc., en lugar de praza, brando, fraco sino además cambiando los etimológicos brandir, prática, combrueça en blandir, plática, combl(u)eça, etc.) tembrarpasó nuevamente a temblar, pero ya por entonces se había perdido memoria de la primera y etimológicar».

Tiniebla, del antiguo tiniebra y este del latín TENEBRA. El cambio de letra tiene la misma explicación que en la anterior (temblar).

ino duró mucho, pese a conservarse en el diccionario académico como sinónimo. En el caso del cultismo.

S

La letra S (ese) es la octava que más palabras encabeza en el diccionario: 4.576, el 5’20%. Procede de un ideograma egipcio que no representaba una culebra, como cabía esperar, sino un lago del que salían juncos o lotos. En la escritura fenicia se simplificó eliminando las plantas acuáticas y resumiéndolo en una W, que los griegos invirtieron bautizándola sigmay dándole dos versiones: una con tres líneas rectas y otra con las tres líneas redondeadas. Los romanos recogieron esta última versión, que fue la que llegó hasta el español.

El español antiguo tenía una s sonora (análoga a la francesa de rose) que escribía cons sencilla, mientras que la s sorda (igual a la hoy corriente) se escribía ss entre vocales (assar), o s tras consonante (mensaje). Pero fue favoreciéndose el principio fonético a costa del etimológico y, en 1763, se suprimió la ss de origen latino (así como proveniente de otros idiomas:assesino, del árabe aššāšīn ‘adictos al cáñamo indio’) que hacía mucho sin embargo que no representaba sonido diverso de la s y que se había mantenido por tradición. Resuelto esto, pocos años más tarde (1770) se decidió qué hacer con las palabras iniciadas con s seguida de consonante, también de origen latino (scientia, studer, scribere, spiritus, scepum), resultando que en algunas de ellas (scientia, sceptrum) se omitió la s para pronunciarlas y escribirlas ciencia, cetro, mientras que en otras se añadió una e antes de la s (tal como vimos en el apartado dedicado a la e): estudiar, escribir, espíritu; práctica esta última que se ha seguido empleando para adaptar vocablos extranjeros (esmoquin, estrés, estándar, espagueti).

En los albores de nuestro idioma coexistían Dios (del latín DEUS), que se empleaba solo como vocativo y sujeto, y Dío (lat. DEUM), que se usaba en los demás casos. Pero ya a finales del s. XI triunfaba plenamente la primera forma gracias al empleo del vocativo en oraciones y exclamaciones.

De origen caribe, sabana ‘llanura’ no se escribió con s hasta el s. XVIII. Anteriormente, en el español se escribía çavána, con ç sonora.

Entonces es un adverbio de tiempo que proviene del más antiguo entonce (del latín vulgar INTUNCE), pero que hace mil años, en tiempos del Cid, se escribía estonces (de otro más antiguoestonce) y estoz (que Berceo escribió estonz y entonz), apareciendo ya hacia 1250 entonçes. Tantoestonce como estonces y entonce aparecen en el actual diccionario académico en su calidad de sinónimos en desuso.

Mientras lleva también incorporada la s desde hace relativamente poco. Procede de mientra, que a su vez viene de demientra, de un anterior domientre, y este del latín DUM ‘mientras’ e INTĔRIM ‘entretanto’. Menos esta última, las demás formas aparecen en el diccionario académico como sinónimos anticuados y en desuso.

¿Quizá o quizás? En el diccionario académico el primero remite al segundo, con s, que a su vez dice que viene del latín QUI SAPIT ‘quién sabe’. Quiçab aparece en el Cid y quicá se escribió también durante la Edad Media. El Diccionario panhispánico de dudas explica que quizás se creó por analogía con otros adverbios acabados en ~s, y Corominas informa: «En cuanto a las dos formasquizá y quizás, esta es mucho más tardía, y tiene -s adverbial agregada (…) quizás no aparece hasta fines del s. XVI, en Sta. Teresa (…), y es evidente que los clásicos la consideraban forma vulgar, resabio que todavía no ha perdido completamente (… 165 quizá y ningún quizás en Cervantes, 169 y 11 en Sta. Teresa; en Lope un solo quizás, en Tirso 2, en Góngora 2, en Rojas 3. Algunos de éstos han podido achacárselos a estos autores los tipógrafos de la Rivad., de cuya colección se sacaron todos los datos. La proporción relativamente alta de la forma en -s en Sta. Teresa es indicio claro de su carácter vulgar)». En la actualidad se escribe de las dos formas indistintamente.

