junio 29, 2024

Las mejores 50 fábulas para niños con moraleja

Desde tiempos ya lejanos, las fábulas han sido una de las mejores maneras que nuestros padres y abuelos han encontrado para transmitirnos conocimiento. Por tal razón le suelen llamar “una forma fantasiosa de decir las verdades”, y es una adaptación infantil de lo que conocemos como las parábolas.

Si bien algunas fábulas famosas destacan por la calidad de su historia, lo importante siempre ha estado en el mensaje que intentan transmitir, o en la moraleja. Por eso, nos hemos dado a la tarea de recopilar 50 fábulas icónicas, cortas, divertidas y de fácil comprensión para que puedas contarle a tus hijos sin que estos se quieran marchar a los 5 minutos a mirar la TV o a conversar con sus amigos.

Una de las ventajas que tendrás con las fábulas es que la personificación de sus personajes, que son objetos, animales (todo menos seres humanos), hace que los pequeños de la casa se queden encantados escuchando lo que tienes para contar. Esa ventaja tienes que aprovecharla.

Vamos allá.

Listado de las 50 fábulas cortas y con moraleja

A continuación te presentamos un listado de las mejores fábulas cortas para contar a los niños. Todas, por supuesto, han sido recopiladas de acuerdo a la calidad de la enseñanza que transmiten, de modo que puedes estar seguro de que nos tomamos la tarea de investigar una historia que a tus hijos les guste, que no se las hayas contado antes, y que le transmitirá un mensaje importante y trascendental para su vida.

¡Que las disfrutes!

La liebre y la tortuga

Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de la lentitud al caminar de una tortuga, sin embargo, esta no se quedó callada y se defendió lanzando una risa y diciéndole a la liebre: – Puede que seas muy veloz amiga liebre, pero, estoy más que segura de que podré ganarte una carrera.

La liebre, sorprendida por lo que le dijo la tortuga, aceptó el reto sin pensarlo dos veces, ya que ella estaba muy segura de que ganaría a la tortuga a ojos cerrados. Entonces, ambos propusieron a la zorra, que fuese ella quien señalase el camino y la meta.

Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y al sonar la cuenta de tres, se inició la carrera de estos dos contendientes. La tortuga no dejaba de caminar y caminar, pero a su lento paso, avanzaba tranquilamente hacia la meta.

En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al darse la vuelta y ya no verla, la liebre vio seguro su éxito sobre la carrera y decidió echarse una siesta.

Poco después, la liebre despertó y vio si por atrás seguía sin llegar la tortuga, pero al mirar hacia la meta, vio a la tortuga muy cerca de la final, y en un intento desesperado por correr lo más veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó.

Moraleja

El contenido de esta fábula es tan profundo que su moraleja no es una sola.

Por un lado, nos demuestra la virtud de la paciencia. Porque, aunque parezca lento nuestro andar, conforme vayamos avanzando las metas siempre se irán acercando. Y, si se tiene paciencia, se pueden conseguir una tras otra. Tal como lo hizo la tortuga.

Además, la fábula de la liebre y la tortuga nos enseña que no debemos burlarnos de los demás. Sin importar si son más lentos, menos dotados, o si tienen un defecto físico. En el mundo, cada persona destaca por cualidades muy distintas a las que nosotros creemos que son las mejores.

El león y el ratón

Érase una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de caza. Era un día caluroso y solo le apetecía dormir.

Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león era tan grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su nariz.

El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón, preparándose para comerlo.

“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día seguramente te lo pagaré”.

Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero fue generoso y finalmente lo liberó.

Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león quedó atrapado en la red de un cazador.

Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz y acudió rápidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al león y este se liberó.

Entonces el ratón dijo:

“Incluso un ratón puede ayudar a un león”.

Moraleja

Una fábula que nos enseña a valorar el grano de arena que todos pueden aportar. Además de ser una excelente lectura para los niños, también es aplicable para cualquier dinámica de grupos.

Porque no importa de dónde vengas, cómo seas, cuánto tengas para aportar; tu aporte es igual de importante que el de todos los demás.

Por eso, jamás se puede menospreciar la ayuda que los demás nos brindan. O la intención que tienen de ayudarnos. La vida da  muchas vueltas y no tenemos la certeza de si, en el futuro, necesitemos esa ayuda que ahora estaríamos menospreciando. Tal cual le sucedió al león.

La cigarra y la hormiga

Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día tras día se despertaba tarde y sólo se dedicaba a cantar, hasta que un día algo le llamó la atención.

Un grupo de hormigas pasaban por debajo de su rama cargando pesadas porciones de comida sobre su espalda, entonces la cigarra bajó de su rama y le preguntó a una.

-Amiga hormiga ¿por qué trabajas tanto?-

-El invierno se acerca, debemos guardas provisiones para poder pasar la helada- respondió la hormiga.

A lo que la cigarra luego dijo:

-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del verano.

La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino. En los siguientes días, la cigarra seguía cantando y muchas veces componía canciones que se burlaban de su amiguita la hormiga.

Pero un día, la cigarra despertó y ya no era verano, el invierno había llegado.

La helada era la peor de todas en muchos años, trató de abrigarse con hojas de su rama, pero no pudo. Hambrienta buscó comida, pero no encontró nada.

Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones durante el verano y se dirigió a su hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió. Entonces dijo:

-¡Hormiga, ayúdame; tengo hambre y tengo frío, dame refugio y comida!

-¿Pero qué estuviste haciendo todo el verano cigarra?- preguntó la hormiga.

-Cantar y bailar- contestó la cigarra.

-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el invierno!- Dijo la hormiga y cerró la puerta.

Mientras, la cigarra arrepentida se alejaba reflexionando sobre la lección que había aprendido.

Moraleja

Si hay una importante enseñanza que nos deja esta lectura es el valor de ser cautos, de tomar previsiones. Aun cuando creamos que todo los que nos tiene preparado el futuro es positivo, es bueno y a nuestro favor.

No sabemos lo que nos pasará al día siguiente. Y siempre es mejor tener algo bajo la manga por si surge un imprevisto.

Del mismo modo, nos sirve para plantearnos los ratos de ocio. ¿Qué hacemos para prepararnos para el día siguiente? ¿Cómo afrontamos las responsabilidades del día, de la semana o del mes siguiente? ¿Lo hacemos diligentemente y trabajando? ¿O sólo nos dedicamos a cantar y bailar como la cigarra?

Pedro y el lobo

Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el día caminando con sus ovejas.

Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse cómo divertirse. Entonces se le ocurrió gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:

-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayuda!

Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al lobo, pero cuando llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a carcajadas. Pedro decía:

¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!

Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba nada.

Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:

-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socoro! ¡Socoro!

Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y preparados para hacer frente al lobo. Pero se volvieron a encontrar a Pedro riendo, que reía y decía:

¡Os lo habéis vuelto a creer! ¡Qué incrédulos! ¡Ja ja ja!

Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron malhumorados a sus casas.

Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre los matorrales. No le dio importancia, pero rápidamente un lobo salió empezó a perseguir a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:

-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socorro!

Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya que pensaban que era otra broma de Pedro.

El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su manada.

Moraleja

Una de las mejores lecturas para corregir la conducta mentirosa o cómplice de tus hijos. En cualquier edad o etapa.

Además, resulta una lectura refrescante que ha sido tomada como ejemplo para dinámicas grupales.

Esta lectura nos pretende enseñar el valor de no mentir. O mejor dicho: las consecuencias de decir tantas mentiras.

A la primera o segunda vez que digas una mentira, tal vez les suene a chiste y no pase nada. Pero, llegará un momento en el que nadie vaya a creerte. Sin importar lo verdadero que sea todo lo que dices.

Es una forma de parafrasear el refrán de “Crea fama y acuéstate a dormir”.

El cuervo y el zorro

Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras haber logrado robar un queso de la ventana de una casa.

Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al cuervo y le dijo:

-¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy bonito. Le queda muy bien.

El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le entraron ganas de cantar para celebrarlo, abrió el pico, pero entonces dejó caer el queso.

El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la boca antes de caer al suelo.

Moraleja

No siempre que alguien dice cosas bonitas o halagos sobre los demás, o sobre ti, lo dice con total sinceridad. A veces, sólo se trata de una forma de engañar, de envolver, para luego aprovecharse de la situación y sacarle todo el provecho que se pueda.

Así como el zorro, que le ha hecho creer al cuervo que estaba brillante con su plumaje, cuando su único interés era distraerle para robar su queso.

Es una forma de decirles a los hijos que, en ocasiones, no se puede confiar a ciegas en los demás. Sin importar lo bonito que hablen de nosotros.

Una buena forma de parafrasear el dicho de “Alábate pollo, que mañana te guisan”.

El niño y los dulces

Era 21 de Septiembre y todos los niños contentos después de un largo verano, regresaban a las escuelas. Al ser el primer día, la maestra llevó a clase un bote lleno de chucherías para dar la bienvenida al nuevo curso escolar. Uno de los alumnos salió el primero corriendo hacia los dulces.

Una vez que cogió todas las chuches que pudo, al intentar sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo. El niño lloraba y lloraba amargamente, pero un amigo que estaba cerca le dijo: -Confórmate con coger solo la mitad y así podrás sacar la mano con los dulces.

Moraleja

Siempre es mejor compartir con los demás. Ser bondadoso, generoso. No ser egoísta. En el mundo en que vivimos, donde la individualidad parece prevalecer, nunca está de más resaltar que quien mucho abarca, poco aprieta.

Es una linda fábula para enseñar a nuestros hijos a compartir desde muy temprana edad. De esa forma, será un valor humano que llevarán por siempre con ellos.

Además, resultará un buen ejercicio para que ellos se conviertan en multiplicadores de la generosidad, creando con sus amigos entornos donde la colaboración y la bondad sean los atributos resaltantes, y no el egoísmo o el individualismo.

La pulga y el hombre

Un hombre disfruta de un buen sueño cuando de repente comenzó a sentir picazón por todo el cuerpo.

Molesto por la situación, buscó por toda su cama para ver qué era lo que les estaba causando tanta molestia. Tras su búsqueda encontró a una minúscula pulga y le dijo las siguientes palabras:

– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por todo mi cuerpo y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?

– Contestó la pulga: Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo de ninguna manera; le pido por favor que me deje seguir viviendo, ya que por mi pequeño tamaño no creo que lo pueda molestar mucho. El hombre riéndose de las ocurrencias de la pulga, le dijo:

– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para siempre, ya que no tengo ningún motivo para seguir aguantando tus picaduras, no importa si es grande o pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.

