Nos encontramos en una época donde obligatoriamente, hemos aprendido a convivir con el estrés. Sin embargo, este estado de cansancio mental provoca diversos alteraciones físicas y mentales que afectan en el organismo.

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El estrés es un mecanismo que “trabaja” sobre las personas cuando se encuentran bajo situaciones que superan sus recursos. Este mecanismo es algo que nos acompaña cada día, y aunque suena algo irónico es una realidad universal. Debido a su gran influencia repercute en el bienestar físico y psicológico de las personas.
Según el SEAS (Sociedad Española para el Estudio del estrés y la Ansiedad) el estrés -en un inicio- se presenta como una preparación de la persona frente a un estímulo. Luego se somete a un tiempo de mantenimiento del estado de alta calidad y termina en un estado de agotamiento físico altamente brusco.
Un estudio realizado por CinfaSalud sobre “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés” descubrieron que nueve de cada diez ciudadanos de edades entre 18 y 65 años han tenido estrés durante el último año y cuatro de cada diez lo tuvieron de forma continua. ¿Sus causas? El exceso de actividad, falta de tiempo, problemas para dormir bien y la mala alimentación.
El estrés puede causar alteraciones físicas, psicológicas o emocionales. Los síntomas más frecuentes son: dolores de cabeza, mala memoria, diarrea, falta de energía, problemas cardiovasculares, entre otros.
Combatir esta condición involucra una serie de acciones que debemos realizar. Lo primero es disminuir el volumen de trabajo o esfuerzo mental y físico, realizar deporte, cumplir las horas de sueño y mejorar nuestra dieta. Aunque no lo creamos, la alimentación cumple un rol fundamental en nuestro ánimo y emociones.
Por esta razón, debemos consumir un régimen que nos ayude a minimizar este estado. Los alimentos ricos en magnesio son una gran opción. ¿Por qué? Gracias a su composición facilita la dilatación arterial, el transporte de colesterol y la relajación del músculo cardíaco.
Además, el magnesio previene alteraciones, relaja los músculos del cuerpo y actúa sobre el sistema nervioso. Este mineral se encuentra en frutas, frutos secos y legumbres, productos con soja, cereales integrales o semillas de lino y de calabaza.
Ahora bien, existen diferentes tipos de estrés y es importante que reconozcamos cual padecemos. A continuación explicaremos en qué consisten:
Estrés en base a su signo
- Estrés positivo: no todo lo relacionado al estrés debe provocar alarma, debido a que éste no siempre tiene consecuencias negativas hacia la persona que lo padece.
Este tipo de estrés se pone en marcha cuando la persona se encuentra bajo presión, pero inconscientemente es interpretado como un beneficio sobre la situación, viéndolo como una motivación y proporcionando más energía. Este caso puede darse en competencias, donde el estrés por ganar sirve de motivación para salir victorioso.
- Estrés negativo: es un tipo de estrés que genera ansiedad y repercute en el cuerpo a tal punto de dejarlo inmóvil. Nubla nuestra mente y como consecuencia nos olvidarnos de las soluciones y recursos que enfrentarían esa situación.
Estrés en base a su duración
- Estrés agudo: tipo de estrés más común por la población y es causa de las exigencias personales y desafíos individuales que se propone cada persona. Sin embargo, no es un estrés que dura mucho tiempo, por lo que no deja secuelas, algunos hasta lo disfrutan. A continuación conoceremos sus principales señales:
- Dolores de cabeza, espalda y contracturas.
- Depresión, ansiedad, frustración.
- Síntomas estomacales: estreñimiento, acidez, diarrea.
- Aumento de presión sanguínea, palpitaciones, náuseas.
- Estrés agudo episódico: es uno de los tipos de estrés más tratados en las consultas psicológicas. Sus consecuencias se evidencian en conductas irritables, angustia, tristeza permanente donde la mayor parte del tiempo no se puede controlar, sino medicando.
Estrés crónico: es considerado el tipo de estrés más alto. Aparecen en situaciones extremas o donde debes estar en alerta todo el tiempo como por ejemplo las guerras, prisiones, pobreza extrema. Su efecto es tan grande que puede modificar la ideología y los valores de una persona. El desgaste mental y físico es tan grande que pueden dejar secuelas de por vida.