¿Asechar o acechar? Del latín ASSECTĀRI ‘seguir constantemente’, ‘perseguir (con fines lascivos)’, ‘ir al alcance de alguien’ tomó el español primitivo el verbo asechar ‘poner o armar asechanzas (engaños o artificios para hacer daño a alguien)’, de donde posteriormente (hacia 1400) derivó acechar ‘observar, aguardar cautelosamente con algún propósito’. Hubo un tiempo en que ambos verbos se escribieron con ç, provocando una lógica confusión. En la actualidad ambos verbos mantienen su vigencia, al igual que asechanza y acechanza.

T

La T (te) es la séptima letra que encabeza más palabras en el diccionario: 4.938, el 5’61%. No es una consonante muy frecuente en español, donde se presenta con una proporción de 4’82%.

Procede la T de un ideograma de la escritura egipcia que representa dos palos cruzados a modo de señal, del que se hicieron distintas esquematizaciones ya entre los propios egipcios. Las más conocidas son las que pasan al alfabeto fenicio con forma de X o de +, de donde derivan con ligeras modificaciones las tes de los alfabetos griego, etrusco y latino arcaico, donde aparece en la forma mayúscula que utilizamos hoy. Los tipos de imprenta definen la mayúscula y minúscula actuales: T y t.

Terminan con t: boicot, compost, confort, complot, argot, fagot, debut, deficit, entrecot, robot, salacot, superávit, test, trust, zigurat, ballet, chalet y vermut (en todas ellas el plural se forma~ts). Las dos últimas también pueden escribirse sin t: chalé, vermú. Perdieron su t final: cabaré,caché, capó, carné, parqué, todas de origen francés.

Solo hay una palabra con cuatro tes: veterotestamentario ‘perteneciente o relativo al Antiguo Testamento’.

Como vimos en el apartado de la d, esta letra y la t tienen un sonido muy parecido, lo que facilitó que, históricamente, la t perdiese mucho terreno frente a la d (CATĒNA > cadena, CATHEDRA > cadera, AEQUĀTOR > equator aún en s. XVIII > ecuador, LATRO > ladrón, MATERIA > matera hacia 940 > madera, METUS > miedo, MONĒTA > moneda, MUTARE > mudar, PALATARE > paladar, PETRA > pietra en 1042 > piedra ya en 1074, PUTRĒRE > podrir > pudrir, ROTA > rueda, TOTUS > todo, VETĀRE > vedar, UNIVERSĬTAS > universidad, VITUS > vit en 1143 > vid en 1212, VITRĔUM > vidrio), y también frente a otras letras, como la c (GRATIA > gracia) o la z (RATIONEM > razón).

U

La U es la última de las vocales y la vigésimo segunda letra que más palabras encabeza en el diccionario: 455, el 0’51%. La u se pronuncia emitiendo la voz con los labios algo más alargados y fruncidos que para pronunciar la o.

Es letra muda en las sílabas que (queso)y qui (quizá), y también, por regla general, en las sílabas gue (guerra) y gui (guitarra); cuando en una de estas últimas tiene sonido, debe llevar diéresis, como en vergüenza y argüir. Por tanto, se pronuncia en las sílabas qua (quásar), quo (quórum), gua (guasa) y guo (antiguo).

Los romanos no le daban a la U un valor exclusivo de vocal, pues era una variante gráfica por redondeo de la clásica V y se utilizaba asimismo para señalar la vocal o la consonante. Como a la J mayúscula, el humanista francés Pierre de la Ramée le dio a la U carta de naturaleza en la imprenta, empleándose siempre para la vocal, mientras que se dejaba la V para la consonante.

Solo hay una palabra que tenga cinco ues: la simpática y exótica sucusumucu, que en Colombia y Puerto Rico se utiliza para la expresión a lo sucusumucu, que equivale a la chita callando.