Moraleja

Nos enseña que todo lo que hacemos debemos estar dispuestos a recibirlo de vuelta. Sobre todo si son malas acciones.

En la fábula, la pulga molesta a un hombre a mitad del descanso, pero luego le implora al hombre que no le moleste a ella por lo que ha hecho. Sin embargo, bien dice la frase: “No hagas lo que no te gustaría que te hicieren”.

La lectura le enseña a los niños a ser responsables de sus actos. Tiene una excelente aplicación como lectura para los niños que pudieran tener problemas en el colegio, por comentarios o riñas con compañeros.

El conejo y el cerdo

Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días llevaba sus zapatitos muy limpios, relucientes, brillantes.

En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia al conejo por sus zapatos.

Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría tener unos zapatos como los de su amigo conejo.

Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.

Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quién era el más veloz. El cerdito asustado, no sabía qué hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de su amigo.

El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió corriendo a la par que el conejo.

Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como le decía su madre.

Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no entendían como podía haberle ganado al conejo y sus superzapatillas.

Moraleja

Somos lo que somos. No somos lo que tenemos. Poco importa el zapato que lleves, cuánto haya costado o cuánto brillo tenga. Lo que importa es el esfuerzo que apliques para conseguir cualquier objetivo que tengas en mente conseguir.

Actualmente, no son pocas las personas que dan primacía a las posesiones, a lo que tienen, y poco dejan a lo que son, a cultivar lo que son en espíritu.

Educar a los hijos en este importante valor, y en esta esencial diferenciación, es primordial para forjar un futuro de entereza. Todos debemos aceptar lo que tenemos, sentirnos felices y a gusto con ello, y confiar en lo que somos y tenemos para conseguir lo que nos propongamos.

Familia de hormigas

Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y su dos hijitas.

Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de comida ya que si no morirían.

Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era de su misma especie, ya que era de color rojo y le faltaban dos patitas.

Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su casa, ya que podría morir enterrada por la nieve.

La madre hormiga rotundamente dijo que no, ya que no pertenecía a su especie y si se enteraba el resto de hormigas negras podrían echarle del prado.

Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la vuelta para ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado para siempre.

Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la solidaridad de la hormiga negra, le regalaron toda la comida que tenían.

Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra pudo sobrevivir todo el invierno gracias a la familia de hormigas rojas.

Moraleja

Todos somos diferentes. Pero eso no significa que todos tengamos diferencias, que no debamos ser tolerantes o irrespetuosos ante la diversidad.

Al contrario, siempre debemos estar prestos a ayudar a cualquiera que necesite nuestra colaboración. Sin importar de dónde ha venido, quién es o quiénes son sus padres. Hay que hacerlo porque es lo correcto, y ser bondadoso con los demás jamás es un mal gesto.

Pero, además, debemos hacerlo porque no sabemos cuándo nos toca pedir ayuda, y lo menos que queremos es que nadie nos ayude, nos juzguen o nos discriminen porque somos diferentes.

Aunque la fábula está orientada a los niños, bien puede ser una lectura para toda la familia.

El pájaro ruiseñor

Era un pájaro ruiseñor muy alegre y divertido. Siempre andaba cantando pero era muy muy despistado.

Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía cantar hasta más tarde ya que los cazadores pasarían a esa hora y si estos les oían podrían matarle.

A la mañana siguiente como todos los días, el pájaro comenzaba a cantar para así atraer a sus presas. Olvidando lo que le dijo su madre, los cazadores le oyeron y se pusieron a disparar.

Afortunadamente al pájaro le dio tiempo a esconderse, ya que oyó el canto de su madre avisando de que estaban los cazadores en la zona

Moraleja

Nunca debemos tomar a la ligera los consejos que nos brindan nuestros padres. El simple hecho de ser nuestros padres debe significar un respeto y una atención incondicional.

Pero, esta afirmación cobra mayor importancia cuando la comodidad, el bienestar o la seguridad personal o de tu familia se ve afectada. Es allí donde oír un consejo o seguir una enseñanza de nuestros padres o superiores puede salvarnos la vida.

Una fábula que nos enseña a siempre escuchar atentamente los consejos de los demás. Sobre todo si viene de personas que son mayores, y que han vivido más tiempo, por lo que han acumulado más experiencias y vivencias.

El gato y el ratón

Una vez, un gato muy hambriento vio entrar a su casa a un ratoncito. El felino, con muchas intenciones de agarrarlo y luego comérselo, se acercó a la ratonera para decirle:

– ¡Qué guapo y lindo estás ratoncito! Ven conmigo, pequeñito, ven… dijo con dulce voz el gato.

La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el hábil gato y le advirtió a su hijo diciendo:

– No vayas hijito, tú no conoces los trucos de ese bribón.

El gato insistente le dijo nuevamente al ratón:

– Ven, pequeñito ven. ¡Mira este queso y estas nueces! ¡Todo eso será para ti!

El inocente ratoncito le preguntó de nuevo a su madre:

– ¿Voy mamá?… ¿voy?

– No hijito, ni se te ocurra ir, sé obediente, le dijo nuevamente su madre.

El gato nuevamente volvió a engañarlo diciendo:

– Ven, te daré este sabroso bizcocho y muchas cosas más…

– Puedo ir mamá, por favor te lo suplico – dijo el ratoncito.

– ¡Que no, tontuelo! No vayas. – Insistió la mamá ratona.

-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito… – dijo por última vez el ratoncito, y sin que su madre pudiera detenerlo, salió rápidamente de su agujero.

A los pocos instantes, se oyeron unos gritos que decían:

– ¡Socorro, mamá, socorro! ¡Me come el gato!

La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió devorado por el gato.

Moraleja

Esta fábula nos intenta enseñar el valor de escuchar los consejos de nuestros padres. Ellos, con su experiencia, sabrán orientarnos de la mejor forma posible. O al menos lo intentarán.

Al igual que pasa en la vida real, en la fábula la mamá ratona no le explica las razones a su hijo de por qué no puede ir a donde le ha llamado el ratón. Sin embargo, esto no quiere decir que no le falte razón.

Por eso, siempre es mejor escuchar las opiniones y los consejos de nuestros padres. En base a todo esto, es obligatorio rendirles respeto y obediencia.

El ciervo y el cervatillo

Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más mayor.

Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenía alimentos para todo el año, pero esto solo podía ser posible si ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.

El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era más veloz y más rápido que el ciervo anciano.

A la mañana siguiente cuando se encontraron para luchar, el ciervo anciano le propuso que se marchara, ya que sabía perfectamente que él iba a ser el ganador.

El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco sus cuernos.

Sorprendido de que el ciervo anciano le ganara, preguntó:

-¿Cómo lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más joven y más veloz que tú.

A lo que respondió el anciano:

-mira mis cuernos y tendrás la respuesta.

El cervatillo sorprendido se dio cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho más fuertes y robustos que los suyos.

Moraleja

Siempre debemos respetar a las personas mayores. Aunque en la mayoría de las ocasiones creemos que son lentos y frágiles, el hecho de haber vivido más tiempo que nosotros les ha dado una cualidad importante: la experiencia.

Por eso, intentar retarles en base a la energía, la vitalidad y el riesgo de la juventud puede no ser siempre la mejor idea.

En ocasiones, servirá únicamente para llevarnos una excepcional sorpresa. Como le pasó al ciervo joven, que creyendo en su habilidad confió vencer al ciervo mayor, cuyos cuernos, gracias a la experiencia y al tiempo vivido, se habían vuelto cada vez más fuertes.

El mono y el delfín

Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo. Para hacer más entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse durante la larga travesía.

Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y violenta tempestad se levantó e hizo naufragar a la débil nave. Su tripulación, el marinero y su mono tuvieron que nadar para así poder salvar sus vidas.

Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto por un delfín; el cual creyendo que era un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y transportándolo hacia la costa.

Cuando estaban llegando al puerto, el delfín le preguntó al mono:

– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por darse de muy presumido y mentiroso, le respondió:

– Sí, y tengo también parientes muy importantes viviendo allí –

El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas). El mono creyendo entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía, sino que también era uno de sus mejores amigos.

El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta y lo devolvió a alta mar.

Moraleja

Las mentiras siempre han tenido y tendrán las patas muy cortas. Cuando se acostumbra a decir mentiras, un simple descuido puede bastar para echar por tierra todo el esfuerzo por mantener oculta la verdad.

En los niños, es importante enseñarles el valor de siempre decir la verdad, aunque esta no sea de buen gustar para los que reciben estas palabras.

Nada es mejor que siempre ir con la verdad por delante, por grande o pequeña que esta sea. Una mentira, por diminuta que parezca, puede cambiar definitivamente la forma en que los demás te miran, te juzgan o te valoran.

El Astrónomo

En un país muy lejano, donde la ciencia es muy importante para sus habitantes, había un anciano astrónomo al que le gustaba realizar el mismo recorrido todas las noches para observar las estrellas.

Un día, uno de sus viejos colegas le dijo que había aparecido un extraño astro en el cielo, el anciano salió de la ciudad para poder verlo con sus propios ojos. Tan emocionado estaba el astrónomo mirando al cielo, que no se dio cuenta que a pocos pasos de él había un agujero. Cuando se cayó al agujero comenzó a gritar pidiendo ayuda.

Cerca del agujero pasaba un hombre, el cual se acercó hasta el agujero para ver lo que sucedía. Informado de lo que había ocurrido, le dijo al anciano:

-Te ayudaré a salir de ahí, pero ten mucho cuidado la próxima vez que salgas por un lugar que desconoces, tienes que estar muy atento por donde caminas ya que te puedes encontrar con cualquier cosa en el suelo.

Moraleja

Una fábula que intenta decirnos lo importante que es ser precavidos. Sobre todo cuando vamos o nos invitan a lugares que son totalmente desconocidos para nosotros.

Así como le sucedió al astrónomo, que por andar viendo las estrellas se encontró dentro de un agujero, a todos nos pasa que por andar viendo lo que nos interesa, nos olvidamos del entorno y en ocasiones suelen ocurrir problemas.

Educar a los niños en la prevención de todos estos males, a estar atentos, con una confianza medida, es lo mejor que podemos hacer como padres para garantizar que serán autosuficientes en su seguridad.

