Inicios urbanísticos de La Albufereta | Situada al norte de la ciudad, la partida de la Albufereta formaba parte de la huerta alicantina. Su nombre se debía a la laguna natural que había cerca del Tossal de Manises, cuna ibero-romana de Alicante.
Las tierras adyacentes a la
Albufereta pertenecían a personas residentes en Alicante. En 1868, por ejemplo, eran diecisiete los hacendados que se repartían estas tierras hortenses, según las cuentas de impuesto personal que de dicha partida se guarda en el Archivo Municipal.
Debido a que este pantano natural era un foco de paludismo durante los meses estivales, muchas veces se intentó su desecación para convertirlo en tierra de cultivo. Pero la falta de dinero (1677, 1683, 1691) y las riadas (1704) dieron al traste con los sucesivos proyectos. Aun así, a lo largo del siglo XVIII se consiguió colmatar parte de la laguna. La iniciativa más seria de saneamiento se produjo en 1788, cuando «tres influyentes ciudadanos alicantinos, don Tomás Pavía y los hermanos Manuel e Ignacio Raggio, solicitaron de la Intendencia valenciana el establecimiento enfitéutico de los 129 jornales de charcas y almarjales que componían La Albufereta. Su objetivo era sanearlos para, con posterioridad, ponerlos en producción. Dos años más tarde les era concedido el dominio útil de los susodichos jornales bajo las condiciones propias de la enfiteusis y el módico canon anual de seis dineros por cahizada efectivos en el día de San Miguel», escribe Armando Alberola.
Pero la desecación total de la Albufereta no se logró hasta 1928, cuando el contratista Agustín Pantoja llevó a la práctica el proyecto elaborado por el ingeniero Sebastián Canales.
Dos años antes, en 1926, habían sido instaladas en la playa de la Albufereta las primeras casetas de baño, que no eran más que pequeñas barracas de madera. Y en 1930 se levantó un merendero. La afluencia de alicantinos a esta playa se hizo aún mayor cuando en esta década de 1930 se convirtió en carretera el camino que, desde 1880, unía Alicante y la Albufereta por entre la orilla del mar y la ladera de la sierra. Por esa misma época, año 1870, se aprobó la construcción del ferrocarril de vía estrecha que tenía un apeadero cerca de la playa de la Albufereta.
En 1933 se intentó construir dos chalés cerca de la playa, concretamente en el camino vecinal de la Cruz de Piedra (actual avenida de la Albufereta). Vicente Gómez Torregrosa, con domicilio en calle Bailén 14, presentó el 6 de julio de ese año una instancia solicitando los permisos pertinentes. Pero el 4 de agosto se le comunicó que su petición había sido desestimada por hallarse sus terrenos en la zona en la que el Ayuntamiento tenía previsto expropiar para la urbanización de la Albufereta y la playa de San Juan. Se trataba del proyecto conocido como Ciudad Satélite, auspiciado por el Gobierno de la República.
Once años más tarde, el Ayuntamiento franquista dio por fin luz verde a la construcción de los primeros chalés en la partida de la Albufereta, muy cerca de la playa. También llamados hotelitos, casas de verano o casetas de baño, eran edificaciones que tenían una superficie techada de entre 32 y 172 metros cuadrados. A pesar de que seguían afectados por la pendiente urbanización de Ciudad Satélite, los proyectos fueron autorizados rápidamente. Algunos incluso fueron aprobados después de haberse construido la casa, tal como sucedió con la de María Joaquín Aznar, si bien el arquitecto municipal hizo constar en su informe «que el edificio cuya construcción se solicita se encuentra en la actualidad completamente terminado, a pesar de haber sido denunciado repetidas veces por el celador de P. U. de la zona durante la ejecución de las obras», por lo que el constructor, Ricardo Tafalla, hubo de pagar una tercera multa de doscientas pesetas.
Se construyeron media docena de chalés en 1944, y cuatro más en 1945. Dos de estos últimos fueron levantados por Construcciones San Martín S. L. en la falda de la Sierra de San Julián, como parte de una urbanización que proyectaba ocho edificaciones.
CONSTRUCCIONES AUTORIZADAS EN LA ALBUFERETA (1944-1945)
Sin embargo, en 1947 el criterio del Ayuntamiento cambió de nuevo y se volvieron a denegar los permisos para la construcción de casas en la Albufereta. Así ocurrió con Ángel Pérez Ruso, que pretendía edificar un chalé de 105’48 m²; y con Emilio García Romero, que quería levantar otro de 63 m². El motivo de la negativa lo leemos en el informe del arquitecto municipal correspondiente a este último expediente: «mientras no se apruebe el proyecto de urbanización (de la playa de San Juan) debe demorarse la tramitación del expediente y por consiguiente denegar, por ahora, la autorización que tiene pedido».
Las trabas municipales para la construcción de más viviendas en la Albufereta desaparecieron a finales de la década de 1950. Como consecuencia de ello, a partir de 1960 comenzaron a construirse complejos residenciales, también llamados urbanizaciones, constituidos por edificios de apartamentos o grupos de chalés.
El primer camping de la provincia
En 1955 se hizo no obstante una excepción. El 13 de abril de ese año Juan Gerbert Jaegler, con domicilio en el Pasaje Amérigo, presentó en el Ayuntamiento una instancia solicitando autorización para instalar un camping o campamento de turismo frente a la playa de la Albufereta, muy cerca del mar. En su escrito exponía: «Que teniendo en cuenta que no existe en esta capital ni su región ningún terreno de Camping, una importantísima corriente turística se desvía hacia otros países por no encontrar sitios acotados dotados de modernas instalaciones de higiene y comodidad». Entre el 27 de abril y el 23 de mayo se redactaron los informes favorables pertinentes, y el 1 de junio la Comisión Municipal Permanente autorizó el proyecto. Trece días después el arquitecto municipal envió un oficio al alcalde proponiendo la ocupación de un tramo de la carretera abandonada de Alicante al Campello, propiedad de Obras Públicas, para la explotación del camping. Y al cabo de un mes, el 13 de julio, este mismo funcionario informaba de que el camping ocupaba ya un terreno cercado de aproximadamente 50.000 m², con zonas de prado y plantaciones de olivos y eucaliptus, en el que se habían instalado las conducciones de luz eléctrica y agua potable, dando así servicio a los dos pabellones para duchas y servicios sanitarios, y el pequeño edificio de oficinas.
por Gerardo Muñoz Lorente
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