La u sustituye a la o como conjunción disyuntiva ante palabras que empiezan por o (diez u once) o por ho (belga u holandés). Pero no siempre ha sido así. En el Diccionario de Autoridades(1739) se explicaba el uso de la u como disyuntiva cuando la palabra anterior también empezaba por o (cabo ú remate) o cuando la siguiente empezaba por d (excitar ú dar).

Casi se ha perdido la u del adverbio cuasi (del latín quasi), que sobrevive con plena vigencia en el diccionario académico y en el lenguaje vulgar tanto de España como de América; según Corominas, en castellano antiguo se decía hascas (sin reminiscencias hoy en día). También se ha perdido ya casi la u de flueco (lat. FLOCCUS), todavía en el diccionario académico como palabra en desuso, a favor de fleco.

Todavía en el siglo XVIII, por llevar una q en vez de una c delante, la u de qüestion, freqüencia y eloqüéncia llevaba diéresis para poder ser pronunciada.

La u se apoderó del puesto de la o en cuidar y cuidado hace siglos. Provenientes del latín COGITĀRE y COGITĀTUS, respectivamente, antiguamente en español se decía y escribía coidar ycoido. Lo mismo sucedió con embutir, procedente de un desusado embotir (aún en el diccionario académico), que a su vez derivaba de boto ‘odre’, en el sentido de ‘rellenar como un odre’. Y conescuela (lat. SCHOLA), que en 1192 era escola. Y con jaula (del francés anticuado jaole), que en español fue primero jaola. Y con lugar, que viene de logar (aún en el diccionario académico como desusado), y este del latín LOCĀLIS, aunque hubo todavía entre medias en el español antiguo (933) un locar. Y con muchacho, del anticuado muchacho, y este de mocho en el sentido de ‘esquilado, rapado’, por la vieja costumbre de que los niños y jovencitos llevaran el pelo corto. Y conmurciélago, metátesis (‘cambio de lugar de algún sonido en un vocablo’) de murciégalo (del lat. MUS, MURIS ‘ratón’ y CAECŬLUS, diminutivo de CAECUS ‘ciego’), que se escribía morciélago en 1251. Y con orina (lat. URĪNA), que Nebrija y Covarrubias aún admitían como urina. Y con tullido y tullir(lat. TOLLĔRE), que en la Edad Media se decía tollido y toller. En el caso de los verbos estofar yestufar, esta disputa entre las vocales o y u quedó en tablas, toda vez que ambos sobreviven aunque con significado distinto, siendo su evolución la siguiente: EXTUFĀRE ‘escaldar’ > stufar > estufar > estofar.

También con la letra b ha mantenido la u duras batallas por un puesto en varias palabras. Tales como raudo (lat. RAPĬDUS), antiguamente rabdo; ciudad (CIVĬTAS), cibdad en la Edad Media; yausente (ABSENS, ~ENTIS), que Alfonso X escribía absente, todavía en el diccionario académico como sinónimo en desuso.

V

La V es la decimosexta letra que encabeza más palabras en el diccionario: 1.947, el 2’21%. Su nombre es uve: de la combinación de u ve, propiamente ‘u que tiene el oficio de v’, en memoria del tiempo en que se empleaba aquella letra con el oficio de esta. No apareció con esta denominación (uve) en el diccionario académico hasta la edición de 1947.

Su origen hay que buscarlo en las inscripciones jeroglíficas de Egipto. La adaptación fenicio dio lugar a diversas formas muy similares a nuestra actual Y (letra que también tiene el mismo origen). La V mayúscula que hoy utilizamos es bien reconocible en algunos alfabetos griegos donde alterna con la antigua adaptación fenicia. El alfabeto latino le dio carta de naturaleza definitiva en forma de V mayúscula que sirvió, además, para representar la U durante muchos siglos, tantos que en la ortografía española ese problema no se resolvió de modo definitivo hasta bien entrado el siglo XVIII. Con la imprenta se había generalizado la práctica de diferenciar ambas letras apellidándolas U vocal y V consonante(pronunciada u consonante), entre otros apelativos, pero aun así seguía escribiéndose tanto vozcomo uoz, ver como uer, uno como vno, hasta que el primer diccionario académico zanjó el asunto.