El asno, el perro y el lobo

Caminaban muy despacio y agotados por el sol un asno, con su carga de pan, y su amo seguido por su perro. Es así que llegaron a una pradera verde donde el amo cansado y agotado por la caminata realizada, echó a dormir bajo la sombra de un árbol.

El asno se fue a comer algo de pasto que había en la pradera cuando de pronto el perro, que también estaba muy cansado y hambriento, le dijo:

– Estimado asno, yo también tengo hambre, ¿Me darías un poco de pan que hay en la cesta que llevas encima por favor?

A lo que el asno le respondió:

– Mejor ¿Por qué no esperas un rato más hasta que despierte el Amo y te dé el mismo de comer?

El perro, al escuchar la respuesta del asno, se dirigió a otro lado de la pradera. Es entonces que, mientras que el asno seguía comiendo su pasto, apareció un hambriento lobo que se abalanzó de inmediato sobre el asno para devorarlo. Sorprendido, gritó ayuda al perro:

– ¡Socorro! ¡Sálvame amigo perro!

El perro, respondió:

-Mejor, ¿por qué no esperas un poco más hasta que despierte el amo y te salve?

Moraleja

Debemos enseñar a nuestros hijos la importancia de ser generosos, de brindar siempre que tengamos la posibilidad. En un mundo como el nuestro, tan marcado por el individualismo y por las posesiones, las personas que son solidarias valen un montón.

En la fábula, el asno, teniendo la posibilidad de regalarle un poco de pan al perro para que no sufriera por el hambre, decidió decirle que debía esperar a que el amo le brindara pan. Aunque el asno bien pudo hacerlo.

Y rápidamente el destino le pasó factura. Por eso, siempre es importante brindar un poco de lo que tengamos. El destino siempre pasa factura.

El cuervo y los pájaros

Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión para elegir como Rey al más hermoso de todos. Los pájaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de inmediato fueron a las aguas del gran río para lavarse y acicalarse para estar presentables.

El cuervo, dándose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un plan que consistía en recoger las plumas que los pájaros dejaban caer al acicalarse, para luego pegarlas a su cuerpo. Es así que el cuervo pasó varias horas colocándose las plumas para ser el más bello de los pájaros.

Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre ellos el cuervo, que destacó al instante por sus plumas multicolor. Júpiter al verlo, decidió coronar al cuervo por su gran belleza, pero los pájaros se sintieron muy indignados por haber elegido al cuervo.

Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas, sintiéndose avergonzado ya que volvía a ser el mismo que era en realidad.

Moraleja

Debemos querernos tal cual somos. Esa es la única manera de que los demás también puedan querernos.

Nunca debemos aparentar tener lo que no tenemos, ser lo que no somos o sentirnos mal porque alguien tiene o es algo diferente a lo que somos.

Porque, todos somos únicos, diferentes. Nadie tiene algo más o mejor que otro. Simplemente, tiene algo diferente.

Debemos enseñar y educar a los demás para que aprendan a quererse como son, y a buscar el sentido a su vida dependiendo de lo que de verdad quieran. Que jamás lo hagan para agradar a otros, como hizo el cuervo.

El viejo perro cazador

Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades, como ser más fuerte o veloz.

Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse.

Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente.

El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo:

-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.

Moraleja

Una fábula que nos enseña a valorar a los mayores. Tanto si son familiares humanos, o son nuestras mascotas.

Estamos muy acostumbrados a recibir siempre las mismas cosas. O incluso más. Queremos que nuestros familiares siempre sean y tengan lo mismo, o más. Queremos que nuestros animales siempre quieran jugar, correr, cazar, lo mismo o más.

Pero llega un momento en que las energías merman, y debemos comenzar a ser tolerantes y respetuosos.

En lugar de regañar, de juzgar, de tachar como inferiores a los demás, debemos entenderlos y respetarles, porque aún con sus dificultades, intentan hacer lo mejor cada día.

El perro y el reflejo

Había una vez un perro, que estaba cruzando un lago. Al hacerlo, llevaba una presa bastante grande en su boca. Mientras lo cruzaba, se vio a sí mismo en el reflejo del agua. Creyendo que era otro perro y viendo el enorme trozo de carne que llevaba, se lanzó a arrebatársela.

Decepcionado quedó cuando, por buscar quitarle la presa al reflejo, perdió la que él ya tenía. Y peor aún, no pudo obtener la que deseaba.

Moraleja

La envidia, o ese deseo de querer siempre lo mejor, lo que los demás tienen, es uno de los males de nuestra generación. Los niños tienen siempre que ser agradecidos con lo que tienen, y ser felices a partir de lo que son.

Como bien reseña el dicho, “la avaricia rompe el saco”. Siempre debemos conformarnos un poco con lo que tenemos, y buscar mejorar por nuestros propios medios, porque así lo queremos, y no para agradar a los demás, o para competir con los demás.

Una excelente fábula para enseñar a los niños a conocerse, a respetarse en base a lo que son y a lo que tienen, más no a compararse con los demás.

Las ranas y el pantano seco

Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por tanto la abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:

– Amiga, bajemos las dos a este pozo.

– Pero, y si también se secara el agua de este pozo, – repuso la compañera -, ¿Cómo crees que subiremos entonces?

Moraleja

Antes de hacer cualquier cosa que quieras, primero debes analizar cuáles podrían ser las consecuencias, cuáles podrían ser los problemas si algo saliera mal.

Normalmente, solemos confiarnos y creer que todo saldrá tal cual lo hemos planificado. Pero, en ocasiones, no es así. Todo sale al revés, y nos quedamos de manos atadas sin poder corregir.

En la fábula, las ranas quieren imperiosamente encontrar un bello pantano donde refugiarse del verano. Pero, tomar una decisión impulsiva puede tener resultados negativos, como quedarse atrapadas en un pozo muy profundo cuando el nuevo charco se seque.

Por eso, siempre debemos analizar lo que pudiera pasar. Sea bueno o malo.

El labrador y la culebra

Al lado del hogar de un modesto labrador, una culebra había decidido instalar su nido. Un tarde, el pequeño hijo del labriego, pensando que era uno más de sus juguetes, agarró al animal de tan mala manera, que este le mordió en defensa propia. Una mordedura de la que no se pudo recuperar y que su padre quiso vengar cortándole la cola a la culebra.

Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador sintió tal culpa que fue en busca de la culebra para pedirle perdón y ofrecerle miel, agua, harina y sal, como muestra de su sincero arrepentimiento. A pesar de la nobleza de sus intenciones, la culebra no solo no le perdonó, sino que además se permitió el lujo de decirle:

– Agradezco que quieras venir a intentar remediar el error que cometiste conmigo, pero no hay ninguna posibilidad de que tú y yo podamos ser amigos. Mientras que a mí me falte la cola que tú me quitaste y a ti el hijo que mi veneno te ha arrebatado, seremos incapaces de estar en paz.

Moraleja

Una fábula orientada a los niños que han tenido problemas con alguno de sus compañeros o amigos.

Con bastante asiduidad, ocurren problemas en la escuela o en el grupo de amigos con el que siempre comparten. Y, muchas veces, se toman malas maneras antes que pedir disculpas o reconciliarse.

Así como sucedió con el labrador y la culebra, que prefirieron molestarse y buscar venganza, antes que intentar discutir o conversar acerca de cómo habían ocurrido los hechos.

Por eso, antes de iniciar cualquier trifulca, es mejor preguntarse por qué la iniciamos. ¿Es necesario? ¿Acaso alguno de los dos, simplemente, debería pedir disculpas y finalizar en paz?

El mejor problema siempre es el que se evita.

El lobo y el perro dormido

Disfrutaba un perro de un merecido descanso en la puerta de su casa, cuando de repente un veloz lobo se lanzó sobre él con claras intenciones de devorarlo. Para intentar librarse de tan negro destino, el perro le suplicó con todas sus fuerzas que lo escuchara, aunque solo fuera una sola vez, antes de que el lobo cumpliera sus deseos.

Entiendo que desees saciar tu hambre –comenzó diciendo el perro- pero de un saco de huesos como yo, tu estómago no tardará en volver a sentirse vacío; si en verdad deseas darte un buen festín, espera a que mis dueños celebren sus bodas y seguro que me encuentras mucho más apetecible.

Tan convincente era su argumento, que el lobo se marchó tan contento. Meses después, estaba el perro asomado a una ventana de la casa de su dueño, cuando volvió el lobo para reclamar lo que tanto tiempo había estado esperando. Molesto ante la insistencia, el perro contestó:

– ¡Lobo tonto, la próxima vez que aparezcas y yo esté durmiendo en el portal de mi dueño, no esperes a que se celebren las bodas de mis dueños!

Moraleja

Esta fábula invita a recordarnos los motivos por los que hacemos las cosas. ¿Por qué haces lo que haces?

El lobo no sabía por qué hacía lo que hacía. Sabía que tenía hambre, pero no estaba convencido de que ese fuera su propósito. Por eso, se dejó engañar por el perro que le ofreció una mejor oportunidad.

Una oportunidad que nunca llegó. Por eso, esta fábula nos invita a tener claros cuáles son nuestros motivos y nuestros objetivos. De esa manera, jamás dejaremos escapar una oportunidad, aunque nos quieran ofrecer mil oportunidades mejores en el futuro.

El zorro, el oso y el león

Habiendo encontrado un león y un oso a un cervatillo, se retaron en combate a ver cuál de los dos se quedaba con la presa.

Un zorro que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el cervatillo en medio, se apoderó de este y corrió pasando tranquilamente entre ellos.

Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse, murmuraron:

-¡Desdichados nosotros! ¡Tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que todo quedara para el zorro!

Moraleja

Una fábula que intenta mostrarnos las consecuencias de ser egoístas y no estar dispuestos a compartir con los demás.

Tanto el oso como el león, en su afán por quedarse con todo el premio, perdieron todo lo que podrían haber compartido en manos de un zorro oportunista.

Por eso, nunca hay que ser egoístas. Ni siquiera con las pequeñas cosas. Siempre debemos fomentar la actitud de compartir, de ser generosos y solidarios. Al final, las demás personas igualarán tus gestos, porque sabrán que lo que haces es lo correcto.

De no ser así, corres el riesgo de que zorros oportunistas se queden con todo el premio.

Las dos amiguitas

Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan pero tan amiguitas que no podían pasar un día sin la compañía de la otra, hasta que cierto día un pequeño desliz entre ambas puso a prueba su hermosa amistad:

– Hoy jugaremos a lo que yo quiera – le dijo uno de ellas a la otra.

