octubre 3, 2023

Hallazgos arqueologicos

Hallazgos arqueológicos | Donde acaba el tiempo | Capítulo 32 | Alicante, diciembre de 2011 | El miércoles 21, aprovechando que no iba a ir a la Clínica Psicológica Hipnos –Joan debía dedicarse todo el día a atender otros pacientes–, me propuse visitar a mi hermana en el hospital, pero como el día amaneció muy lluvioso y hacía frío, pensé posponer mi salida para la tarde, a ver si entre tanto escampaba.

Así que aquella mañana, mientras Aurelia –una asistenta que venía a casa tres días a la semana– hacía la limpieza, me dediqué a buscar por internet algunas respuestas que, desde hacía unos días, deseaba conocer.

La primera respuesta la encontré rápidamente:

El centro cultural Las Cigarreras estaba compuesto por tres naves de la antigua fábrica de tabacos, dedicadas respectivamente a Cultura Contemporánea, Patrimonio Cultural y Casa de la Música. La segunda, que era la que a mí me interesaba, ubicada entre las otras dos, estaba destinada «a gran almacén para el cuantioso material arqueológico exhumado en las excavaciones que se vienen realizando desde hace años en el término municipal de Alicante. Cuenta con modernas instalaciones para garantizar su conservación. En su parte delantera se han levantado oficinas y laboratorios para que los expertos estudien, arreglen e inventaríen el material depositado. Parte de estos hallazgos se destinarán a las salas del Museo de la Ciudad (MUSA), que se mostrará en cinco salas restauradas del castillo de Santa Bárbara», leí en una web del Ayuntamiento de Alicante.

Es decir, que aquel sitio tan perturbador, que tanto me atraía y torturaba a la vez, el lugar donde al parecer se hallaba la causa de mis trastornos mentales –obsesiones, terrores nocturnos, alucinaciones–, era un simple e inofensivo almacén arqueológico.


La segunda respuesta tardé también muy poco en encontrarla:

A través de un buscador por internet di con varios enlaces con periódicos digitales que me confirmaron el hallazgo arqueológico que se había producido a finales del año pasado en las obras del nuevo colegio de San Roque, en la parte final de la calle Villavieja, junto a la muralla y camino de ronda del castillo de Santa Bárbara. «Restos paleocristianos en el colegio San Roque», «Hallada capilla paleocristiana en las obras de un colegio de Alicante», «Amplían el plazo de obras del colegio San Roque tras hallar restos arqueológicos», eran algunos de los titulares de una misma noticia: la aparición de una pequeña capilla cristiana con más de mil años de antigüedad, en opinión del arqueólogo municipal Pablo Rosser. «Los estudios arqueológicos no han podido determinar la fecha concreta a la que pertenece este oratorio, pero la sitúan entre los siglos V y X, entre la época cristiana y los inicios de la ocupación islámica. Ante la excepcionalidad del hallazgo, el proyecto del centro educativo ha sido modificado para integrar un área con los restos arqueológicos que podrán ser visitados sin interferir en la actividad docente…». El hallazgo se produjo tras el derribo de varias casas viejas: una capilla con capacidad para cuatro personas, en cuyas paredes había siete hornacinas o columbarios, varias cruces, un banco corrido tallado en piedra, entalladuras que debieron servir para el soporte de un pequeño altar de madera… «El centro de culto se encuentra en una zona que pasó a ser urbana desde mediados del siglo XI y hasta la actualidad y que durante la Guerra de Sucesión sufrió una importante explosión, lo que ha impedido otros elementos relacionados con estos restos. Esta situación hace imposible fechar directamente su origen, como sostiene Rosser. Además, la capilla aparentemente fue usada en la época contemporánea, posiblemente como almacén, apunta el arqueólogo». Los restos iban a quedar integrados en el espacio del colegio: «se ha variado la orientación del gimnasio, al que se han restado unos 12 metros cuadrados para poder integrar el hallazgo arqueológico», por lo que no había ninguna pieza suelta que pudiera ser enviada al almacén de Las Cigarreras, deduje.