La pronunciación de la v es idéntica a la de la b. Todas las palabras que empiezan por br~ ybl~ se escriben con b, ninguna con v.

Hay una palabra, muy peculiar, que tiene tres uves: vivalavirgen ‘persona despreocupada e informal’.

Al establecerse en el s. XVIII que se respetaría en español la v en aquellas palabras que contaran con ella en sus étimos latinos, se facilitó la incorporación a nuestro idioma de nuevas palabras con esta letra, derivados de aquellas: improvisar, revisar, revisión (de ver); eventual, interventor (de venir); controvertir, malversar (de verter). Además, fueron adaptadas al español muchas voces con v provenientes del francés: aval, avalancha, revancha, devenir, vivaque, vodevil, virola, vedette… Y, por si fuera poco, debido a los derivados cultos con que tanto se ha alimentado el vocabulario técnico-científico, muchas antiguas uves romanas y griegas reaparecieron en el español de los últimos tres siglos (velocímetro, velocista, vulcanólogo, vulcanizar, vermicida, vermiforme), muchas de ellas bautizadas por eminentes inventores y científicos: vitamina, palabra inventada en 1912 por el biólogo C. Funk; vaselina, por el industrial Chesbrough en 1872; voltio, en 1827 por el físico italiano Volta; vatio, hacia 1900, por el físico escocés Watt…

A pesar de venir del latín vulgar AVIŎLUS y AVIŎLA, y estos del latín clásico AVUS y AVIA,avuelo y avuela se dejaron arrebatar la v, que fue sustituida por la b. En el Diccionario de Autoridades (1726) puede leerse en la entrada ahuelo, la: «Los Padres de nuestros Padres. Algunos escriben esta palabra con b; pero es improprio, por ser contra su origen, que es del Lat. Avus, y assi se debe escribir Avuélo», y en la entrada avuelo, la: «El origen del Latino Avus, Avia, por lo que se deben escribir con v, y no con b estas palabras, y las demás que se derivan de ellas, como Abolengo, Avolório, Bisabuelo, Tatarabuelo. En los libros antiguos del Fuero Juzgo, Partidas y otros se allanáis escritas: y aunque en los mas Autores modernos se hallan escritas con b, es defecto notorio». Pero en la actualidad solo se emplean abuelo y abuela, en detrimento de la venerable v etimológica.

También está en trance de perder su v latina anchoa (APIUVA), ya que la forma anchova, de uso general hasta el s. XVIII y aún en vigor en el diccionario académico, apenas si se usa. Y lo mismo ocurre con vimbre (VIMEN), palabra todavía viva en Andalucía y el Alto Aragón, pero que se ha visto muy superada por su derivada (por dilación de la nasalidad) mimbre.

Vulpeja (lat. VULPECŬLA) defendió con éxito su v etimológica del asalto de una g que, durante la Edad Media, estuvo disputándole el sitio con gulpeja. También salió victoriosa sobre la ben vecino (VICĪNUS), bicino en el s. X y becino en el XI. Pero con esta misma b perdió sin embargo entrabajar (TRIPALIĀRE), travajar antiguamente.

W

La letra W (uve doble) siempre ha sido considerada foránea, extranjera. Lo dice el diccionario académico: «No se emplea si no en voces de procedencia extranjera».

Es la vigésimo séptima y última letra que más palabras encabeza: 22, el 0’02%.

Básicamente son dos idiomas extranjeros de donde hemos exportado al español con el transcurso del tiempo las palabras con w: alemán e inglés. Pues bien, la recomendación académica para su pronunciación es la de [u] (Newton) o [g + u]para la w de origen inglés (Washington, waterpolo, web) y la [b] (v en ortografía) para law de origen alemán (Wagner, Westfalia).

En muchas palabras incorporadas al español, la w ha sido reemplazada por v: vagón, vals, vatio, váter; alternan las dos grafías, como en wolframio / volframio, o existen dos variantes:wellingtonia / velintonia. En las que la w ha sido sustituida por una v el origen de las palabras suele ser inglés; mientras que suelen ser alemanas en las que ha sido sustituida por gu (guerra, gualda, guardia).