A lo que la otra contesto:

– Te equivocas eso lo decidiré solo yo.

Y así con tales posturas, ambas se empecinaron en sus caprichos por muchas horas y sin llegar a un acuerdo. Luego de discutir por un largo rato, las dos avestruces amigas por fin entraron en razón y una de ella dijo:

-Dejemos los juegos por hoy y encontremos otra manera de llegar a un acuerdo.

Y diciendo estas palabras ambas acordaron alternarse diariamente y que cada una decidiese por un día entero que juegos jugar.

De esta manera no hubo más problemas y conflictos y conservaron una linda amistad hasta la muerte.

Moraleja

Con frecuencia ocurren mal entendidos entre dos personas que son muy unidas. Mejores amigos, o amigas, compañeros de toda la vida, que se debaten en riñas que bien pudieran ser descartables, o por razones que no deberían suponer una discusión, un malentendido o un enojo.

Esta fábula intenta mostrarnos la importancia de dialogar. De utilizar la conversación y el acuerdo como mecanismos para lograr el entendimiento.

Entre tanto, el conflicto, el silencio y la enemistad nunca lograrán solucionar un problema. Por más pequeño o complejo que este pudiera ser.

Educar el valor de hablar en nuestros hijos debe ser una prioridad ineludible.

El aceituno y la higuera

El aceituno ridiculizaba a la higuera porque, mientras él era verde todo el año, la higuera cambiaba sus hojas con las estaciones.

Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno lleno de follaje, la nieve cayó sobre sus hojas y con su peso se quebraron sus ramas, despojándolo inmediatamente de su belleza y matando al árbol.

Pero al estar la higuera desnuda de hojas, la nieve cayó directamente a la tierra, y no la perjudicó en absoluto.

Moraleja

No debemos burlarnos de las cualidades de los demás. Sobre todo cuando no sabemos a ciencia cierta cómo pueden utilizarlas para ser mejores en lo que hacen.

Con facilidad, creemos que existen sólo unas pocas cualidades que nos hacen mejores que los demás, y nos olvidamos que cada ser humano tiene herramientas diferentes para hacer las mismas cosas.

Por eso, siempre debemos fomentar el respeto. La aceptación y la tolerancia. Todo a partes iguales. Porque lo menos que queremos es que la vida misma nos dé una lección de por qué aquello que considerábamos una desventaja se convierta en una cualidad, mucho mejor que la nuestra.

El zorro y la cabra

Una vez un zorro estaba vagando por la oscuridad, cuando por desgracia cayó en un pozo. Intentó salir pero no podía. No tenía otra alternativa que permanecer allí hasta la mañana siguiente. Al día siguiente, una cabra llegó por allí, miró al pozo y vio al zorro. La cabra preguntó “¿qué estás haciendo ahí, señor zorro?”

El astuto zorro respondió:

“Vine aquí para beber agua. Es la mejor que he probado en mi vida. Ven y pruébala por ti misma. Sin pensar ni siquiera por un rato, la cabra saltó al pozo, apagó su sed y buscó una forma de salir. Pero al igual que el zorro, también fue incapaz de salir.

Entonces el zorro dijo:

“Tengo una idea. Ponte de pie sobre tus patas traseras. Subiré sobre tu cabeza y saldré. Entonces yo te ayudaré a salir también”.

La cabra era inocente e hizo lo que el zorro le dijo.

Mientras caminaba, el zorro dijo:

“Si hubieras sido lo suficientemente inteligente, nunca hubieras entrado sin ver cómo salir”.

Moraleja

La fábula del Zorro y la cabra nos quiere decir que nunca debemos hacer las cosas ciegamente, sin pensar en las consecuencias negativas que esto pudiera tener.

Pero, además de ello, nos intenta explicar el valor de ser inteligentes y cautos, y de no tomar cada palabra como cierta. En el caso de la cabra, creyó inmediatamente en las palabras del zorro, sin tener cautela ni calma para pensar si era verdad o mentira lo que estaba diciendo.

Así ocurre con nosotros. Muchas veces nos metemos en problemas por seguirles el juego a personas que consideramos nuestros amigos o fieles compañeros.

El huevo de oro

Había una vez un rico comerciante de tela que vivía en un pueblo con su esposa y sus dos hijos. Tenían una gallina hermosa que ponía un huevo todos los días. No era un huevo normal, sino un huevo de oro. Sin embargo, el joven comerciante no estaba satisfecho con lo que solía obtener todos los días.

Quería conseguir todos los huevos de oro de su gallina en muy poco tiempo. Por tanto, un día pensó y al fin concluyó en un plan. Decidió matar a la gallina y juntar todos los huevos.

Al día siguiente, cuando la gallina puso un huevo de oro, el hombre lo cogió, tomó un cuchillo afilado, cortó su cuello y cortó su cuerpo abierto. No había nada más que sangre por todas partes y ningún rastro de ningún huevo en absoluto. Estaba muy triste porque ahora no conseguiría ni siquiera un solo huevo.

Debido a su codicia, comenzó a ser más pobre y finalmente se convirtió en un mendigo.

Moraleja

La avaricia y la codicia son dos antivalores que nunca debemos cultivar. Mientras la primera nos incita a querer siempre más, a costa de lo que sea, la segunda nos invita a querer todo eso de forma inmediata, y sin estar dispuestos a dar algo a cambio.

En cambio, hacer las cosas de manera altruista y con paciencia, es lo que nos permitirá tener siempre más. Cumplir más objetivos, tener lo que siempre hemos querido, y hasta sorprendernos cuando la vida nos dé más de lo que quisimos.

A cualquier edad, siempre tenemos ante nosotros una gallina de huevos de oro. Todo dependerá de lo que hagamos con ella.

El coyote y las uvas

Una tarde muy soleada, un coyote iba caminando y el estómago le rugía de hambre. De repente, nota en la cima de un árbol que hay un racimo de hermosas uvas moradas e intentó alcanzarlas apoyándose en sus patas traseras, pero no llegó.

Intentó alcanzarlas saltando, pero tampoco llegó; una y otra vez fallaba hasta que sus patas ya no podían más y entonces cayó al suelo extenuado.

Estando tumbado en el suelo, se pudo dar cuenta que dos pajarillos la estaban observando; levantándose, se sacudió el polvo y se marchó diciendo.

-Mejor paso de esas uvas, seguro están verdes-

Retomó así su camino, y en cuanto ya había ganado distancia, los pajarillos picotearon las uvas y éstas cayeron al suelo, donde se dieron un banquete.

Mirando de lejos, el coyote pensó:

-Tal vez si hubiese pedido ayuda, estaríamos comiendo los tres-.

Moraleja

No son pocas las ocasiones donde el orgullo puede más que la inteligencia. Si en lugar de hacernos los mejores, los fuertes y los orgullosos, pidiéramos ayuda o intentáramos hacer algo diferente, las cosas se conseguirían de una forma más sencilla.

Pero, en cambio, lo que sucede en la vida real es que fácilmente nos conformamos con decir que eso es imposible, que es un objetivo inalcanzable, y que pasamos directamente de ello.

Sin embargo, a veces lo único que hace falta es pedir ayuda a alguien que pueda, junto a nosotros, conseguir ese objetivo. Siempre es mejor compartir el premio que perderlo todo.

La hormiga y la mariposa

Una hormiga trabajadora se encontraba reuniendo provisiones bajo el fuerte sol de verano a orillas del río. De pronto, el suelo bajo ella cedió, y la hormiga cayó al agua donde estaba siendo violentamente arrastrada.

Desesperada, la hormiga gritaba

-¡Ayuda, socorro, auxilio, me ahogo!-

En eso, una mariposa se da cuenta de la situación de la hormiga y rápidamente buscó una ramita, la agarró con sus patitas y se lanzó hacia donde estaba la hormiga; tendiéndole la rama y salvándola.

La hormiga muy feliz le dio las gracias y ambas siguieron su camino.

Al poco tiempo, un cazador furtivo se acerca por detrás de la mariposa con una red; en silencio se disponía a capturarla, pero justo cuando ya tenía la red sobre la cabeza de la mariposa ¡sintió un piquete muy doloroso en su pierna! Gritando soltó la red y la mariposa al darse cuenta, salió volando.

Mientras volaba, la mariposa desconcertada giró su cabeza para ver qué había herido al cazador, y se dio cuenta que era la hormiga a la que ese mismo día había salvado.

Moraleja

Una fábula que nos ejemplifica el dicho de hacer el bien sin mirar a quien. No son pocas las veces que la vida pone ante nosotros un hecho donde debemos decidir qué hacer: si ayudar a quien lo necesita o dejar pasar esa oportunidad.

Lo que no sabemos, en ese momento, es que la vida es una inmensa cadena de favores donde, así no lo quieran, terminarán devolviendo el favor que un día les has hecho.

De no haber sido por ese detalle, la mariposa hoy estaría dentro de una red. Y la hormiga estuviera ahogada en aquel río.

Hacer el bien sin mirar a quien. En eso hay que educar.

El viento y el sol

Una vez, el viento y el sol tuvieron una discusión

-Yo soy el más fuerte, cuando yo paso, los árboles se mueven; hasta puedo derribarlos si quiero- dijo el viento.

-El más fuerte aquí soy yo, yo no derribo árboles, pero puedo hacerlos crecer- Le respondió el sol.

-Voy a demostrarte que soy el más fuerte ¿ves a ese hombre con chaqueta? Se la voy a quitar con mi soplido- dijo el viento.

Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero mientras más fuerte soplaba, más fuerte el hombre se aferraba a su chaqueta, y el viento se cansó de soplar.

Entonces fue el turno del sol, y este, lanzando todos sus rayos hacia el hombre, hizo que se quitara la chaqueta de tanto calor.

-Bien, tú ganas, pero debes admitir que yo hice mucho más ruido- dijo el viento al final.

Moraleja

A muchas personas les gusta alardear de sus virtudes, más aún si se tratan de virtudes llamativas como la fuerza. Pero, en ocasiones, no son estas virtudes las que triunfan, sino que son la paciencia, la inteligencia, el sentido común y saber esperar su oportunidad.

Esta fábula nos invita a reconocer las virtudes de los demás, a no compararlas, ni mucho menos a menospreciarlas.

Así como el sol puede quitarle a un hombre una chaqueta sin tener que hacer demasiado esfuerzo, cualquier persona puede lograr los objetivos que quiera si usa su inteligencia y su paciencia.

