septiembre 26, 2023

Etimologia y etimologia discutida

Etimología. Del griego étymos ‘verdadero’ y logos ‘dicción, palabra’, etimología es definida en el diccionario académico como ‘origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma’ y ‘especialidad lingüística que estudia el origen de las palabras consideradas en dichos aspectos’. Su significación literal en griego es la de conocimiento de la verdad. En realidad, la etimología es una designación de origen filosófico que más tarde fue aplicada al lenguaje. Fue Platón el primero que trató de la etimología, al intentar la prueba de si las palabras con que designamos las cosas nos dan alguna noción cierta de su naturaleza, esto es, si de la etimología puede obtenerse el conocimiento verdadero de las cosas.

El camino explorado y abandonado por Platón fue más tarde vuelto a seguir por los estoicos, que ensayaron de nuevo el estudio del origen de las palabras como instrumento para descubrir la verdad de las cosas. Se supone con fundamento que fueron los estoicos los que inventaron la palabra etimología, tomándola del léxico antiguo de Homero. A pesar de ello, la etimología nunca fue tomada ni usada por los filósofos de aquella escuela como una parte esencial de su sistema, sino más bien como un entretenimiento agradable y provechoso. Este concepto de la etimología, que la excluía definitivamente del dominio de la filosofía, propiamente dicho, quedó permanente e invariable por muchos siglos, hasta que Locke y Leibnitz en tiempos más recientes intentaron basar sus teorías del conocimiento y su doctrina acerca del origen de las ideas en la etimología, y en especial sobre el cambio de significación de las palabras, por ellos descubierto, poniendo así en íntimo contacto esta parte de la lingüística con la psicología.

Gracias a la incorporación de la etimología a la gramática empezaron a obtenerse resultados de gran importancia para la lingüística. Fue en el dominio de las lenguas germánicas donde se halló el fundamento de una firme doctrina y disciplina etimológica, porque precisamente estas lenguas carecen, a diferencia de las románicas, de toda posibilidad de comparación con una lengua madre o matriz de la que todas ellas hayan nacido. El estudio comparado de estas lenguas llevó al descubrimiento de la regularidad de la correspondencia fonética entre varias formas de lenguaje. Ya se había observado que los sonidos de las palabras cambiaban y evolucionaban. Pero la sorpresa fue grande al percatarse de que largas series de sonidos en cada una de las lenguas realizaban el mismo movimiento con la exacta precisión de unos autómatas. Esto llevó a los lingüistas a fijarse en las condiciones y en las posiciones en que cada sonido se cambia en las lenguas antiguas y modernas. Y se vio que la tendencia a un cambio, a una evolución determinada se manifestaba como una epidemia, como un fermento contagioso que afectaba todo el material hablado de una comunidad lingüística y que lo modificaba en una determinada dirección.

La etimología, desde este momento, vio restringida su función y sirvió principalmente para proporcionar material al estudio comparativo de las palabras emparentadas. La determinación del cambio fonético regular no solamente ayudó a fijar con toda seguridad el origen y la etimología de muchas palabras, sino que contribuyó, además, a poner en relación estrecha series de palabras cuyas formas fonéticas habían llegado a ser muy divergentes. Así pues, desde el momento en que se afirmó categóricamente que el cambio fonético se verificaba en masa, la etimología pareció entrar a fines del siglo XIX por la senda de las ciencias exactas. Pero a medida que se fue profundizando y extendiendo el estudio de las lenguas y de los dialectos se ha ido viendo que, si bien la gran masa del material lingüístico seguía estas leyes evolutivas generales, quedaban siempre grupos importantes de palabras y otras aisladas que seguían su propio camino.

La inexactitud de las llamadas leyes fonéticas se demuestra con el simple examen de una clase de excepciones, la constituida por los cambios fonéticos que sufren gran número de palabras por efecto de la influencia de otras de significación semejante; es decir, aquellos cambios fonéticos debidos a la fuerza de la analogía. Por ejemplo: la palabra castellana estrella deriva del latín STELLA, pero la presencia de la r en la segunda sílaba se debe a la influencia de la palabra sinónima ASTRUM. Este tipo de contaminaciones son frecuentísimas en todas las lenguas, rompiendo así la pretendida regularidad de las leyes fonéticas. En consecuencia, la etimología dejó de ser una ciencia exacta, basada en un método infalible, para convertirse en una disciplina más intrincada y compleja.