Ha habido adaptaciones al español de palabras con w, cuyo resultado no ha sido todo lo exitoso que se esperaba, aunque se mantienen, como es el caso de whisky > güisqui.

X

La X (equis) es la vigésimo sexta (penúltima) letra que más palabras encabeza en el diccionario: 45, el 0’05%. Esta letra se dice que fue invento del rey griego Palamedes. Normalmente los griegos representaban el sonido [cs] o [gs] con dos letras hasta que se inventó un signo suplementario simple con que sustituirlas, y aquí aparece el legendario Palamedes y su invención. El nuevo signo pasa al alfabeto etrusco y de él lo toma el latino arcaico. Pero en el griego clásico la letra X también representaba otro sonido, aparte delcs/gs, que era el ji (con el sonido parecido al de nuestra j). Y en el español, aunque la xheredada del latín suele pronunciarse como lo hacían estos, con el sonido cs/gs (axioma, exento, que ante consonante suele reducirse a s: extremo, exposición), hay palabras de procedencia griega en las que la x se pronuncia como una j suave. De ahí que en el español antiguo se escribiera con x palabras que, desde 1815, se escriben con j: abaxo, caxa, cexar, coxin, coxear, complexo, crucifixo, cruxir, dexar, dixo, enxaguar, enxanbre, exe, executar, exemplo, exercer, viexo, floxo, fluxo, lexía, lixa, luxo, mexilla, paradoxa, prolixo, roxo, texer, traxo, Ximénez, Xerez, Truxillo, Mexía, Xavier, Ximena, Xuárez

Por otra parte, desde la Edad Media la letra x aparece en el español con dos usos: el latino y el patrimonial. El latino es el que todavía usamos hoy, con la pronunciación actual. El patrimonial era característico del español antiguo y derivado de la transformación del sonido x en algo parecido a la sh inglesa o a la ch francesa; un sonido muy similar al que tenía también algunas voces de origen árabe y que fueron adaptadas con x (xaque, xaqueca, xarabe, xeque, axuar, xurel, xubón, xabalí, moxama). Este uso patrimonial desapareció del español, pero cuatro siglos después su reminiscencia queda en algunas palabras donde la x se transformó en j. Además, cuando los españoles llegaron a América, les pareció oír en muchas lenguas indígenas el sonido sh que ellos transcribieron con x (ej.: xícara, del nahua xicalli): aquí el origen de las equis de México, Oaxaca, Xonacatlón, Texas… Hoy estos topónimos (nombres propios de lugares) conservan su vieja ortografía, pero, desde 1815, se pronuncian con j en español (incluyendo a los mejicanos); no así en las lenguas extranjeras, donde las pronuncian con sonido x. Hacen por tanto el ridículo aquellos españoles que pronuncian México con el sonido [cs], ya que hasta los propios mejicanos lo hacen con j. Muchos de aquellos topónimos escritos con x perdieron esta a favor de la j con el tiempo, como Jalisco, Jamaica o Jauja.

Empiezan con x xenofobia, xilófono, xilografía; y terminan con ella clímax, dúplex, ex, fax, fénix, látex, réflex, relax, télex, támpax, tórax, tríplex, túrmix y unisex.

Chamuscar (del portugués chamuscar) y Chaqueta (de jaqueta, y esta del francés jaquette) son dos palabras que, hasta 1815, se escribían en español xamuscar y xaqueta, respectivamente; si bien jaqueta aún sobrevive en el diccionario académico en calidad de sinónimo en desuso.

Hasta que, fruto de la fiebre etimológica que padeció el academicismo español en el siglo XVIII, se recuperaran las equis latinas correspondientes, tanto experiencia como exprimir, extraño ytexto eran palabras que se escribían con s (esperiencia, esprimir, estraño, testo). Del mismo modo, la voz de creación expresiva cosquillas se escribía antiguamente con x (coxquillas y coxquilloso se lee en la Celestina).

Durante mucho tiempo, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, se decía en español páxaro. Pero esta x castellana era muy extraña porque no tenía un origen latino ni árabe. La palabra provenía de un antiguo pássaro, que seguramente derivaba a su vez del latín vulgar PASSAR, y este del latín clásico PASSER ‘gorrión’.