En ocasiones, la fuerza no vale más que las mañas.

El halcón, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde los cielos, un halcón cazó un corderito. Un cuervo la observó y tratando de imitarlo, se lanzó sobre un carnero.

Sin embargo, no pasó lo mismo que antes, y al desconocer las artes, el cuervo se enredó en la lana, donde sin importar que tan fuerte batía sus alas, no logró escapar.

Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo entre sus manos, con su machete cortó sus alas, y a su casa lo llevó.

Fascinados sus hijos lo vieron, y curiosos del asunto a su padre preguntaron:

-¿Papá, qué ave es esta?

-Para mí es sólo un cuervo, pero él se cree halcón.

Moraleja

Antes de lanzarnos al vacío en busca de cualquier cosa que tengamos en mente, debemos conocer nuestras virtudes, nuestros defectos y nuestros límites.

Así como el cuervo, que no supo entender que no compartía las mismas cualidades que el halcón, y se lanzó a cazar cualquier presa sin saber siquiera cómo se hacía.

Por eso, es importante siempre que queramos conseguir algo, saber cuáles son nuestras virtudes, nuestras capacidades y nuestros límites. Primero, conocerlos. Luego, a partir de esto, hacer todo lo posible por explotar las cosas positivas, mejorarlas, a fin de conseguir lo que queremos.

Lo que es inaceptable es imitar a los demás, sin valorar las diferencias.

El hijo y el padre

Hijo: “Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?”

Padre: “Sí, claro, ¿qué es?”

Hijo: “Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?”

—dijo con ojos muy abiertos.

Su padre entre molesto y cansado, fue muy tajante en su respuesta.

“Eso no es asunto tuyo, ni tu madre lo sabe, ¿por qué me preguntas tal cosa?”

Hijo: “Sólo quiero saber, por favor dime, ¿cuánto ganas en una hora?”

El papá enfadado contestó: “100$”.

Hijo: “Oh” —El niño con tristeza agacha la cabeza hacia abajo…

“Papá, ¿puedo pedir prestado 50$?”

El padre se puso furioso: “Si la única razón por la que quieres saber lo que gano es para pedir prestado dinero para comprarte algún juguete tonto, entonces quédate en tu habitación, no salgas y piensa por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo duro todos los días, como para lidiar con este comportamiento tan infantil”.

El niño en silencio cerró la puerta de su habitación. El hombre se sentó y comenzó incluso a ponerse más enojado acerca de la pregunta del pequeño. ¿Cómo se atreve a hacer tales preguntas sólo para obtener algo de dinero? Después de una hora o algo así, el hombre se calmó y comenzó a pensar: Tal vez había algo que realmente necesitaba comprar con esos 50$, después de todo, el niño no pedía dinero muy a menudo. Así pues, se acercó a la puerta de la habitación del niño y abrió la puerta.

Padre: “¿Estás dormido, hijo?”

Hijo: “No papá, estoy despierto”.

Padre: “He estado pensando, tal vez yo fui demasiado duro contigo. Ha sido un día largo. Aquí tienes los 50$ que me pediste…”

El niño se irguió, sonriendo.

“¡Oh, gracias papá!” -susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada y sacaba varias monedas.

Entonces, se levantó y cogió debajo de la almohada unas monedas y unos billetes arrugados. El hombre vio que el muchacho ya tenía dinero, empezó a enfadarse de nuevo. El niño contó despacio su dinero, y luego miró a su padre.

Papá: “¿Por qué quieres más dinero si ya tiene bastante?”

Hijo: “Porque yo no tenía suficiente, pero ahora sí.” –Contestó entusiasmado.

“Papá, ahora tengo 100€. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo? Por favor, mañana ven a casa temprano, me gustaría cenar contigo.”

El padre se sintió fatal. Puso sus brazos alrededor de su pequeño hijo, y le pidió perdón.

Moraleja

Una fábula orientada a los adultos, más que a sus hijos. No son pocas las oportunidades que los padres desaprovechan para estar con sus hijos, gracias a que están ocupados, trabajando.

La fábula ejemplifica, de manera especial, la forma en que un hijo sólo quiere un poco de compañía de su padre. Al saber cuánto gana su padre en una hora, podrá reunir el dinero para pagarla, y que él pueda llegar una hora más temprano a casa, para estar con él.

Al final, lo único importante es la familia, los amigos, y el contacto frecuente que tengamos con ellos. Todo lo demás forma parte de lo superfluo.

El Zorro y los Gallos

Dos gallos luchaban para tomar el control del gallinero.

Después de una intensa pelea, uno de ellos salió derrotado, y no le quedó otra alternativa más que esconderse entre los matorrales.

El vencedor exhibiéndose orgulloso, se montó sobre uno de los postes de la cerca y comenzó a cantar a los cuatro vientos su victoria.

Fue entonces, cuando a su espalda, un zorro que esperaba paciente dio un salto hacia la verja y de un mordisco feroz cazó al gallo ganador.

Desde entonces, el otro gallo es el único macho en el gallinero.

Moraleja

Uno de los valores más importantes en el ser humano es la humildad. Sin embargo, también es uno de los menos practicados.

A menudo, nos vemos envueltos en un alarde de nuestras propias victorias, conquistas y éxitos. O vemos a los demás teniendo esas actitudes.

Pero, la vida nos ha enseñado que a las personas que viven haciendo alarde de las cosas que le pasan, de los éxitos que cosechan, no tardará en llegarle la hora de que alguien le quite eso que tanto han ventilado como éxito.

Como le sucedió al gallo, que por andar cantando orgulloso su victoria, dejó en bandeja de plata su integridad para que un zorro lo cazara.

El amo del cisne

Algunas personas cuentan que los cisnes son hermosas aves capaces de entonar bellas y armónicas canciones justo antes de su muerte.

Sin saber esto, un día un hombre se hizo a un hermoso cisne. Éste no era sólo el más bello, sino el mejor cantante de todos. Por esta razón, el hombre pensó que el cisne podría deleitar a quienes visitaran su hogar con sus maravillosos cantos. De esta manera, el hombre buscaba generar envidia y admiración en sus allegados.

Una noche, el amo organizó una fiesta, sacando a al cisne para exhibirlo, como si se tratase de un valioso tesoro. El amo solicitó al cisne que entonara una bella canción para entretener al público. Ante esto, el cisne permaneció impávido, generando molestia e ira en el amo.

Los años pasaron y el amo siempre pensó que había malgastado su dinero en la bella ave. No obstante, una vez el cisne se sintió viejo y cansado, entonó una maravillosa melodía.

Al escuchar el canto de la melodía, el amo comprendió que el cisne estaba a punto de morir. Reflexionando sobre su comportamiento, el amo entendió su error al intentar apurar al animal a cantar cuando éste era joven.

Moraleja

Ningún fruto tendrá un buen sabor si se coge antes de tiempo.

Del mismo modo ocurre con las cosas en la vida. Cuando intentamos precipitarnos, apurarnos, y forzar a que los demás también lo hagan, los frutos de ese esfuerzo nunca serán dulces, sino amargos y a los que no les conseguiremos ningún beneficio o provecho.

Es por eso que siempre debemos darle tiempo al tiempo. Esperar a que las cosas se den cuando se deban dar.

Muchas personas intentan violar las leyes para obtener frutos antes de tiempo. Y el tiempo mismo les dará la lección de que la paciencia es la mejor arma para obtener frutos dulces.

El enfermo y el doctor

En un hospital se encontraba internado un enfermo cuya salud decaía con el pasar de los días. Éste no veía mejoras en su estado.

Un día, el Doctor que le revisaba se encontraba dando sus habituales rondas. Al entrar en la habitación del paciente le preguntó a éste qué le aquejaba.

El enfermo sin dudarlo respondió que estaba sudando más de lo normal. Ante esto el Doctor dijo:

– Todo parece normal. Estás bien.

Al día siguiente, el Doctor volvió a visitar al paciente. Éste indicó que se encontraba más enfermo que el día anterior, y que tenía mucho frío. Ante esto el Doctor respondió:

– No pierdas la paciencia, todo está bien.

Pasaron algunos días y el Doctor volvió a visitar al enfermo. Éste, visiblemente desmejorado, volvió a indicar que se encontraba más enfermo y no conseguía conciliar el sueño. El Doctor respondió nuevamente:

– Estás bien.

Al retirarse el Doctor de la habitación, escuchó al enfermo decir a sus familiares:

– Creo que me voy a morir de estar bien, pero cada día estoy peor.

Ante esto, el Doctor sintió vergüenza y entendió que debía prestar más atención a las necesidades de sus pacientes.

Moraleja

Una fábula que nos indica la vocación que se requiere para algunas profesiones. Donde no basta con los conocimientos o la práctica, sino que se requiere de un gran conocimiento de las necesidades de los demás, de entenderlos y saber escuchar sus súplicas y requerimientos.

Es una enseñanza para saber escuchar a los demás. A veces, creemos que todo está bien porque lo vemos desde nuestra perspectiva. Pero no nos detenemos a pensar si realmente la están pasando bien, si se sienten bien o si necesitan de algún tipo de ayuda.

Algo muy frecuente en nuestros hijos, que a veces nos intentan decir cosas que no logramos entender.

El gato y el cascabel

En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y consentido por sus dueños. Dicho gato tomaba toda la leche que gustaba, y sus amos le consentían y cuidaban, esforzándose por darle todo lo que quisiera.

El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba sus días persiguiendo a un grupo de ratones que también vivían en la casa. Cada vez que uno de estos ratones se asomaba para tomar algo de alimento, el gato aparecía y ferozmente le cazaba.

Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que ya no podían salir de su ratonera para conseguir alimento.

Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución a sus problemas. Tanto los niños como los jóvenes y los viejos deliberaron infructuosamente en busca de soluciones.

Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a todos gustó: ponerle un cascabel al gato para así saber cuándo merodeaba fuera de la ratonera.

Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la mejor alternativa. Hasta que uno de los ratones más viejos preguntó:

– ¿Quién se encargará de poner el cascabel en el gato?

Inmediatamente todos los ratones se desanimaron, puesto que no apareció ningún voluntario.

Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes deliberando quién se encargará de la temeraria labor, mientras que la comida continúa escaseando.

Moraleja

Una de las fábulas más conocidas en todo el mundo. Universalmente utilizada para dinámicas de grupo.

