octubre 3, 2023

Historia de la cremallera

En los hogares de las casas de labranza había, y todavía hay en algunas, una cadena de hierro y de grandes eslabones, pendiente en el cañón de la chimenea, con un gancho en el extremo inferior para colgar la caldera u olla, y a poca distancia otro para subirla o bajarla. A estas cadenas se las llama llares, pero también se conocen como cremalleras.

Etimológicamente, cremallera tiene su raíz más profunda en el griego χρεμαστήρ ‘suspendedor’, que fue alterado por el latín vulgar en *cremasclum y éste en cremac(u)lum. Del latín lo tomó el francés antiguo con la forma cremail (en la actualidad, crémaillère) y el significado anterior. Del francés pasó al castellano con diferentes formas, algunas de ellas recogidas en el diccionario histórico que la Academia publicó en 1936: Calamieres ‘la cadena que, prendida en la chimenea, baja hasta dos pies del llar’, usado en Asturias. Calamión ‘el gancho de las calamieres, en que se cuelga el caldero o el pote’, voz igualmente asturiana. Gramallera ‘llar’, en Galicia y León, palabra recogida ya en el Diccionario de Autoridades de 1734 y que todavía pervive en la edición actual del DRAE (Diccionario de la Real Academia Española).

Curiosamente, el DRAE nunca recogió la voz caramallera, predecesora de cremallera, registrada por Gaspar y Roig en 1853 con el significado ‘barra dentada en que los dientes son las más veces de figura de gancho’, y posteriormente por Alemany y Bolufer (1917) y Rodríguez Navas (1918).

En la actualidad, el DRAE ofrece dos acepciones de la palabra cremallera: ‘barra metálica con dientes en uno de sus cantos, para engranar con un piñón y convertir un movimiento circular en rectilíneo o viceversa’ (registrada por primera vez en 1884), y ‘cierre que se aplica a una abertura longitudinal en prendas de vestir, bolsos y cosas semejantes; consiste en dos tiras de tela guarnecidas en sus orillas de pequeños dientes generalmente de metal o plástico que se traban o destraban entre sí al efectuar un movimiento de apertura o cierre por medio de un cursor metálico’ (recogida a partir de 1956).

La segunda acepción es la más conocida y usada actualmente. Tiene su origen en el «cierre de ropa automático, continuo» patentado por el norteamericano Elías Howe en 1851. Este sistema de broches no llegó al mercado por su falta de efectividad, ya que se tardaba tanto en cerrar los broches como en unir los botones a sus respectivos ojales.

Cuarenta años más tarde, Whitcomb L. Judson inventó un sistema algo más eficaz que el de su compatriota Howe, en el que se usaban ganchos y ojos que servían para sostener botas y zapatos, y que vendió a través de la compañía Universal Fastener. Pero el cierre se abría sin pretenderlo con demasiada facilidad, por lo que apenas si tuvo presencia en el mercado. Sin embargo, Judson tuvo la fortuna de emplear en 1906 a un inmigrante sueco llamado Gideon Sundback, que acabaría convirtiéndose en su yerno, si bien no fue el enlace matrimonial con su hija lo que favoreció a Judson, sino el hecho de que Sundback inventara en 1913 el Hookless Fastener, que patentó cuatro años después como «sostenedor separable». Se trataba de la cremallera moderna, que Sundback desarrolló a partir de los inventos anteriores de Howe y Judson, resolviendo los problemas que padecían y perfeccionando el sistema de cierre.

Este sistema de cierre patentado por Sundback se usó primeramente en botas y tabaqueras, pero muy pronto (década 1920) se popularizó al emplearse en la ropa infantil y como cierre de la bragueta en los pantalones. Y su consolidación llegó cuando la diseñadora Elsa Schiaparelli incluyó las cremalleras en algunos de sus vestidos de alta costura, durante los años 30 del siglo pasado.

Aunque todavía se usa la cremallera metálica, como la patentada por Sundback, desde hace años es mayoritaria en las prendas de ropa y de complemento la de plástico, más pequeña y menos proclive a engancharse.

Cremallera es el vocablo español utilizado generalmente en España, pero en América se emplean preferentemente otros, como cierre (en Uruguay y Venezuela) y zíper (en América Central, Antillas y México). Este último procede del inglés zipper, término que tal vez tiene origen onomatopéyico, pero que fue acuñado por la Goodrich Corporation en 1923 cuando empezó a usar la cremallera en las bolsitas de tabaco y botas que fabricaba.

Hay un tipo de ferrocarril al que se denomina de cremallera por el sistema de engranaje que tienen sus vías, pero no está recogido en el diccionario académico.

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