¿Anejo o anexo? Tomado del latín ANNEXUS, fue anexo hasta el siglo XVIII, que pasó a escribirse anejo. Cambio en el que no le siguió su derivado conexión. Hoy son adjetivos sinónimos (más extendido con x), pero con significados distintos como sustantivos.

¿Próximo o prójimo? Son variantes de una misma palabra, tomada del latín PROXĬMUS.Próximo es un adjetivo que cuenta con dos acepciones (‘cercano’ y ‘siguiente’), en tanto prójimosignifica ‘hombre respecto de otro’. Con este último significado aparece próximo desde los orígenes del idioma. Como adjetivo solo está documentado desde 1617.

Y

La Y es la vigésimo tercera letra que más palabras encabeza en el diccionario: 248 el 0’28%. Su nombre es i griega o ye. La forma de la y no ha cambiado en siglos. Ya se reconoce su antepasada en la escritura hierática egipcia, en los alfabetos milenarios de Medio Oriente (donde representaba una maza), en la vaufenicia, y es la misma antepasada de la f, la u y la v. Los griegos le dieron su forma definitiva y la llamaron ipsilon; los romanos la tomaron tardíamente (en el siglo I aproximadamente) para escribir palabras griegas que tenían dicha letra; y del latín pasó al español.

En el español antiguo la representación del sonido [i] la compartían la i (conocida comoi corta o media), la llamada baja o larga (origen de nuestra j, como vimos en su apartado) y la I (conocida como alta). A su vez, la i corta o media y lai baja o larga (j) podían hacer oficio de consonantes, invadiendo el terreno de la y, con lo que la y se vio obligada a invadir el terreno vocálico de las otras. Debido a tal confusión, no era poco frecuente ver, por ejemplo, la palabra viejo escrita también vieio o vjeio; o mayor y maIor; o sin y sjn; o isla eysla; o Pompeyo, Pompejo y Pompeio. La solución empezó a darse con la aparición de la imprenta, pero tardó siglos en llegarse al acuerdo actual: i es vocal en todos los casos, i griega para la conjunción copulativa más para el sonido [i] al final de palabras que acaben en -ái, -éi, -ói y frecuentemente en -úi (Uruguay, guiriguay, ley, doy, muy).

Así pues, desde 1726 la y se convirtió oficialmente en la conjunción copulativa del español, menos cuando la siguiente palabra empieza con i, en cuyo caso se sustituye por una e.

Se pronuncia como la ll cuando hace de consonante y como la i cuando hace de vocal.

Hay algunas palabras que tienen dos i griegas: yeyé, yatay, yaya y yoyó; y algunas más que terminan con esta letra: muy, cocuy, carey, caray, balay, muley, ay, convoy, copey.

Como vocal, la y ha ido perdiendo terreno. Muchos anglicismos, por ejemplo, han sido adaptados al español sustituyéndola por la i al final de palabra (grogui, penalti, güisqui). Todo lo contrario ha ocurrido como consonante (desde 1870 se acepta escribir con y algunas voces que empiezan por hie- (yerba, yerro, yedra); hielo no es una de ellas, pese a que Berceo la escribía yelo, y tampoco hiena, por más que su raíz latina tuviera una y (HYAENA) y el Diccionario de Autoridadesen 1734 la escribiera hyena. Y en cuanto a la pronunciación, es indudable que la y está acabando con la ll, pues es práctica cada vez más general el yeísmo, pronunciándose castiyo en vez decastillo, gayina en vez de gallina, cabeyo en vez de cabello.

Procedente del latín EQŬA, yegua al principio no tenía y (egua en 949). Sobre por qué se llama yegua en español al femenino del caballo y no caballa, o el masculino no es yego o yeguo, ver la explicación en el apartado Rivalidad.

¿Jaguar o yaguar? Son voces sinónimas (‘felino americano…’), pero la última (con y) es la forma más antigua y de origen guaraní, aunque la primera (con j) es la mayoritaria en todo el ámbito hispánico. Yaguar se usa más en el área rioplatense, donde también se emplea, en menor medida,yaguareté (del guaraní yaguar ‘jaguar’ y eté ‘verdadero’) o jaguareté.