Nos habla de la importancia de las ideas, pero sobre todo de la importancia de las buenas ideas cuando realmente se llevan a cabo. Porque las ideas sobre el papel son buenas, pero sólo son excelentes cuando hay personas dispuestas a llevarlas a cabo.

Y, en el caso de los ratones, la falta de quien llevara a cabo estas tareas propició el hecho de seguir teniendo una buena idea, pero sólo eso: una idea.

Siempre es necesario pasar a la acción. Sino, hasta las mejores ideas se diluyen.

El adivino

En la plaza pública de un pueblo, un adivino se encargaba de leer la fortuna de quienes le pagaban por ello. De un momento a otro, uno de sus vecinos se acercó para contarle que la puerta de su casa había sido rota y que sus pertenencias habían sido robadas.

El adivino se paró de un brinco y corrió hacia su casa para ver qué había sucedido. Sorprendido al entrar en su morada vio que ésta se hallaba vacía.

Uno de los testigos del evento entonces preguntó:

– Tú, que siempre estás por ahí hablando del futuro de los otros, ¿por qué no predijiste el tuyo?

Ante esto, el adivino se quedó mudo.

Moraleja

El futuro es una caja de sorpresas donde nadie sabe lo que puede conseguir. Por eso, siempre debemos tomar con duda y recelo a las personas que afirman saber todo lo que pasará con nuestras vidas.

En el caso de la fábula, esta utiliza la ironía para mostrarnos a alguien que afirmaba conocer el porvenir de todas las personas, pero que curiosamente se olvidó de conocer el suyo propio.

Así pasa con todas las cosas, teniendo a muchas personas listas para dar consejos y aplicar dictámenes sobre la forma de ser de los demás, pero que jamás se detienen a pensar en lo que están haciendo con sus propias vidas.

El zapatero y el hombre rico

Existía hace muchos años un zapatero laborioso, cuya única labor y entretenimiento consistía en arreglar los zapatos que sus clientes le llevaban.

Tan feliz era el zapatero que a sus clientes cobraba poco o nada, ya que arreglaba los zapatos por placer. Esto hacía del zapatero un hombre pobre, sin embargo, cada vez que terminaba un encargo, lo entregaba sonriente y se iba a dormir plácidamente.

Era tal la felicidad del zapatero que pasaba las tardes cantando, cosa que molestaba a su vecino, un hombre rico.

Un día, el hombre rico, embargado por la duda, decidió abordar al zapatero. Se encaminó hacia su humilde residencia y parado en el sencillo pórtico preguntó:

– Dígame usted, buen hombre, ¿cuánto dinero produce al día? ¿Es el dinero lo que causa su desbordante felicidad?

El zapatero respondió:

– Vecino, la verdad es que soy muy pobre. Con mi trabajo solo obtengo unas cuantas monedas que me ayudan a vivir con lo justo. No obstante, la riqueza no significa nada en mi vida.

– Eso me imaginé – Dijo el rico. Vengo a contribuir con su felicidad.

De esta manera, el hombre rico le entregó al zapatero un saco lleno de monedas de oro.

El zapatero no terminaba de creer lo que estaba sucediendo. Había dejado de ser pobre en segundos. Luego de agradecerle al rico, tomó el saco de monedas y lo guardó con recelo bajo su cama.

Este saco de monedas cambió la vida del zapatero. Al tener algo que cuidar con recelo, su sueño se volvió inestable y temía que pudiese entrar alguien a su hogar a robar el saco de monedas.

Al no dormir bien, el zapatero ya no tenía la misma energía para trabajar. Ya no cantaba de felicidad y su vida se volvió agotadora. Por esta razón, el zapatero decidió devolver al hombre rico el saco de monedas.

El hombre rico no daba crédito a la decisión del zapatero, por lo que le preguntó:

– ¿Acaso no disfruta usted de ser rico? ¿Por qué rechaza el dinero?

El zapatero pausadamente respondió:

– Vecino, antes de tener ese saco de monedas, yo era realmente feliz. Todos los días me levantaba cantando después de dormir plácidamente. Tenía energía y disfrutaba mi trabajo. Desde que recibí este saco de monedas, dejé de ser el mismo. Vivo preocupado por cuidar el saco y no tengo tranquilidad para disfrutar de la riqueza que se encuentra en él. Sin embargo, agradezco su gesto, pero prefiero vivir siendo pobre.

El hombre rico se sorprendió y entendió que la riqueza material no es fuente de felicidad. También entendió que la felicidad se compone de pequeños detalles y cosas que muchas veces pasan desapercibidas.

Moraleja

El dinero es una herramienta para conseguir las cosas que queremos. Más no debemos intentar todas las cosas sólo por conseguir más dinero. Porque el dinero no es ni puede ser un objetivo, ya que carece de felicidad.

En la fábula, vemos recreada la felicidad en la imagen de una persona cualquiera que cada día sale a disfrutar de lo que hace. Y ese disfrute, aun cuando le genere poco o nada de satisfacción económica, le permite sentirse feliz, en plenitud, sin necesidad de nada más.

Esto nos da a entender que la felicidad se encuentra en hacer lo que más nos gusta.

El toro y las cabras

En una verde pradera vivían un toro y tres cabras. Estos animales habían crecido juntos y eran verdaderos amigos. Todos los días el toro y las cabras jugaban y disfrutaban de la pradera.

Era normal que estos cuatro amigos jugaran, sin embargo, para un perro viejo y vagabundo que rondaba por la misma pradera, esta escena resultaba extraña. Las experiencias de la vida del viejo perro le impedían entender cómo aquellas cuatro criaturas podían ser amigas y llevarse bien entre sí.

Un día, el perro confundido decidió acercarse al toro y preguntarle:

– Señor toro, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como usted puede pasar los días jugando en la pradera con tres pequeñas cabras? ¿No ve usted que esto puede resultar extraño para los demás animales? Este juego puede afectar su reputación. Los demás animales van a pensar que usted es débil y por eso se relacionan con esas tres cabras.

El toro meditó sobre las palabras del perro, sin querer convertirse en el hazmerreír de los demás animales. Él quería que su fuerza no fuera subestimada. Por esta razón, decidió alejarse de las cabras, hasta que dejó de verlas.

El tiempo pasó, y el toro se sentía solo. Echaba en falta a sus amigas cabras, ya que para él ellas eran su única familia. Ya no tenía con quien jugar.

Al meditar sobre sus emociones, el toro entendió que había cometido un error grave. Se había dejado llevar por lo que otros pudieran pensar, en vez de hacer aquello que le nacía. De esta forma, se dirigió hacia sus amigas cabras y les pidió disculpas. Afortunadamente, hizo esto a tiempo y las cabras le perdonaron.

El toro y las cabras siguieron jugando todos los días y fueron felices en la pradera.

Moraleja

Nunca debes abandonar lo que te hace feliz por algo que harás sólo para complacer a los demás.

Lamentablemente, no son pocas las veces que cometemos este error. Y lo pagamos con la soledad, con los malos tratos, con la incomodidad de no encontrarnos a gusto donde estamos, y con la insatisfacción de pensar que hemos desperdiciado las oportunidades.

En cambio, los que actúan y piensan de acuerdo a su felicidad, siempre encontrarán un camino lleno de praderas verdes para conocer, para disfrutar, y para compartir con las personas que para él son importantes.

La mula vanidosa

Había dos mulas de carga que trabajaban para diferentes amos. La primera mula trabajaba para un campesino y se encargaba de llevar pesadas cargas de avena. La segunda mula trabajaba para el rey y su labor consistía en llevar cuantiosas sumas de monedas de oro.

La segunda mula era sumamente vanidosa y orgullosa de su carga. Por esta razón, caminaba altanera y haciendo ruido con las monedas que llevaba. Tanto ruido hizo un día que, unos ladrones se percataron de su presencia y le atacaron para robar su carga.

La mula se defendió con fuerza, hasta perder su carga y terminar gravemente herida. Al caer sobre el suelo adolorida y triste, preguntó a la primera mula:

– ¿Por qué me pasó esto? ¿Por qué esos ladrones robaron mi carga?

Ante este cuestionamiento la otra mula respondió:

– A veces lo que parece un gran trabajo no lo es. Es mejor pasar desapercibido para no despertar la envidia de otros.

Moraleja

La envidia es uno de los antivalores más crueles de la humanidad. Tan cruel es, que es capaz de despertar el odio y la rabia en contra de otras personas, sin más justificación que querer lo que los demás tienen.

En ocasiones, muchas personas actúan de tal manera que lo único que hacen es despertar envidia. La altanería, la vanidad y la vida en base a lo material es lo único que se necesita para despertar la envidia en los demás.

Y en ese caso, el error es del vanidoso. Es mejor ser discreto, sobre todo cuando se tiene algo de valor. Así, no llamarás la atención, y no correrás riesgos.

El elefante y el león

En la selva todos los animales le rendían culto al león como su rey. Veían en él una figura fuerte, valiente, fiera y elegante. No les importaba que llevara muchos años gobernándoles.

Sin embargo, algo que todos los animales de la selva no conseguían entender era que, al lado del tenaz león siempre se encontraba un viejo y lento elefante. Cada animal de la selva ardía en deseos de estar al lado del mandatario en lugar del elefante.

El rencor y los celos de los animales fueron gradualmente creciendo. Un día todos los animales decidieron hacer una asamblea para que el león eligiese a un nuevo compañero.

Una vez inició la asamblea, la zorra tomó la palabra:

– Todos pensamos que nuestro rey es increíble, no obstante, coincidimos en que no tiene un buen criterio para escoger amigos. Si hubiese elegido a una compañera astuta, hábil y hermosa como yo, esta asamblea no tendría lugar ni sentido.

Después de la zorra continuó el oso:

– No me cabe en la cabeza cómo nuestro rey, un animal tan imponente, puede tener como amigo a un animal que carece de garras grandes y fuertes como las mías.

Ante los comentarios de los demás, el burro por su parte señaló:

– Yo entiendo perfectamente lo que está pasando. Nuestro rey eligió al elefante como su amigo porque tiene unas orejas grandes como las mías. No me eligió a mí primero porque no tuvo el placer de conocerme antes que al elefante.

Tal fue la preocupación de todos los animales por reconocer sus cualidades sobre las del elefante, que no consiguieron ponerse de acuerdo y jamás lograron entender que el león prefería al elefante por su humildad, sabiduría y modestia.

Moraleja

Siempre solemos juzgar a los demás en base a lo que consideramos correcto. Jamás, o pocas veces, nos ponemos a pensar en lo que los demás analizaron para escoger lo que han escogido.

