septiembre 21, 2023

El primer bombardeo y el primer hospital

El primer bombardeo y el primer hospital | En 1332, el ejército del rey nazarí de Granada, bajo el mando del general Abu-l-Nu’aym Ridwan, más conocido entre los cristianos como Reduán, saqueó Guardamar y asedió las villas de Elche y Alicante.

Alfonso IV, rey de Aragón, se encontraba en Valencia. Pocos años antes, había nombrado señor de las villas de Alicante, Orihuela y Elda a su hijo Fernando, pero las incursiones musulmanas le habían obligado a venir personalmente con sus tropas para defender la frontera sur de su reino.

El cronista Viravens dice que el temido Reduán sitió Elche «con 10.000 caballos y 30.000 infantes», y el cronista Camilo Jover apunta que las tropas musulmanas asediaron luego Alicante, haciendo «uso los moros, por segunda vez, de la artillería (la primera fue en 1312 en el cerco de Baza) arrojando contra los muros de Alicante, como dicen las crónicas, pellas de fierro colado con unas máquinas hasta entonces desconocidas».

Fue el primero de los muchos bombardeos que ha sufrido Alicante.

Aquellas «máquinas hasta entonces desconocidas» eran las precursoras de las bombardas. Los musulmanes de Al-Andalus habían traído el siglo anterior, procedentes de Asia, las primeras piezas portátiles que disparaban balas de hierro con ayuda de la pólvora. Ya en 1248 las usaron en Sevilla, para defenderse de un asedio. Y Camilo Jover recuerda que también fueron utilizadas durante el cerco de Baza, veinte años antes de que Reduán bombardease Alicante. El historiador del siglo XVI Jerónimo Zurita, refiriéndose a este bombardeo, escribió que fue obra de «una nueva máquina que causaba gran horror. Arrojaba bolas de hierro con fuego».

La inminente llegada de Alfonso IV al frente de su poderoso ejército provocó el levantamiento del asedio musulmán de Alicante y Elche, y la consiguiente huida de Reduán y sus tropas, pero llevándose consigo a numerosos cautivos del valle del Vinalopó.

También se fueron voluntariamente con el ejército musulmán algunos mudéjares alicantinos. Mudéjar, que en árabe clásico significaba «domado», era el nombre con el que era conocido el musulmán a quien se permitía seguir viviendo entre los vencedores cristianos sin mudar de religión, a cambio de un tributo. En Alicante, los mudéjares fueron mayoría hasta el final de la sublevación que llevaron a cabo en 1264. Eran libres, aunque el señor feudal los consideraba vasallos, y en 1332 solo pagaban el cabezaje o contribución por cabezas. Se dedicaban al comercio y la artesanía, vivían en un arrabal y, sobre todo, en alquerías de la huerta.

Había una huerta próxima al oeste de la villa y otra más grande al norte, cerca del cabo de Alcodre. Casi todos los mudéjares que se fueron con el ejército de Reduán residían en alquerías de estas huertas. Unos años después, en 1368, solo había en ellas entre 15 y 20 casas de mudéjares.

Durante las últimas décadas, tras la conquista cristiana, la villa de Alicante se había expandido extramuros, en un llano que llegaba hasta la rambla de Canicia, formando la vila nova, y se había empezado a construir una nueva muralla para defenderla. La antigua, la que defendía la villa durante la dominación islámica, ahora conocida como vila vella, había sido derribada en parte, quedando en pie los lienzos que la unían a la alcazaba. En poniente, desde una torre cuadrangular y coronada por toros alados, que años después serviría como depósito de pólvora, un brazo de la antigua muralla ascendía por la ladera del Benacantil. El otro brazo de la muralla corría paralelo al mar. Era un lienzo casi recto que finalizaba en el Portal Nou. Desde aquí, este tramo de muralla subía también por la ladera del monte, salvando los desniveles, hasta unirse con la fortificación externa de la alcazaba que coronaba el monte Benacantil.