¿Judo o yudo? Se pueden escribir de las dos formas, pero la que mejor se adapta al español es yudo (del japonés yu ‘blando’ y do ‘modo’). Quienes escriben judo pronuncian sin embargo [yúdo], lo que es una discordancia en español, ya que deberían pronunciarla [júdo]. En el diccionario académico aparece el derivado yudoca ‘persona que practica el yudo’, pero no judoca.

¿Mahonesa o mayonesa? Ambas formas son sinónimas e igual de válidas. Más cercana a la etimología es con h (de Mahón, capital de la isla de Menorca), pero la más frecuente es con y, seguramente porque es la más antigua y de origen francés (mayonnaise).

Yo y egoísmo. La segunda es palabra derivada de la primera, procedente del francéségoïsme, que a su vez viene del latín EGO ‘yo’ y el sufijo –ismo. Llegó al español como derivado culto a fines del s. XVIII. El yo español aparece ya en los orígenes de nuestro idioma, procedente asimismo del latín clásico EGO, que hacia el s. VI se redujo a EO debido al gran desgaste que tuvo este vocablo gramatical.

Z

La Z es la vigésima letra que más palabras encabeza en el diccionario: 771, el 0’87%. Su nombre es zeta, ceta, ceda ozeda. representa un sonido sordo, donde no vibran las cuerdas vocales; para pronunciarlo basta morderse ligeramente la punta de la lengua y expulsar el aire. No suele ir la z delante de e, i por cuanto su pronunciación en tales casos está reservada a la c. Sin embargo, hay alguna excepción, como enzima (para distinguirla del adverbioencima) o zeta. Y también hay palabras que pueden escribirse con c o z: cebra / zebra (en desuso), cinc / zinc, cíngaro / zíngaro, magacín / magazín.

Durante mucho tiempo, en el español se acumuló tres letras con el mismo sonido: la z, la cdelante de e,i, y la ç sorda. Esta última es hija de la z, ya que nació de la costumbre de los amanuenses de escribir la z con un copete arriba a modo de adorno que se fue exagerando hasta que se redujo la z original a una virgulilla inferior, dando lugar así a una nueva letra. En consecuencia, en los textos de los ss. XVI-XVII no es difícil encontrar prudencia, prudençia yprudenzia (pero con igual pronunciación), doze, doçe y doce, cauçe, cauze y cauce, o torzido, torçido y torcido. Hasta que, como ya hemos dicho, la ç desapareció del español en 1726. Pero todavía durante el siglo XVIII era muy común escribir azeite, azeituna, azeña, almazén, rezelar, zelos, zeloso, zenit, zizaña, zandalia, zandía,

La Z se origina en la escritura jeroglífica egipcia y pasa a la fenicia donde, como la griega, se representaba de forma muy parecida a la actual I mayúscula. No fue hasta el abecedario latino que formó la forma actual Z, donde no fue una letra corriente y su empleo estaba limitado a nombres procedentes del griego. En el español la z es una letra bien definida y consistente.

Es la z una de las letras por las que empiezan más palabras de origen árabe, tal como veremos en el apartado correspondiente.

Del francés canezou, adoptó el español a principio del s. XIX la palabra canezú, pero a lo largo de este siglo la z perdió su puesto a favor de la s: canesú aparece ya registrada académicamente en 1884. Fue una pequeña venganza de la s por las muchas compañeras que, más antiguamente, perdieron el lugar que les correspondía a favor de la z, como en ceniza (lat. CINISĬA), que Berceo escribió cenisa; o cereza (del latín vulgar CERESĬA), ceresa en la Edad Media; o cerveza(del celtolatino CEREVISĬA), cuya evolución en español fue servesa > cervesa > cerbeça > cerveza; olápiz (LAPIS), lapis en Góngora. El mismo camino lleva la s de mesclar (del latín vulgar MISCULĀRE), aún en el diccionario académico como sinónimo anticuado de calumniar y mezclar, derivado este último que hace tiempo le arrebató la supremacía en el español. Y empatadas están por ahora estas letras en su disputa por los adjetivos sinónimos verduzco (recién admitido en el diccionario académico en su avance de la vigésima tercera edición) y verdusco, aunque con ligera ventaja ya del primero (con z).

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