Esto da lugar a riñas y malentendidos, porque no podemos comprender cómo los demás “se equivocan de tal manera”, y no nos eligen a nosotros.

Es allí cuando comenzamos a comparar. A ver que somos mejores que ellos y que podemos superarlos.

Pero, no comprendemos que los valores por los que los han escogido pueden ser muy diferentes que los que tenemos. El elefante, humilde, desinteresado y paciente, era el mejor amigo del león. Sin ser fuerte, rápido o astuto.

Todas, son virtudes.

El guepardo y el león

Una vez, los animales de la sabana estaban un poco aburridos y decidieron buscar maneras de divertirse.

Unos fueron a los pozos a saltar en el agua, otros se pusieron a trepar árboles, pero el guepardo y el león, aprovecharon la ocasión para probar sus cualidades frente a todos y decidieron hacer una carrera.

– ¡Atención! Si queréis entretenimiento aquí está: seremos testigo de una carrera de velocidad entre el león y el guepardo. ¿Quién ganará? Acercaos y lo sabréis en minutos.

Entonces los animales se animaron y se acercaron curiosos. Murmuraban entre ellos sobre cuál era su favorito y por qué.

– El guepardo es veloz. La victoria es suya – decía la jirafa.

– No estés tan segura amiguita. El león también corre rápido – le respondía el rinoceronte.

Y así cada cual abogaba por su candidato. Mientras tanto, los corredores se preparaban para la competencia.

El guepardo, se estiraba y calentaba sus músculos. No estaba nervioso sino que se preparaba para dar un gran espectáculo y dejar clara su ventaja sobre el león.

Por su parte, el león solo se sentó a observar el horizonte y a meditar. Su esposa, la leona, se le acercó y le preguntó:

– Querido, ¿qué haces aquí? La chita está poniéndose a tono para la competencia y tú solo estás aquí sentado con la mirada perdida. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

– No, mujer. Tranquila. Estoy meditando.

– ¿Meditando? A segundos de una carrera con el animal más veloz de la sabana, ¿tú meditas? No te entiendo querido.

– No tienes que entenderme cariño. Yo ya preparé mi cuerpo para esta carrera durante todo este tiempo. Ahora, necesito preparar mi ánimo.

El clan de los elefantes mayores, fueron quienes prepararon la ruta y marcaron las líneas de salida y de meta. Los suricatos serían los jueces y un hipopótamo daría la señal de salida.

Llegó el momento y los corredores se pusieron en posición:

– En sus marcas- comienza a decir el hipopótamo- listos… ¡fuera!

Y arrancaron a correr el león y el guepardo, quien enseguida tuvo la ventaja.

Los competidores se perdieron rápidamente de vista de los animales ubicados al principio de la pista.

La victoria parecía ser del guepardo, pero al minuto de haber empezado, dejó de ser tan veloz. El león seguía corriendo a su ritmo pero cada vez estaba más cerca de alcanzarla, hasta que al fin la superó y allí aumentó la velocidad y le ganó.

Moraleja

No siempre gana el que tenga más aptitudes, sino el que sepa aprovechar los momentos puntuales de una competencia.

No por ser más rápido llegarás primero, y no por ser más fuerte levantarás más peso. Siempre es mejor tener un valor como la inteligencia, que te hará razonar en qué momento conviene ser más rápido, y en qué momento conviene levantar más peso.

Antes de entrenar cualquiera de tus aptitudes, debes entrenar tus actitudes y tu concentración. Porque es la mente la que compite al más alto nivel, y es ella la que realmente marcará las grandes diferencias.

La hormiga, la araña y la lagartija

Había una vez, en una casa de campo donde habitaban muchos animales de distintas especies, una araña y una lagartija.

Vivían felices en sus labores; la araña tejía hermosas y enormes redes mientras la lagartija mantenía lejos de la casa a los insectos peligrosos.

Un día, vieron un grupo de hormigas trabajando recogiendo cosas. Una de ellas las dirigía y les ordenaba a dónde ir a buscar la carga y por cuál ruta debían llevarla hasta su casa.

Extrañadas por los visitantes, la araña y la lagartija se acercaron a la hormiga:

– Hola. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?- se adelantó a preguntar la araña.

– Sí, ¿quiénes son?- le apoyó la lagartija.

– Hola. Perdonen el descuido. Somos las hormigas y estamos de paso, buscando comida para prepararnos para el invierno. Espero que no estemos molestando.

– No exactamente, pero es extraño verlas aquí. Este terreno ha estado solo para nosotras desde hace mucho y…

– Y no nos gusta el escándalo ni que dejen suciedad en esta zona. Nuestro trabajo es mantener a los insectos alejados de aquí- dijo la lagartija con tono de cierta molestia.

– ¡Oh perdonen! De verdad que no es nuestra intención molestarlas. Insisto: estamos de paso preparándonos para el invierno.

– Pues yo no sé si lloverá, lo que sé es que les agradezco que terminen rápido con su labor y se vayan a su casa. Aquí ya estamos completos- sentenció la lagartija y se fue por los matorrales velozmente.

La araña, algo incómoda por el mal humor de su vecina, también se fue a sus aposentos. Antes, le advirtió a la hormiga sobre su naturaleza insectívora.

La hormiga se quedó pensando: “¡Pero qué gruñones! La lagartija quiere su espacio y la araña nos puede comer. Creo que es mejor que huyamos”.

Entonces volvió a su puesto y ordenó la retirada a sus compañeras.

Esa noche llovió a cántaros y mientras las hormigas estaban en su casa con refugio seguro y comida abundante, la araña y la lagartija temblaban de frío y pensaban en que por estar discutiendo no habían guardado comida en sus despensas.

Moraleja

Cuando vemos algo nuevo, o diferente, siempre ponemos una barrera de protección. Creemos que criticar, juzgar o llevar la contraria a eso nuevo es lo único que nos permitirá estar en paz.

Pero, hay veces que es justo lo contrario. Si en vez de colocar esa barrera analizamos cómo se comporta “eso nuevo”, qué hace, por qué lo hace y cómo lo hace, podemos sacar mayores ventajas que criticando o juzgando sin saber.

Así, si la lagartija y la araña hubiesen tenido la disposición de entender por qué las hormigas hacían ese trabajo, no hubieran pasado ni frío ni hambre.

Los perros y la lluvia

Había una vez una casa grande en la que vivían varios perros: Negrita, Blani, Estrellita y Radio. Vivían felices corriendo por los patios, jugando y haciendo travesuras, pero casi a ninguno lo dejaban entrar a las casas.

Solo Estrellita tenía permiso de hacerlo, por ser la más pequeña y consentida.

Al llegar el invierno, todos buscaban refugio porque el frío les helaba todo el cuerpo. Estrellita se burlaba de ellos desde la comodidad de su camita dentro de la casa.

El invierno pasó y el sol radiante iluminaba todo. Los días eran perfectos para jugar al aire libre.

Los perros salieron contentos a correr y Estrellita también quiso acompañarlos pero ellos le dijeron:

– No queremos jugar contigo Estrellita. Sabemos que no es tu culpa que te permitieran entrar a ti sola a la casa durante las lluvias, pero no tenías derecho a burlarte de nosotros que nos moríamos de frío.

Y Estrellita, se entristeció y se acurrucó en su cómoda camita. Sola.

Moraleja

Nadie tiene el derecho de burlarse de sus amigos cuando estos están pasando por situaciones difíciles. En cambio, son los primeros que intentan ayudarles a superar cualquier dificultad que puedan tener.

Sin importar cuál sea el origen de las condiciones que estén complicando a nuestros amigos, siempre debemos intentar ayudarlos. Así no podamos, o creamos que no tenemos las herramientas para brindar apoyo, la disposición es el primer paso para encontrar una buena solución.

Una solución que no sólo será agradecida por tus amigos, sino que servirá de justificación para luego ayudarte, aunque no lo necesitases. Los amigos son una cadena de favores.

La abeja y el fuego

Había una vez una abejita que siempre visitaba un jardín lleno de girasoles. La abejita se pasaba las tardes conversando con los girasoles más pequeños.

En su casa, le decían que el jardín era para polinizar, no para conversar. Pero ella sabía que podía hacer ambas cosas. Y le encantaba.

Sus amigos girasoles eran divertidos y siempre hablaban de cuánto admiraban el sol. Un día, quiso darle una sorpresa a los girasoles y se fue a buscar un cerillo encendido.

Con gran esfuerzo encontró uno en un basurero y se las ingenió para encenderlo en la estufa de una casa en la que siempre olvidaban cerrar las ventanas.

Con todas sus fuerzas llegó al jardín y cuando estaba cerca de sus amigos, se le cayó el cerillo. Afortunadamente, se encendió el riego automático porque era justo la hora de regar el jardín.

La abejita casi se desmaya del susto y sus amigas también.

Moraleja

Hay situaciones en las que las intenciones no son lo único que cuentan. Así, por muy buenas que sean tus intenciones, puedes cometer errores tan graves de los que jamás puedas redimirte.

Es por ello que siempre que queramos hacer algo, para nosotros o para nuestros amigos, debemos pensar en los riesgos que ese algo puede tener. ¿Les gustará? ¿Les puede resultar ofensivo? ¿Puede hacerles daño?

Si después de responder a esas preguntas todavía te sientes a gusto con tu obsequio o sorpresa, de seguro que tendrás éxito. Y todos estaréis muy felices.

En cambio, si no tienes en cuenta eso, te puedes llevar una desagradable sorpresa. O un susto.

Tilín el desobediente

Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía un amigo cangrejo llamado Tomás. Les encantaba pasar las tardes jugando juntos y visitando arrecifes.

Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía permiso para jugar con su amigo cangrejo, siempre que no saliera a la superficie.

Un día, le ganó la curiosidad y le pidió a Tomás que lo llevara a la orilla. Este se negó a llevarlo pero Tilín insistió.

El cangrejo accedió pero con la condición de que solo fueran hasta una roca por un momento y regresaran enseguida.

Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron cuenta que una lancha de pescadores venía del otro lado y cuando los vieron lanzaron su red.

Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se desmayó. Cuando despertó, estaba en su cama con sus padres. Al ver que despertaba Tilín, ellos suspiraron de alivio.

Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una vez. Sentir el aire de allá arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -dijo Tilín.

Lo siento Tilín. Él no pudo escapar- respondió su mamá con la cara triste.

