Desde el momento en que nacemos por más irónico que parezca lo único que tenemos seguro en la vida es la muerte. A pesar de eso las personas siempre buscan la manera de hacer que el tiempo en la tierra valga la pena, que tenga un significado y dejar una marca para los que vienen atrás.
Se ha creado una tradición que todos aplican, donde al momento del deceso de una persona, se hace una dedicatoria mejor conocida como epitafio, que describa en pocas palabras la forma de ser del fallecido, algún pensamiento que él tuviera y quisiera dejar plasmado o también un sentimiento con que los familiares y amigos lo recuerden. Pero cómo nació ésta tradición. Conozcamos un poco más en este post.
¿Qué es un epitafio?
El epitafio es un mensaje, que se escribe en una lápida o placa con el propósito de honrar la memoria de la persona que ha fallecido y también es una forma de mantener su recuerdo vivo. De su lectura se aprecian acerca del carácter del difunto. De su oficio, sus años, de las personas cercanas a él, las que amaba y hasta su forma de morir.
Origen de los epitafios
Las inscripciones sobre lápidas mejor conocidos como epitafios, tiene su origen en el antiguo Egipto, cultura que desde sus inicios mantuvo la tradición de realizar ceremonias o rituales a sus difuntos, en los cuales era fundamental el uso de estos mensajes escritos en versos generalmente, para realizar ritos de invocación.
Se convirtieron en géneros literarios por sus características poéticas que expresaban intimidad y nostalgia, lo cual causo interés en los griegos y originó que comenzarán a implementarlos. Posteriormente ésta cultura fue copiada por los romanos, que a su vez fueron copiados por los cristianos quienes los utilizaron en el área religiosa y estos epitafios, aún en la actualidad se pueden observar en los cementeros, colocados luego de las inscripciones comunes, donde se ilustra el nombre del difunto, fecha de nacimiento y fecha de deceso.
Los epitafios más peculiares
Al principio las inscripciones que se realizaban eran sencillas, claras y cortas. Mensajes generalmente de despedida que expresaban sentimientos ya sea del difunto o de sus familiares.
Pero los epitafios han ido evolucionando y hoy en día se pueden aprecias inscripciones de todo tipo, donde es frecuente encontrar mensajes que expresan sátiras cortas y hasta bromas. A continuación se muestra una lista de las frases más curiosas que se han realizado sobre una lápida a través de los tiempos, algunas realizadas por personajes que fueron famosos.
- Disculpe que no me levante. Groucho Marx.
- Estuve borracho muchos años, después me morí. Francis Scott Fitzgerald.
- Aquí sigue descansando el que nunca trabajó. P. Melich.
- Feo, fuerte y formal. John Wayne.
- Cuando naciste reían todos y sólo tú gemías, procura que al morir sean todos los que lloren y sólo tú el que rías.
- Aquí descansa Pancrazio Juvenales (1969 – 1993). Buen esposo, buen padre, mal electricista casero.
- Aquí yace mi mujer, fría como siempre.
- Estoy aquí, en el último escalón de mi vida. Marlene Dietrich
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Si queréis los mayores elogios, moríos. Enrique Jardiel Poncela.
- Aquí descansa mi querida esposa Brujilda Jalamonte (1973 – 1997). Señor recíbela con la misma alegría con que yo te la mando.
- Ya decía yo que ese médico no valía mucho. Miguel Mihura.
- Gustava Gumersinda Gutiérrez Guzmán (1934 – 1989). Recuerdo de todos tus hijos (menos Ricardo que no dio nada).
- Aquí yace Moliére, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien.
- Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también. Epitafio que puso un yerno en la tumba de su suegra.
- Recuérdame cuando pases a mi lado, como tú eres ahora, fui yo una vez, como yo soy ahora, serás tú. Prepárate para la muerte y sígueme.
- A Castilla y a León, nuevo mundo dio Colón. Cristóbal Colón.
- Llame fuerte, como para despertar a un muerto. Jean Eustache (escrito en la puerta de la habitación del hotel en la que se pegó un tiro).
- Exactamente como usted está, así estuve yo. Exactamente como estoy yo, usted estará. El príncipe negr
- Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, deán de esta catedral, en un lugar en que la ardiente indignación no puede ya lacerar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar a un hombre que fue un irreductible defensor de la libertad.
- Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga. Johann Sebastian Bach.
- Eso es todo, amigos. Mel Blanc. hizo la voz de 400 personajes animados, incluyendo a Bugs Bunny, el Pato Lucas, Porky, Piolín, Heathcliff, y Pablo Mármol.
- Estoy dispuesto a encontrarme con mi Creador. Si mi Creador está preparado para la gran prueba de reunirse conmigo, es otra cuestión. Winston Churchill.
- No es que yo fuera superior, es que los demás eran inferiores. Orson Welles.
- Cerca de este lugar reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios. Este elogio, que constituiría una absurda lisonja si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain. Lord Byron, escrito para su perro.
- Acá yace Juan García, que con un fósforo un día fue a ver si gas había y si había.
- La pereza en su máxima expresión.
- En un cementerio de Middlebury, Vt., en una lápida elegida por la suegra a su yerno: «Descansa en paz hasta que volvamos a encontrarnos».
- Muere el dentista que no recomendaba chicle sin azúcar. En su tumba han puesto la siguiente inscripción: «9 de cada 10 dentistas encuestados recomiendan un chicle sin azúcar. El décimo yace aquí».
- Soy escritor, pero nadie es perfecto. Billy Wilder.
- En la tumba de Miguel de Unamuno: «Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo».
- Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos. William Shakespeare.
- En la tumba de un avaro: «En cuanto murió, se peleó con los santos, enfadado porque debía el alma y no podía venderla en dinero contante y sonante».
- En la sepultura de un aprensivo que creyendo estar muy enfermo, se curaba con mejunjes y potingues: «Aquí yace un español, que estando bueno quiso estar mejor».
- Un joven quiso ser enterrado con el ataúd puesto de pie; él mismo dictó el epitafio: «Para no decir como siempre «aquí yace», está de pie y duerme en paz».
- El difunto pesaba 140 kilos e hizo infinitas curas de adelgazamiento: «Por fin me quedé en los huesos».
- “Mami, llegaremos muy tarde. Espéranos despierta”. Epitafio escrito por los hijos a su madre fallecida en el cementerio de Alcobendas, Madrid.
- “Perdone que no asista a su entierro”. Epitafio de José, un señor que tenía por costumbre no perderse los sepelios de sus conocidos, en el cementerio de Águilas, Murcia.