La tercera respuesta me costó más encontrarla:

Fechada en agosto de 2010 –unos meses antes que el hallazgo de la capilla paleocristiana en las obras del nuevo colegio de San Roque–, encontré por fin una noticia en la edición digital del periódico Información, en la que se hacía mención al «Hallazgo de restos arqueológicos en el patio del colegio de San Roque». Al realizarse unas obras de reconstrucción, tras el hundimiento de parte del suelo del patio del colegio, situado en la calle de la Balseta –el colegio en el que había trabajado mi excuñado Mario y donde mi hermana se había obcecado en excavar durante sus delirios–, fueron encontrados lo que parecían ser los restos de una despensa o un pequeño almacén cercano a una vivienda islámica excavada ya en la década de los 80 del siglo pasado, según informaba el arqueólogo municipal Pablo Rosser, autor de aquella otra excavación. «Se trataba de una vivienda islámica de dimensiones considerables. Estaba formada por muros de tapial realizados con la técnica del encofrado, apareciendo formando parte del relleno de tierra de los mismos algunos fragmentos de cerámica tardorromana. Dichos muros enlazaban unos con otros, formando esquinas en ángulo recto. Se conservaron restos también de una entrada a una de las estancias que componían la vivienda, así como varios suelos de cantos rodados, tierra y cal. Esta vivienda, posiblemente estaría conectada a dos calles: una actual de la Balseta (aunque más estrecha), y la otra, perpendicular a aquélla, dando paso a las aguas de escorrentía que en épocas de lluvia bajaban por la ladera del Benacantil…».

Como recordaba el arqueólogo, la calle de la Balseta formaba parte de la medina musulmana, «siendo paralela por arriba a la calle principal de la Medina que la atravesaba de punta a punta. Del mismo modo, también se encuentra muy próxima a la iglesia de Santa María, lugar que en su día ocupó la Mezquita Aljama…».


En lo que fuera el patio trasero de aquella vivienda fue hallado un aljibe rectangular, «en donde las esquinas tanto de paredes como del suelo eran en bocel de cuarto caña, apareciendo en todas ellas un enlucido a la almagra. En un extremo del suelo aparecía un rehundimiento circular posiblemente para facilitar su limpieza. En torno a este aljibe se ha documentado aunque de manera diversa debido al arrasamiento de la zona (consecuencia de la explosión de la Mina en la Guerra de Sucesión que provocó el que una gran piedra cayera encima del aljibe –entonces colmatado y fuera de uso– provocando el que reventara por varias de sus paredes), restos de canalillos labrados en piedra que muy posiblemente haya que relacionar con el mencionado aljibe, el cual dejó de utilizarse en un momento impreciso de finales del medievo, rellenándose posteriormente con tierra y cascotes.»

Hasta aquí lo que el arqueólogo recordaba al periodista sobre la vivienda islámica excavada casi treinta años atrás. Los restos hallados ahora –agosto 2010–estaban relacionados con aquella vivienda porque debían formar parte de ella. Se encontraban en lo que debió ser el patio trasero, muy cerca del aljibe. En este habitáculo, especie de despensa o almacén pequeño, se había exhumado diferente material arqueológico islámico: una jarrita de cuerpo globular y cuello troncocónico invertido, un ataifor o fuente de gruesas paredes curvas y bajas, un candil de piqueras de labio redondeado, un pequeño atifle… Pero lo que mayor importancia tenía, por supuesto, era el esqueleto que había sido encontrado en un estado de conservación extraordinario. «Es un esqueleto completo, de mujer, que se encontraba en una postura extraña, como si hubiera tenido la espalda apoyada a la pared de piedra, y con los pies recogidos bajo los muslos». El periodista se interesó por la datación del esqueleto, y el arqueólogo le respondió que, a falta de saber el resultado de la prueba del Carbono 14 –para lo cual se habían enviado muestras a un laboratorio especializado de los Estados Unidos–, que tardarían un par de meses en conocerse, se atrevía a avanzar, por el tipo de material exhumado, que podría fecharse entre los siglos XI y XII. Y lo que me llamó mucho más la atención: «Sí, estos restos, incluido el esqueleto, serán analizados y guardados en nuestro recién estrenado centro de Las Cigarreras», había anunciado el arqueólogo.

Busqué más noticias posteriores sobre estos restos arqueológicos, con especial deseo de conocer la fecha definitiva de antigüedad de aquel esqueleto de mujer, pero no encontré nada.

Por la tarde no fui al final a visitar a mi hermana. Me encontraba en un estado tal de excitación, que supuse podría alterarla a pesar del estado catatónico en que se encontraba. Una excitación que me impidió dormir siquiera un momento durante aquella noche.

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