Cada palabra ha de ser estudiada individualmente, examinada en el ambiente en que se desenvuelve y evoluciona, porque cada palabra tiene su historia individual. Este ambiente en que se ha desenvuelto cada palabra puede y debe ser estudiado en todos sus aspectos: geográfico, comercial, histórico, político, cultural… Al etimólogo se le exige que haga luz sobre el origen de todos los elementos de una lengua, descubriendo la más antigua forma de las palabras (étimosse denominan las raíces o vocablos originarios, de los que proceden otros), dando cuenta de sus transformaciones fonéticas y, lo que es más importante, de las transformaciones semánticas (de significación) que han podido experimentar hasta la actualidad, en lo que podríamos denominar el proceso psicológico de las palabras. A falta de que la Academia publique su propio diccionario etimológico, el trabajo más completo y prestigioso sobre la etimología del idioma español sigue siendo el de J. Corominas y J. A. Pascual,Diccionario críticoetimológico castellano e hispánico, compuesto por siete tomos. Joan Corominas es el autor asimismo de un resumen titulado Breve diccionario etimológico de la lengua castellana.

Etimología discutida

La etimología no ha resuelto todos los enigmas. Son todavía numerosas las palabras del vocabulario español cuyo origen es ignorado o incierto. Y hay palabras sobre cuyo origen aún siguen discutiendo los etimólogos. A continuación varios ejemplos de estas últimas:

Andrajo. Para Corominas y Pascual es de origen incierto, ya que «deben rechazarse las etimologías arábigas». Sin embargo, en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se afirma que procede «del ár. hisp. aráč, necio, pelagatos, evolución del ár. clás. {ht} o {dr}, parlotear».

Sobrasada. En el DRAE se señala que su etimología es discutida. Corominas y Pascual creen que puede proceder del italiano soprassata, que llegó al castellano tras catalanizarse (sobreasada) en Mallorca.

Atracar. Según el DRAE, «del ár. [a]traqqà, y este del ár. clás. taraqqà, propiamente ‘ascender’». Pero para Corominas y Pascual es de origen incierto, puesto que, si viniera del árabe «entonces deberíamos admitir que en Italia, Grecia y el Sur de Francia es préstamo hispánico».

Aturdir. Para el etimólogo Corominas deriva de tordo ‘pájaro atolondrado’. Sin embargo, en el DRAEse dice que proviene en efecto de tordo, pero no del pájaro (latín TURDUS), sino de otro vocablo con distinto origen (latín TORPĬDUS) que significa ‘torpe, tonto’.

Brasa. Corominas y Pascual no ofrecen ningún origen y la Academia indica que su etimología es discutida.


Cariño. En el DRAE: «Etim. disc.; cf. lat. CARĒRE ‘carecer’, arag. cariño ‘nostalgia’». La abreviatura cf. es de cónfer ‘compárese’, ‘véase’. Para Corominas y Pascual viene probablemente del dialectal cariñar, que aparece en el diccionario académico como verbo aragonés (cf. cariño) ‘sentir nostalgia o añoranza’.

Chocolate. DRAE: «Etim. disc.; cf. nahua xocoatl, de xoco ‘amargo’, y atl ‘agua’». Según Corominas y Pascual: «Palabra de origen azteca, pero de formación incierta; como las noticias más antiguas acerca de la preparación de este brebaje son de que los antiguos mejicanos lo hacían con partes iguales de semilla de ceiba (pocotl) y de cacao (kakáwatl) quizá provenga de poco-kakawa-atl ‘bebida de cacao y ceiba’, abreviado por los españoles en *chocahuatl y alterado por influjo del nombre de otros brebajes mejicanos, como poçolatl ‘bebida de maíz cocido’, cilatl ‘bebida de chile’, pinolatl ‘bebida de pinole’».