Esta fortaleza estaba formada por dos recintos: las albacaras y el castillo. Las primeras eran dos extensiones de terreno murados y con torreones que había aledaños al castillo. En uno de ellos había un aljibe. Albacara es otra palabra de origen árabe que significaba «la puerta de los boyeros» porque en dichos espacios solía guardarse ganado vacuno. Por su parte, el castillo estaba rodeado por un foso, que se salvaba por un puente de piedra. Tenía dos puertas principales y otra secundaria. Contaba con varias torres, entre ellas la del homenaje, situada en la parte más alta, que constaba de una habitación a la que se llegaba mediante una escalera de piedra con tres ventanas. Dentro de los muros almenados del castillo había otro aljibe y varios edificios, siendo uno de ellos una capilla dedicada a Santa Bárbara.

La fortaleza y la villa estaban unidas por un camino principal, accesible para jinetes y carruajes, y otro que iba por zona más escarpada, solo accesible para caminantes, que llevaba o partía de la puerta secundaria del castillo.

El alcaide de la fortaleza durante el asedio de 1332 era Beltrán de Puigmoltó, hijo del primer alcaide cristiano y caballero de confianza de Jaime II: Berenguer de Puigmoltó.

Aunque nombrado por el rey, el alcaide recibía el dinero para mantener el castillo de manos del baile general, algo así como el ministro de Hacienda actual. Hasta su muerte en 1330, Berenguer de Puigmoltó se quejó varias veces ante el rey del incumplimiento de pago cometido por el baile repetidas veces. Como consecuencia de ello, la situación de la fortaleza de Alicante era permanentemente precaria, con pertrechos insuficientes y fortificaciones en estado ruinoso. Y esta situación no había mejorado dos años después, cuando Reduán y sus tropas asediaron la villa y el castillo. Poco habrían podido resistir los defensores, armados con lanzas, ballestas, escudos y capellinas, frente a la novedosa artillería musulmana, sino llega a venir en su auxilio el ejército de Alfonso IV.

José Gilabert de Grillos era el gobernador de la villa de Alicante, que por entonces contaba en la vila vella con viviendas en su mayor parte construidas con elementos muy sencillos (tierra, piedra, madera) y cubiertas al estilo árabe con terrazas de yeso y cañizo. Solo los templos y las casas de las familias más ricas, levantadas en las calles Mayor y Labradores, en la vila nova, estaban construidos con piedra labrada. Los templos eran dos: la iglesia de San Nicolás y la de Santa María. Esta última era la más antigua y había sido antes una mezquita, edificada muy cerca del muro que corría paralelo al mar, pero no pegado a él, pues la separaban unos seis metros, espacio muy útil para las tareas defensivas. Almacenes, comercios y cuadras ocupaban las plantas bajas o los anexos de los edificios. Las calles de la vila vella eran estrechas y serpenteaban empinadas por la falda del Benacantil, mientras que las de la vila nova eran más anchas, llanas y rectas. También había baños públicos, cerca de la iglesia de San Nicolás. Estaban controlados por el rey, que los cedía a censo, como el conseguido por Guillem Jaffer en 1317 a cambio de dos maravedíes anuales.

Muy cerca de los baños (en la actual calle Montengon) se abrió en 1333, un año después del bombardeo, un hospital. El comerciante de origen catalán Bernat Gomis, casado con la alicantina Dolsa, había cedido en su testamento (firmado el 25 de abril de aquel año) todos sus bienes para la fundación y mantenimiento de un asilo para pobres enfermos. Este centro sanitario y refugio de mendigos ocupaba varias casas que habían sido de Gomis, y si bien empezó siendo conocido como el hospital d’En Gomis, pronto pasó a llamarse de San Juan Bautista.

Hay referencias de otros hospitales alicantinos en la Edad Media, algunos del siglo XIII, incluso, pero muy probablemente eran simples albergues. Este de San Juan Bautista, construido gracias a Bernat Gomis, es el más antiguo del que se conserva la documentación precisa que garantiza su existencia como establecimiento destinado al tratamiento de enfermos.

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