Griego
Como ya sabemos, el griego tuvo una gran influencia en el latín, empezando por el propio alfabeto. El vocabulario de los romanos contaba con numerosos vocablos de procedencia griega, adquiridos gracias al comercio (abundaban las colonias griegas en el imperio romano: Ampurias, Sagunto, Denia, etc.) y a la enorme influencia que los autores griegos tuvieron sobre los letrados latinos.
Tras la caída del imperio romano, el griego moderno continuó prestando vocablos a las lenguas romances (incluido el incipiente español) a través del comercio medieval. Y, ya más modernamente, ha servido de fuente preferida para alimentar el lenguaje de los eruditos con nuevos cultismos; muy especialmente entre los científicos, ya que la posibilidad de formar palabras compuestas de muchas clases ha hecho que la lengua griega sea utilizada para crear numerosos neologismos, como teléfono, telégrafo, fonógrafo…
Lenguas indígenas o prerromanas: el celta y el vasco
Antes de la romanización de la península ibérica existían lenguas indígenas que aportaron parte de su vocabulario al latín. Pero, cuando cayó el imperio romano, solo subsistía una de aquellas lenguas indígenas: el vasco o euskera.
Las voces derivadas del euskera que llegaron al español a través del latín son escasas. Más abundantes son por el contrario las que tienen su origen en el celta, aunque algunas nos hayan llegado por medio del francés o el catalán: CAMISĬA > camisa; galolatino BRACA > braga; PARAVERĒDUS ‘caballo de posta’ > catalán palafré > palafrén; LEUGA > legua; camanon > CAMMĪNUS > camino; CEREVISĬA > cerveza…