Enfadar. En el DRAE no se ofrece explicación etimológica alguna, indicando únicamente su significado: ‘causar enfado’. En la entrada enfado sí se informa que tiene etimología discutida. Corominas y Pascual explican por su parte que enfadar está «tomado del gallego-portugués, donde enfadar-sesignificaba en la Edad Media ‘desalentarse’, ‘cansarse’, ‘aburrirse’, y parece ser derivado de fado ‘hado’, ‘destino, especialmente el desfavorable’…».

Escarmiento. Para la Academia su etimología es discutida. Para Corominas y Pascual tiene el mismo origen que escarnecer (DRAE: «De escarnir, y este quizá del gót. *skaírnjan; cf. a. al. ant. skërnôn‘burlarse’»).

Esquela. Etimología discutida para la Academia. Corominas y Pascual se limitan a documentarla en el Diccinario de Autoridades, donde aparece como eschela.

Farruco. DRAE: «(Del ár. hisp. farrúǧ, y este del ár. clás. farrūǧ, pollo, gallo joven): ‘insolente, altanero’, coloquial; ‘se aplicaba a los emigrantes gallegos o asturianos’, poco usado». Corominas y Pascual dicen que procede de Curro, diminutivo de Francisco, por la ingenuidad y audacia del joven inmigrante. La segunda acepción aparece en el diccionario académico de 1884 y la primera está documentada después de 1899, lo que hace pensar a los etimólogos que «es sumamente inverosímil buscar origen arábigo a un vocablo afectivo y que no aparece hasta el s. XIX; además hay que hacer notar que la pronunciación real de -ruq en el árabe hablado es -roq».

Lerdo. Para la Academia su etimología es discutida. Corominas y Pascual señalan que la dificultad real en esta etimología es de naturaleza fonética, no semántica.

Mequetrefe. Según la Academia, quizá venga del árabe hispánico qatrás ‘el de andares ufanos’, y, según Corominas y Pascual parece ser un vocablo de expresión creativa, si bien apoyado en el latínMOECHUS ‘adúltero’.

Perla. Corominas y Pascual no informan de su origen, limitándose a decir que es un préstamo tardío de otro romance.La Academia, por su parte, indica que es de etimología discutida.

Quisquilloso y cosquilloso. Para la Academia son palabras que no están emparentadas. Así, aunque no expone ningún origen para quisquilloso, por sus acepciones parece indicar que procede de quisquilla. Quisquilloso: «1. adj. Que se para en quisquillas (║ pequeñeces)… 2. adj. Demasiado delicado en el trato común… 3. adj. Fácil de agraviarse u ofenderse con pequeña causa o pretexto». Quisquilla: «(del lat.QUISQUILĬA ‘menudencias’). 1. f. Reparo o dificultad menuda, pequeñez. 2. f. camarón (║ crustáceo)». Mientras que en cosquilloso (‘que siente mucho las cosquillas’, ‘muy delicado de genio y que se ofende con poco motivo’), aunque también sin apuntar origen, remite claramente a cosquillas: «(Voz expresiva).1. f. pl. Sensación que se experimenta en algunas partes del cuerpo cuando son ligeramente tocadas, y consiste en cierta conmoción desagradable que suele provocar involuntariamente la risa.2. f. pl. ant. Desavenencia, rencilla, inquietud». Pero para Corominas y Pascual quisquilloso es probablemente alteración de cosquilloso. Explican que quisquilloso fue admitido por la Academia ya en 1817, «sin otra acepción que ‘el que se para en dificultades de poco momento, el demasiado delicado en el trato común’ (a la cual se agregó más tarde ‘propenso a pelearse o a resentirse, rencilloso, que gusta de buscar cuestiones’, ya en 1843). Se trata ahí de una definición seudo-etimológica, de las que no escaseaba el diccionario académico, sobre todo por esta época; pues según la Acad. quisquilloso deriva de quisquilla, que ya por entonces definía “reparo o dificultad de poco momento” y la traía del latín QUISQUILĬA ‘menudencias’. Quizá sería demasiado decir que esta palabra no existe en castellano, pero sí es justo en todo caso afirmar que es incomparablemente menos empleada que quisquilloso y no pertenece al mismo tipo de lenguaje (…) Costaría creer que quisquilloso nada tuviera que ver con cosquilloso…», vocablo ya documentado en la Celestina.

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