Moraleja

Siempre debemos obedecer las indicaciones de nuestros padres. Le debemos obediencia y respeto, aun cuando pensemos que sus decisiones no son a nuestro favor.

Pero, además, debemos tener cuidado de hacer acciones que van en contra de lo que nuestros padres dicen. Porque pueden salir mal, y meternos en un gran problema.

En el caso de la fábula, el caballo de mar actuó de forma irresponsable. Primero, por no obedecer a sus padres. Segundo, por meter a su mejor amigo en un problema sin ninguna necesidad.

Por eso siempre debemos seguir al pie de la letra las orientaciones de nuestros padres. Para bien o para mal, siempre querrán protegernos.

El zorro irresponsable

Érase una vez Antonie, un zorrito que iba a la escuela en el bosque.

Un día la maestra les asignó una tarea que consistía en tomar del bosque 5 ramitas durante 10 días y hacer con ellas una figura.

Al final de los 10 días, todos expondrían sus figuras. La mejor escultura ganaría un regalo.

Todos los zorritos salieron hablando de lo que pensaban hacer; unos harían la torre Eiffel, otros un castillo, otros grandes animales. Todos se preguntaban cuál sería el regalo.

Los días pasaban y aunque Antonie decía que estaba avanzando en su tarea, la verdad era que no había empezado siquiera.

Todos los días al llegar a su madriguera, se ponía a jugar con lo que encontrara y a pensar en cuánto le gustaría comerse un pastel de moras.

Faltando un día para la entrega, la maestra le preguntó a los zorritos sobre sus avances con la tarea. Unos decían que ya habían terminado y otros que ya casi.

La maestra les dice:

Me alegra mucho oír eso niños. El que haga la escultura más bonita, se llevará este rico pastel de moras.

Era el pastel con el que Antonie soñaba. Al salir de la clase, Antonie corrió a su madriguera y en el camino tomó tantas ramas como pudo.

Llegó y comenzó a realizar su proyecto pero ya era muy poco el tiempo que le quedaba y no logró hacer su tarea.

Al llegar a su clase el día de la presentación, todos los demás llevaban bonitas obras menos Antonie.

Moraleja

Cuando pierdes el tiempo siendo holgazán, por perezoso y ocupándote de nada, corres directamente el riesgo de perder también muchas oportunidades, muchos premios que la vida te va dando.

Puede ser con las tareas para el colegio, donde padres o profesores podrían premiarte. Puede ser con una asignación que te han dado tus padres, y que no la has hecho porque ya habrá otro momento para hacerlo.

Sea como sea, nada es mejor que hacer los deberes de antemano. El tiempo libre que queda después es más disfrutable, porque ya lo importante lo habrás realizado.

La carrera de perros

Érase una vez una carrera de perros que se celebraba cada año en un pueblito remoto.

Los perros debían correr un tramo de mil kilómetros. Para lograrlo, solo se les daba agua y tenían que sobrevivir con lo que pudieran encontrar.

Para la gente de los demás poblados, esta carrera era la más complicada del mundo. Llegaba gente de todas partes del mundo a poner a prueba a sus canes.

En una ocasión, se presentó a la carrera un perro flaco y viejo. Los demás perros se reían y decían:

Ese perro viejo y flaco no aguantará y se desmayará a los pocos metros.

El perro flaco les respondió:

“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.

Llegó el día de la carrera y, antes de la voz de partida, los perros jóvenes al viejo le decían:

“Bueno viejo, nos llegó el día, por lo menos tendrás la dicha de decir que en esta carrera participaste un día”.

El perro viejo sin inmutarse respondió:

“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.

Salieron los perros al escuchar la voz de partida, los veloces pronto tomaron la delantera, detrás iban los grandes y los fuertes, todos a la carrera.

El perro viejo iba el último.

Al cabo de los primeros tres días, los veloces se desmayaron por agotamiento y falta de comida. Siguió así la carrera y los perros grandes, al viejo le decían:

Viejo los rápidos se salieron ya. Es un milagro que sigas en pie, pero eso no significa que a nosotros nos ganes.

El perro viejo como siempre, muy tranquilo respondió:

“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.

Pronto los perros grandes se agotaron; por su gran tamaño toda el agua se acabaron, y de la carrera fueron sacados.

Finalmente quedaban los fuertes y el perro viejo. Todos estaban sorprendidos porque el perro viejo iba cada vez más cerca de los fuertes.

Ya casi al final de la carrera los perros fuertes sucumbieron y decían: “¡No puede ser! Ahora dirán que todos los perros, fuertes, grandes y jóvenes, ante un viejo cayeron”.

Solo el perro viejo la meta logró cruzar. Y al lado de su amo fue feliz a celebrar.

Moraleja

Nunca debemos burlarnos de las demás personas, sin saber cuáles son sus motivaciones ni cuáles son sus virtudes.

Solemos burlarnos de las personas que son viejas, de los que se ven físicamente mal, pero jamás nos detenemos a pensar por qué son o están así. Al final, puede ser que sus virtudes no pasen directamente por verse bien o por ser jóvenes.

Como sucedió en la carrera, donde venció el que iba más concentrado en el objetivo, y no en sus propios atributos.

Así debemos ser. Consecuentes con lo que queremos, más no enamorados de nuestras propias virtudes.

El gallo puntual

¡Kikirikiii!

Cantó el gallo a las 5 de la mañana, como era su costumbre.

Su canto marcaba el inicio de la faena en la granja; la señora va a la cocina para preparar el desayuno, su esposo va al campo a recoger la cosecha del día y los chicos se alistan para ir a la escuela.

Al ver esto todos los días, un pollito le pregunta a su papá gallo:

– Papi ¿por qué todos los días cantas a la misma hora?-.

– Hijo, canto a la misma hora porque todos confían en que yo cumpla con mi trabajo y los despierte. Así todos pueden cumplir sus labores con puntualidad-.

Otro gallo que pasaba por allí, escuchó la conversación y le dice al pollito:

– Tu papá se cree importante, pero no es cierto. Fíjate, yo canto cuando quiero y no pasa nada. Él por gusto propio canta todas las mañanas-.

El papá gallo dijo:

– ¿Eso crees? Hagamos algo: mañana cantas tú a la hora que quieras, pero te quedas en el poste después de cantar-.

¿Es un reto? – dijo el envidioso gallo.

Sí, eso es- le afirmó el papa gallo.

Al día siguiente, según lo planeado, el otro gallo cantó en el poste, pero esta vez no fue a las 5 de la mañana, sino a las 6:30.

Todos en la casa se levantaron como locos; corrieron atropellándose unos con otros, malhumorados. Todos iban retrasados a sus labores.

Ya listos, salieron todos, pero antes de irse,  el señor de la casa agarró al gallo que aún seguía en el poste y lo encerró como represalia por haberlo despertado tarde.

Moraleja

Una fábula que nos enseña, básicamente, dos cosas.

En primer lugar nos enseña que jamás debemos juzgar ni menospreciar el trabajo o el aporte de los demás. No importa lo pequeño que este sea, es igual de importante que el que más.

En segundo lugar, esta fábula nos intenta mostrar la importancia de la disciplina y la puntualidad. Porque aunque los dos gallos cantaron de la misma manera, sólo el que cantó disciplinadamente y a la hora indicada recibió una premiación, mientras que el otro fue castigado.

La puntualidad es importante, y la valoración del trabajo de los demás también lo es.

El caballo presumido

Un día llegó un campesino a la tienda del pueblo en busca de un animal de carga que lo ayudara a transportar las herramientas para el campo.

Habiendo visto a todos los animales que el tendero le ofrecía,  el campesino procedió a cerrar el trato en el interior de la oficina de la tienda.

En el establo, los animales quedaron ansiosos esperando enterarse por cuál de ellos se había decidido el campesino.

Un caballo joven les decía a todos:

“Listo yo ya me voy, el campesino me elegirá, soy el más joven, bello y fuerte aquí así que mi precio él pagará”.

Un caballo viejo que allí se encontraba le dice al joven:

“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás nada”.

Al cabo de unos minutos, entraron el campesino y el vendedor. Llevaban dos cuerdas en mano y enlazaron a dos borriquitos.

El caballo relinchando fuerte decía:

“¿Qué pasó aquí? Pensé que a mí era al que elegirían”.

Los caballos más viejos, al joven con risas le decían:

“Mira chico, al campesino solo le importaban animales para el trabajo no un animal bello y joven”.

Moraleja

La moraleja de esta historia nos dice que a veces, por presumir e intentar mostrar algo que no somos, se pueden cerrar muchas puertas que considerábamos abiertas para nosotros.

Es por eso que siempre debemos ser humildes y mostrar la mejor versión de nosotros mismos. Pero con total honestidad. Ser quienes somos, sin vergüenza alguna por mostrarnos así.

Ser presumidos sólo significa que muchos tengan una opinión errada sobre nosotros, que nos traten mal, que no quieran ser nuestros amigos, y que, en consecuencia, se cierren muchas puertas a cosas que queremos hacer o lograr.

La humildad siempre prevalece.

El loro y el perro

Había una vez un loro y un perro que se cuidaban entre sí.

El loro daba compañía al perro y al hablar mucho le entretenía. Por su parte, el perro protegía al loro de otros perros que se lo querían comer.

Sin embargo, el loro a veces hablaba demasiado, y seguía haciéndolo aunque el perro le pedía que se callase para dejarlo dormir.

Un día el loro estuvo hablando desde la mañana hasta la noche, incluso cantó varias canciones mientras el perro intentaba dormir. Al final el perro dejó de intentar dormir y se quedó despierto sin poder hacer nada.

A la mañana siguiente el loro se despertó, empezó a hablar, pero se dio cuenta que el perro ya no estaba para escucharle. Se había ido, seguramente porque así le dejaría descansar. Prefería estar solo que mal acompañado.

Moraleja

Jamás debemos molestar a nuestros amigos. Sin importar cuáles sean nuestras buenas intenciones. Todos tenemos derecho a nuestro espacio y a hacer las cosas que queremos hacer. En oportunidades, no comprendemos esto de nuestros amigos, y nuestras buenas intenciones terminan siendo una molestia para ellos.

Al final, lo que podemos conseguir es que nuestros amigos se marchen y nos dejen cada vez más solos.

En cambio, si respetamos las cosas que ellos quieren hacer, nunca dudarán de estar con nosotros. Además, nos respetarán en las cosas que nosotros también queramos hacer por nuestra cuenta.

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